Silvain Loreth
-
24-11-2024, 01:34 PM
(Última modificación: 28-11-2024, 02:21 PM por Silvain Loreth.
Razón: Editado para añadir fecha
)
Día 70 de Verano del 724
Era pequeño, pero ¿y si fuese suficiente? Ya había perdido la cuenta de los barcos que había descartado debido a su tamaño por considerar que no podrían conmigo y, siendo sincero, comenzaba a darme cuenta de que en ocasiones la oportunidad ideal no llegaba. Cuando eso sucedía la única alternativa era generarla, aunque fuese a la fuerza. Aquella madrugada —porque si no no me explicaba cuándo podría haber llegado— había atracado en el embarcadero una embarcación de modestas dimensiones. Seguramente en otro momento habría descartado la posibilidad de robarlo por ser demasiado pequeño, pero, como digo, había comenzado a cuestionarme las decisiones que había estado tomando.
Apagué el cigarrillo, que con el despiste se había consumido casi por completo sin que apenas llegase a darle un par de caladas, y me llevé la mano al bolsillo para sacar otro. Problema: era el último. Extraje la cajetilla vacía y, después de estrujarla entre mis manos, la arrojé en una esquina de la cubierta. Ya la recogería alguien. En cualquier caso, lo primero era conseguir más tabaco y, de paso, sondear la posibilidad de irme de allí de una vez por todas. No me era necesario despedirme de nadie de los que trabajaban allí, puesto que la relación entre nosotros había sido poco menos que casual. Sin embargo, debía tantear a quién pertenecía ese barco y si era posible que me lo llevase. Esa información sólo la podría conseguir en el interior del Baratie.
La hora de los desayunos ya había pasado y sólo quedaba algún plato vacío que alguien de la plantilla se afanaba en recoger. El grupo de borrachos de turno jugaba a las cartas y charlaba animadamente. Sabía por quienes abandonaba el lugar a altas horas de la noche que aquella gente era un pozo sin fondo de pérdidas. Constituían una oportunidad maravillosa para hacerse de oro, puesto que, según decían, ni siquiera hacía falta hacer trampas para sangrarles hasta dejarles en los huesos. No obstante, entre una cosa y otra nunca me había dado por intentar aprovecharme de ellos. En aquellos momentos tenía otras cosas entre mis prioridades, la verdad.
Me acerqué a la barra, bastante doblado sobre mí mismo para poder moverme por el interior del Baratie. En momentos como aquél recordaba por qué no acostumbraba a entrar en el restaurante. En cualquier caso, me aproximé a la barra y esperé a que alguien reparase en mí, lo que no tardó en suceder. Mientras lo hacía, no pude evitar reparar en el tipo de apariencia llamativa que, apartado de los demás, me miraba sin decir nada. Me sonaba su cara, aunque con un solo ojo y desde tan lejos no me sentía con la confianza de atribuirle un rostro o una identidad.
—Dos paquetes de tabaco; me da igual la marca —dije antes de volverme hacia el tipo misterioso. ¿Por qué no? Con los paquetes de tabaco ya bien guardados —o no, según respondiese a mi pregunta el camarero— me dirigí a la mesa en cuestión.
Aquellas sillas eran totalmente insuficientes, así que las hice a un lado y despejé una ampla zona antes de sentarme en el suelo. Crucé las piernas y procuré acomodarme. No tener que caminar inclinado hacia algún lado era todo un alivio. Una vez estuve acomodado, dirigí toda mi atención al sujeto y clavé en él mi único ojo sano.7
—Hola, ¿sabes a quién pertenece el barco que ha llegado esta noche? —inquirí al tiempo que señalaba con un pulgar hacia la puerta, como si con eso fuese suficiente para que nos entendiésemos por completo.