Shy
"Shy"
Ayer, 05:13 PM
A Shy le tambaleaban tanto las piernas que por un momento llegó a pensar que habría temblores de tierra en la isla. Illyasbabel por fin le dejó claro para qué había firmado: entrenar. Joder. ¿Había sido todo una estratagema para tenerle a puntito de caramelo y poder darle una merecida paliza? Porque, ciertamente, eso habría convertido a Illyasbabel en un hombre astuto y retorcido, y Shy tendría que cambiar de idea respecto a aquel individuo. Se dejó arrastrar sin protesta a la terraza de aquella vulgar posada. Al viudo no le gustaba nada llamar la atención y tenía la pinta de que eso era todo lo que iba a conseguir con aquella demostración. Por otra parte, no se veía capaz todavía de superar a Illyasbabel. Aquel hombre era todo un titán.
Subió a la azotea acompañados por las risillas de Illyasbabel. Una vez allí, su compañero le abandonó para ponerse a hacer un calentamiento rápido. A Shy le daba vueltas la cabeza, de modo que se limitó a apoyarse en la barandilla mientras ponía todo su empeño en recomponerse o, al menos, recuperar el centro de gravedad. El tuerto le miró con una sonrisa que podría haber descrito como la que debía de tener un verdugo bajo su máscara mientras descendía su hacha y ejecutaba una precisa decapitación. Pensar en decapitaciones no le alivió, pues Illyasbabel desenvainó sendas espadas mientras mantenía su aterradora mueca. Ayyyyy, mi madre. Voy a flipar. Shy aspiró una sanadora bocanada de aire, antes de recuperar la fuerza en las piernas y adoptar una guardia abierta. Desde las mangas de su kimono se deslizaron sendas agujas hasta las manos de Shy, asiéndolas con fuerza. Bueno, Illyasbabel. No te quejes si te saco el otro ojo.
Un último rayo de sol iluminó la azotea, antes de mostrar el crepuscular cielo, tan rosado como la sangre que estaba por derramarse. Shy hizo girar las agujas en sus manos, mientras analizaba a su oponente. La frialdad y la calma volvía a su rostro. Su mente se centró. Recuperó su actitud de cazador, idónea para el único arte para el que estaba capacitado Shy: matar.
-Cuando quieras -invitó Shy, entrecerrando sus ambarinos ojos.
Subió a la azotea acompañados por las risillas de Illyasbabel. Una vez allí, su compañero le abandonó para ponerse a hacer un calentamiento rápido. A Shy le daba vueltas la cabeza, de modo que se limitó a apoyarse en la barandilla mientras ponía todo su empeño en recomponerse o, al menos, recuperar el centro de gravedad. El tuerto le miró con una sonrisa que podría haber descrito como la que debía de tener un verdugo bajo su máscara mientras descendía su hacha y ejecutaba una precisa decapitación. Pensar en decapitaciones no le alivió, pues Illyasbabel desenvainó sendas espadas mientras mantenía su aterradora mueca. Ayyyyy, mi madre. Voy a flipar. Shy aspiró una sanadora bocanada de aire, antes de recuperar la fuerza en las piernas y adoptar una guardia abierta. Desde las mangas de su kimono se deslizaron sendas agujas hasta las manos de Shy, asiéndolas con fuerza. Bueno, Illyasbabel. No te quejes si te saco el otro ojo.
Un último rayo de sol iluminó la azotea, antes de mostrar el crepuscular cielo, tan rosado como la sangre que estaba por derramarse. Shy hizo girar las agujas en sus manos, mientras analizaba a su oponente. La frialdad y la calma volvía a su rostro. Su mente se centró. Recuperó su actitud de cazador, idónea para el único arte para el que estaba capacitado Shy: matar.
-Cuando quieras -invitó Shy, entrecerrando sus ambarinos ojos.