Airgid Vanaidiam
Metalhead
Hace 5 horas
El abrazo de la rubia pilló a Asradi por sorpresa, rodeándola con sus brazos por la espalda y acurrucándose unos segundos en su hombro, ya que era algo más alta que la sirena. Lo cierto es que era normal que se sorprendiese, Airgid era cercana, sí, pero se limitaba más a gestos pequeños, como ponerte una mano en el hombro o darte una palmadita en la espalda, más que directamente algo tan invasivo como un abrazo. Aún a pesar de la sorpresa, agradeció que Asradi la correspondiera en ese momento, acurrucándose con ella. Rápidamente soltó una risilla antes de separarse y acercarse a Ragnheidr, con quién, curiosamente, sí se mostró más como solía ser de normal. Tal vez si estuvieran solos, se habría lanzado a por él como una bala, pero le costaba un poco tener esas actitudes... románticas, en público. Aún así, la cercanía era suficientemente cálida como para sacarle una sonrisa.
Al poco rato apareció Umibozu, tan colosal como siempre, aunque curiosamente cuidadoso, a pesar de su tamaño. Airgid supuso que se había tenido que acostumbrar por las malas a siempre ver bien dónde ponía las zarpas si no quería ir cargándoselo todo a su paso. La rubia le saludó con la mano y con una gran sonrisa mientras le veía sentarse cómodamente para quedar un poco más a la altura de todos los demás. Fue Ragn el que respondió que solo quedaba por llegar... el héroe estrellado, literalmente, cayendo desde el cielo ante sus narices. La mujer fue incapaz de contenerse la risa ante tal espectáculo, y es que a pesar de todas las dudas que la asolaban en ese momento, de la incertidumbre acerca de su estado, y sobre todo del recibimiento y la acogida que podría tener una noticia así, se encontraba de un humor estupendo. — Joder, Ubben, hasta yo siendo coja me caigo menos que tú. — Comentó sin poder parar de reír, viendo cómo Asradi se había adelantado para ayudarle a ponerse en pie y recuperar un poco de su dignidad. El peliblanco aprovechaba cualquier ocasión para meterse con su falta de pierna, así que, era un buen momento para devolvérsela.
Parecía que todos estaban preparados para entrar al local, cuando Ragnheidr sacó de su mochila una bebida que la rubia reconoció al instante. Era un chupito de "Nosha", ese alcohol que Tofun destiló y mezcló especialmente para Ragn, en honor a una de sus diosas más importantes. Aquel gesto barrió su corazón de nostalgia, dejando de reír de repente, aunque con la sonrisa aún en su rostro, pero más solemne. Recordó cuando el pequeño tontatta también le dedicó su propio chupito, "El Polvazo", se llamaba. Ahora no podría beberlo, por culpa de su estado, pero le habría encantado conservar aunque fuera un poco, en su honor. Seguro que Tofun se habría alegrado muchísimo por ella si supiera que estaba embarazada, además de Ragn, con quién guardaba una amistad especial. El corazón de Airgid era a estas alturas de la vida, casi de metal, frío endurecido por todo el camino recorrido, pero pensar en eso la emocionó, sacándole una pequeña lagrimilla que recorrió su mejilla rápidamente. No tenía bebida con la que brindar en ese momento, pero no hacía falta. — ¡POR TOFUUUN! — Gritó ella también, todo lo alto que pudo, apoyándose en Ragnheidr. No era normal en ella llorar, ni aunque fuera un poco. Puede que fuera cosa de las hormonas, quién sabe.
