Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Hace 5 horas
Ragn se detuvo frente al puesto de un panda, intrigado por la inusual combinación de energía y profesionalismo que el mercader irradiaba. Su figura robusta y su melena dorada brillaban bajo el sol del puerto, y aunque su mirada parecía siempre alerta, había en él una calma que inspiraba confianza. ¿Era un mink? tenía que serlo. Por muy afable que parecieran, Ragn tenía en su historial múltiples luchas con bestias de aquella raza. Una raza que admiraba y respetaba por su fiereza en batalla.
El puesto estaba meticulosamente organizado, brillantes log poses dispuestos en una elegante fila, mapas detallados que prometían secretos de mares lejanos, y kits de herramientas cuya calidad incluso un navegante experimentado podía reconocer al instante. Pero lo que captó la atención de Ragn fueron los pergaminos enrollados con recetas culinarias, cada uno con sellos intrincados que insinuaban conocimientos raros y valiosos. Sin decir una palabra al principio, Ragn tomó uno de los pergaminos con cuidado, evaluando el producto con una atención que revelaba su aprecio por el detalle. Su mirada se dirigió al panda, que lo observaba con una mezcla de respeto y expectación. El revolucionario alzó una ceja, como si estuviera midiendo al mercader tanto como sus productos.
Finalmente, Ragn habló, su voz grave pero tranquila
—Interresante selecssión. No esperrrar encontrrrar algo tan rrrefinado aquí. Notarr que sabes lo que hasses, Panda. Dessirr que venirrr de Demonthooh… No serrr un lugar al que se llegue fássilmente. Rreconossco el mérrrito. ¿Cuánto pedirrr? — Señaló los pergaminos al tiempo que sacaba una bolsa de oro que ejó en la mesa. Aunque sus palabras eran pocas, había en su tono un reconocimiento tácito del esfuerzo detrás de aquel negocio. Por un momento visualizó a aquel Panda en la revolución. Un compañero con el que afrontar guerras como la de hace unas semanas en Oykot. Pero preguntar algo así era tan descabellado ... Que lo hizo. — Tú serrr fuerrrte. No parreserrr vendedorrr. ¡Parreserr guerrero! — Acompañó con un gesto de manos elocuente. — ¿Nunca pensarr en unirr a revolussión? — Y lo soltó, quedándose tan pancho.
El puesto estaba meticulosamente organizado, brillantes log poses dispuestos en una elegante fila, mapas detallados que prometían secretos de mares lejanos, y kits de herramientas cuya calidad incluso un navegante experimentado podía reconocer al instante. Pero lo que captó la atención de Ragn fueron los pergaminos enrollados con recetas culinarias, cada uno con sellos intrincados que insinuaban conocimientos raros y valiosos. Sin decir una palabra al principio, Ragn tomó uno de los pergaminos con cuidado, evaluando el producto con una atención que revelaba su aprecio por el detalle. Su mirada se dirigió al panda, que lo observaba con una mezcla de respeto y expectación. El revolucionario alzó una ceja, como si estuviera midiendo al mercader tanto como sus productos.
Finalmente, Ragn habló, su voz grave pero tranquila
—Interresante selecssión. No esperrrar encontrrrar algo tan rrrefinado aquí. Notarr que sabes lo que hasses, Panda. Dessirr que venirrr de Demonthooh… No serrr un lugar al que se llegue fássilmente. Rreconossco el mérrrito. ¿Cuánto pedirrr? — Señaló los pergaminos al tiempo que sacaba una bolsa de oro que ejó en la mesa. Aunque sus palabras eran pocas, había en su tono un reconocimiento tácito del esfuerzo detrás de aquel negocio. Por un momento visualizó a aquel Panda en la revolución. Un compañero con el que afrontar guerras como la de hace unas semanas en Oykot. Pero preguntar algo así era tan descabellado ... Que lo hizo. — Tú serrr fuerrrte. No parreserrr vendedorrr. ¡Parreserr guerrero! — Acompañó con un gesto de manos elocuente. — ¿Nunca pensarr en unirr a revolussión? — Y lo soltó, quedándose tan pancho.