Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Hace 3 horas
El ron en la copa de Kovashi daba vueltas sin parar. El viejo revolucionario mecía el licor como si el tiempo no importase nada. — Lo que puedo decirte de él, es que puede llegar a ser un dolor de huevos. — Esbozó una sonrisa maliciosa. — Panda siempre fue un compañero ... Especial. — Bebió. — Hasta puede que te caiga bien. Siempre es tan servicial y santurrón. — Otro trago. — Pero el dinero es el dinero, ¿no? — Las dos katanas blancas como el cielo de Kovashi tintineaban en sus costados, respectivamente. Parecía un hombre que había aceptado una dura realidad, dañado, dolido, pero convencido de haber retomado una vida que había dejado atrás. Ahora era realmente libre ... ¿Y eso es lo que deseaba, no? — No me digas qué vale la lealtad. — Se levantó, de malas meneras. Una vez de pie se pudo comprobar que Kovashi medía en torno a los dos metros. Se repeinó aquellos salvajes pelos blancos y fijó la mirada en el hombre.
— La lealtad es un cuento que alguien te explicará mejor cuando crezcas, niño. — Estaban muy cerca, el olor que desprendía la boca de Kovashi era de puro alcohol, no bebía otra cosa. — Cuando pierdas lo que quieras. Cuando nadie te mire a la cara ... La lealtad es bonita, cuando eres joven. — Se volvió a sentar, volvió a pillar la botella y a ponerse un nuevo vaso. — Vete ya. Me estás molestando. — Le hizo un gesto con la mano. — No quiero que mis chicas te vean con esa cara de aburrido que tienes. Las vas a espantar. — La puerta se abrió y la música empezó a sonar. Muchas mujeres, todas rubias, rodearon a Kovashi, bailando a su alrededor. Tenía varios tratos con el local y claro, lo trataban como a un cliente Vip, por supuesto.
— ¡Ah! — Levantó la mano, buscándote. — ¡Si en algún momento quieres más trabajo, tengo más información! — Bromeó, sonriente. — ¡Hay un niño cabezón, que os puede servir como esclavo o algo! — Estaba vendiendo a todo su grupo. Panda. Enma. Pero nunca a Derya.
El viejo revolucionario y el miembro del Cp iniciarían una peculiar relación, donde el peliblanco le surtiría de información mientras pudiera pagarla. ¿Qué más se puede pedir?
— La lealtad es un cuento que alguien te explicará mejor cuando crezcas, niño. — Estaban muy cerca, el olor que desprendía la boca de Kovashi era de puro alcohol, no bebía otra cosa. — Cuando pierdas lo que quieras. Cuando nadie te mire a la cara ... La lealtad es bonita, cuando eres joven. — Se volvió a sentar, volvió a pillar la botella y a ponerse un nuevo vaso. — Vete ya. Me estás molestando. — Le hizo un gesto con la mano. — No quiero que mis chicas te vean con esa cara de aburrido que tienes. Las vas a espantar. — La puerta se abrió y la música empezó a sonar. Muchas mujeres, todas rubias, rodearon a Kovashi, bailando a su alrededor. Tenía varios tratos con el local y claro, lo trataban como a un cliente Vip, por supuesto.
— ¡Ah! — Levantó la mano, buscándote. — ¡Si en algún momento quieres más trabajo, tengo más información! — Bromeó, sonriente. — ¡Hay un niño cabezón, que os puede servir como esclavo o algo! — Estaba vendiendo a todo su grupo. Panda. Enma. Pero nunca a Derya.
El viejo revolucionario y el miembro del Cp iniciarían una peculiar relación, donde el peliblanco le surtiría de información mientras pudiera pagarla. ¿Qué más se puede pedir?