Daryl Kilgore
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Ayer, 07:13 PM
¿Puede ser que hubiera dado con el hombre indicado? Daryl tuvo una corazonada al darle el papel a Kovashi, pensando que quizás pudiera saber algo, y solo por la forma en la que tomó dicha nota, se intuyó que efectivamente, algo tenía que ver. Soltó un comentario ligeramente irónico acerca de su lucidez, pero no le dio la menor importancia, centrado solamente en aquel puzzle que tenía entre manos, aquel misterio que, aunque no lo quisiera admitir, cada vez le generaba más curiosidad. Le dio un trago a su vaso de agua, ignorando los cacahuetes que el tabernero le había servido, aún sin haberlos pedido. Era imposible para él que supiera que tenía una alergia a estos, estaba claro.
Tras unos segundos de silencio y expectación, de evaluación mutua, el peliblanco sacó un nuevo papel del interior de sus llamativos ropajes. Su sonrisa, y sobre todo, sus palabras, le hicieron arquear una de las cejas. Parecía que sin comerlo ni beberlo, se había visto envuelto en un asunto la mar de interesante, un relato de traición. Daryl tomó la hoja entre sus grandes manos, tenía un tono amarillento, arrugas e incluso alguna que otra mancha y corte, lo que denotaba su desgastado uso. Pero el dibujo era claro y detallado, el retrato de un hombre cuyos inexpresivos y fríos ojos le devolvían la mirada aún siendo un conjunto de líneas negras trazadas con carboncillo. Lo cierto es que era una cara llamativa, con aquella larguísima cicatriz y una aparente deformidad en el ojo. No le había visto nunca, pero solo por el dibujo, supo que sería capaz de reconocerle en cualquier momento.
Bufó cuando escuchó su nombre y la descripción de su físico de la boca de Kovashi, casi había parecido una risa, casi. Aunque rápidamente volvió a su expresión seria y neutral habitual. Tras pensar unos segundos en silencio y viendo cómo había empujado suavemente el papel, se pronunció. — ¿Cómo de problemático es este... hombre? — Casi que le costó referirse a él como eso, después de lo poco que Kovashi le había contado al respecto. — Y lo más importante, ¿qué quieres a cambio de esta información? — Le miró directamente a los ojos, esos orbes celestes marcados por el tiempo, cicatrices, y una sabiduría que Daryl captó de inmediato, que incluso respetó. — La lealtad no es algo que se traicione por cualquier cosa. — Añadió, no era difícil intuirse que se trataba de alguien de confianza del peliblanco, por las palabras con las que le presentó. Cada hombre contaba con un baremo diferente para medir su respeto hacia la lealtad por alguien, y cuando la balanza se desequilibraba, era cuando personas como él entraban al campo de juego. Lo cierto es que Daryl no lo juzgaba, la lealtad era un arma de doble filo, pues dejarte guiar por ella ciegamente podía llegar a acabar contigo de la manera más estúpida.
El demonio se vio rápidamente envuelto en la dinámica de aquella conversación, intrigado por saber hasta dónde podría llegar, intrigado por la figura que se plantaba frente a él. Algo en Kovashi le generaba curiosidad, quizás el hecho de que parecía haber vivido muchísimas vidas diferentes dentro de una sola.
Tras unos segundos de silencio y expectación, de evaluación mutua, el peliblanco sacó un nuevo papel del interior de sus llamativos ropajes. Su sonrisa, y sobre todo, sus palabras, le hicieron arquear una de las cejas. Parecía que sin comerlo ni beberlo, se había visto envuelto en un asunto la mar de interesante, un relato de traición. Daryl tomó la hoja entre sus grandes manos, tenía un tono amarillento, arrugas e incluso alguna que otra mancha y corte, lo que denotaba su desgastado uso. Pero el dibujo era claro y detallado, el retrato de un hombre cuyos inexpresivos y fríos ojos le devolvían la mirada aún siendo un conjunto de líneas negras trazadas con carboncillo. Lo cierto es que era una cara llamativa, con aquella larguísima cicatriz y una aparente deformidad en el ojo. No le había visto nunca, pero solo por el dibujo, supo que sería capaz de reconocerle en cualquier momento.
Bufó cuando escuchó su nombre y la descripción de su físico de la boca de Kovashi, casi había parecido una risa, casi. Aunque rápidamente volvió a su expresión seria y neutral habitual. Tras pensar unos segundos en silencio y viendo cómo había empujado suavemente el papel, se pronunció. — ¿Cómo de problemático es este... hombre? — Casi que le costó referirse a él como eso, después de lo poco que Kovashi le había contado al respecto. — Y lo más importante, ¿qué quieres a cambio de esta información? — Le miró directamente a los ojos, esos orbes celestes marcados por el tiempo, cicatrices, y una sabiduría que Daryl captó de inmediato, que incluso respetó. — La lealtad no es algo que se traicione por cualquier cosa. — Añadió, no era difícil intuirse que se trataba de alguien de confianza del peliblanco, por las palabras con las que le presentó. Cada hombre contaba con un baremo diferente para medir su respeto hacia la lealtad por alguien, y cuando la balanza se desequilibraba, era cuando personas como él entraban al campo de juego. Lo cierto es que Daryl no lo juzgaba, la lealtad era un arma de doble filo, pues dejarte guiar por ella ciegamente podía llegar a acabar contigo de la manera más estúpida.
El demonio se vio rápidamente envuelto en la dinámica de aquella conversación, intrigado por saber hasta dónde podría llegar, intrigado por la figura que se plantaba frente a él. Algo en Kovashi le generaba curiosidad, quizás el hecho de que parecía haber vivido muchísimas vidas diferentes dentro de una sola.