Un grito proclamando aquel apodo que el pueblo les había dado les hizo girarse a ambos. Era un hombre que estaba en la taberna antes de que ellos llegasen, y había dicho de invitarles a todos a una ronda. Maldito día para enterarse una de que estaba embarazada, ¿verdad? Siguiendo al grupo, se adentró en la taberna, que se encontraba aún bastante vacía. Había un pequeño escenario improvisado, aunque la iluminación era escasa y la madera tan desgastada que parecía todo un poco más lúgubre de lo que se esperaría por parte de una taberna con el apodo de su compañero. Lo curioso es que era bastante alta, algo que sí que se esperaría de un lugar llamado El Largo, eso le sacó una sonrisa. — Yo... solo un refresco. — Sí, no era sorpresa para nadie que a Airgid le encantaban las bebidas gaseosas, pero quizás, a alguno podría llamarle la atención el hecho de que rechazara así, de primeras, cerveza gratis. Incluso a ella le dolió un poco. No obstante, notar ese burbujeo del refresco en su garganta le hizo olvidar la envidia que le daban los demás.
Entonces, de repente, comenzaron a llegar grupos y grupos de chavales, llenando rápidamente el hueco vacío de la taberna. Todos vestían bastante punk, con sus mierdas de metal por todos lados, los pelos rapados y teñidos, piercings, chaquetas de cuero negras a pesar de que hacía una calor de la hostia... es que llevaban tanto metal encima, que Airgid podría montarse un fuerte con ello si le daba por hacer uso de su fruta en algún momento. Les observó con curiosidad, ¿es que el grupo que actuaba era de rock o algo así? Muchos le devolvieron la mirada, reconociéndola, incluso una chavala con media cabeza rapada y la otra llena de trenzas se acercó a ella al ver su improvisado implante de metal, halagándolo, diciéndole que estaba guapo de cojones. Lo cierto es que a pesar de ser poco más que una rígida pata de metal que ofrecía el mismo movimiento que una tubería atada a su muslo, Airgid se había currado la estética, añadiéndole relieve, detalles puntiagudos, y el precioso corazón de la rodilla.
Parecía que quedaba poco para que comenzase el espectáculo, Ragnheidr ya estaba sentado, zampando algo de pollo y bebiendo, un poco a su bola. Airgid le observó por detrás, preguntándose sí era aquel día un buen momento para contárselo. Tomó aire... y se acercó. Aprovechando que estaba sentado y más a su altura, le rodeó el cuello con los brazos, apoyándose en él, aproximando sus labios hacia su oreja. — Hola, guapo. — Susurró con dulzura. — A ver si nos quedamos un poco a solas, ¿no? Hay algo que te quiero decir. — Sonrió antes de dejarle un beso en la nuca. Estaba que se le salía el corazón del pecho, pero quería preparar algo más especial para contárselo. Y el concierto estaba por empezar.
Al poco rato apareció Umibozu, tan colosal como siempre, aunque curiosamente cuidadoso, a pesar de su tamaño. Airgid supuso que se había tenido que acostumbrar por las malas a siempre ver bien dónde ponía las zarpas si no quería ir cargándoselo todo a su paso. La rubia le saludó con la mano y con una gran sonrisa mientras le veía sentarse cómodamente para quedar un poco más a la altura de todos los demás. Fue Ragn el que respondió que solo quedaba por llegar... el héroe estrellado, literalmente, cayendo desde el cielo ante sus narices. La mujer fue incapaz de contenerse la risa ante tal espectáculo, y es que a pesar de todas las dudas que la asolaban en ese momento, de la incertidumbre acerca de su estado, y sobre todo del recibimiento y la acogida que podría tener una noticia así, se encontraba de un humor estupendo. — Joder, Ubben, hasta yo siendo coja me caigo menos que tú. — Comentó sin poder parar de reír, viendo cómo Asradi se había adelantado para ayudarle a ponerse en pie y recuperar un poco de su dignidad. El peliblanco aprovechaba cualquier ocasión para meterse con su falta de pierna, así que, era un buen momento para devolvérsela.
Parecía que todos estaban preparados para entrar al local, cuando Ragnheidr sacó de su mochila una bebida que la rubia reconoció al instante. Era un chupito de "Nosha", ese alcohol que Tofun destiló y mezcló especialmente para Ragn, en honor a una de sus diosas más importantes. Aquel gesto barrió su corazón de nostalgia, dejando de reír de repente, aunque con la sonrisa aún en su rostro, pero más solemne. Recordó cuando el pequeño tontatta también le dedicó su propio chupito, "El Polvazo", se llamaba. Ahora no podría beberlo, por culpa de su estado, pero le habría encantado conservar aunque fuera un poco, en su honor. Seguro que Tofun se habría alegrado muchísimo por ella si supiera que estaba embarazada, además de Ragn, con quién guardaba una amistad especial. El corazón de Airgid era a estas alturas de la vida, casi de metal, frío endurecido por todo el camino recorrido, pero pensar en eso la emocionó, sacándole una pequeña lagrimilla que recorrió su mejilla rápidamente. No tenía bebida con la que brindar en ese momento, pero no hacía falta. — ¡POR TOFUUUN! — Gritó ella también, todo lo alto que pudo, apoyándose en Ragnheidr. No era normal en ella llorar, ni aunque fuera un poco. Puede que fuera cosa de las hormonas, quién sabe.
Un grito proclamando aquel apodo que el pueblo les había dado les hizo girarse a ambos. Era un hombre que estaba en la taberna antes de que ellos llegasen, y había dicho de invitarles a todos a una ronda. Maldito día para enterarse una de que estaba embarazada, ¿verdad? Siguiendo al grupo, se adentró en la taberna, que se encontraba aún bastante vacía. Había un pequeño escenario improvisado, aunque la iluminación era escasa y la madera tan desgastada que parecía todo un poco más lúgubre de lo que se esperaría por parte de una taberna con el apodo de su compañero. Lo curioso es que era bastante alta, algo que sí que se esperaría de un lugar llamado El Largo, eso le sacó una sonrisa. — Yo... solo un refresco. — Sí, no era sorpresa para nadie que a Airgid le encantaban las bebidas gaseosas, pero quizás, a alguno podría llamarle la atención el hecho de que rechazara así, de primeras, cerveza gratis. Incluso a ella le dolió un poco. No obstante, notar ese burbujeo del refresco en su garganta le hizo olvidar la envidia que le daban los demás.
Entonces, de repente, comenzaron a llegar grupos y grupos de chavales, llenando rápidamente el hueco vacío de la taberna. Todos vestían bastante punk, con sus mierdas de metal por todos lados, los pelos rapados y teñidos, piercings, chaquetas de cuero negras a pesar de que hacía una calor de la hostia... es que llevaban tanto metal encima, que Airgid podría montarse un fuerte con ello si le daba por hacer uso de su fruta en algún momento. Les observó con curiosidad, ¿es que el grupo que actuaba era de rock o algo así? Muchos le devolvieron la mirada, reconociéndola, incluso una chavala con media cabeza rapada y la otra llena de trenzas se acercó a ella al ver su improvisado implante de metal, halagándolo, diciéndole que estaba guapo de cojones. Lo cierto es que a pesar de ser poco más que una rígida pata de metal que ofrecía el mismo movimiento que una tubería atada a su muslo, Airgid se había currado la estética, añadiéndole relieve, detalles puntiagudos, y el precioso corazón de la rodilla.
Parecía que quedaba poco para que comenzase el espectáculo, Ragnheidr ya estaba sentado, zampando algo de pollo y bebiendo, un poco a su bola. Airgid le observó por detrás, preguntándose sí era aquel día un buen momento para contárselo. Tomó aire... y se acercó. Aprovechando que estaba sentado y más a su altura, le rodeó el cuello con los brazos, apoyándose en él, aproximando sus labios hacia su oreja. — Hola, guapo. — Susurró con dulzura. — A ver si nos quedamos un poco a solas, ¿no? Hay algo que te quiero decir. — Sonrió antes de dejarle un beso en la nuca. Estaba que se le salía el corazón del pecho, pero quería preparar algo más especial para contárselo. Y el concierto estaba por empezar.