
Ares Brotoloigos
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24-11-2024, 04:10 PM
— ¿Me ves pintas de marine habitual? — El más alto esbozó una media sonrisa afilada. Era obvio que no lo era. No estaba cortado por el mismo patrón que por la mayoría de reclutas comunes y más genéricos, como quien dice. — No me habría importado verlo.
Pero quizás había sido mejor así. Ahora mismo lo que menos necesitaban era llamar la atención porque, de lo contrario, todo el asunto de ir de incógnito se habría ido al garete. Y no era plan joderlo por un baboso que no sabía controlar lo que tenía bajo los pantalones.
— Aunque estoy de acuerdo. — Mencionó mientras continuaban caminando. — Hay que saber apañárselas por uno mismo, nunca se sabe con lo que te puedes encontrar. — El mismo Ares no había tenido la mejor vida de todas. Y las calles de Arabasta tampoco eran mejores que las de Loguetown. Siempre había mierda de ese estilo en todos lados, por desgracia.
Cuando llegaron a la zona en concreto, fue un chasquido de lengua, disconforme, lo que brotó de entre los labios reptilianos del más alto. Habían llegado al almacén en sí. Totalmente a la vista, sin vigilancia de la Marina ni tan siquiera de camino a dicho lugar. Por una parte, no le sorprendía. Y, por la otra, le decepcionaba en gran medida. Para él eso solo significaba una cosa: O que la Marina no estaba enterada de tales actividades ilícitas, lo cual solo confirmaba que eran unos inútiles mayoritariamente. O que, simplemente, pasaban del tema, lo que le confirmaría que eran una panda de corruptos. Fuese cual fuese el caso, la Marina no terminaba bien parada a ojos de uno de sus más recientes reclutas.
— Una cerveza bien fría. — Fue lo que le dijo a Iris cuando la chica mencionó de invitarle y ambos se acomodaron en la barra. En lo que esperaba su bebida, Ares echó un vistazo analítico por el lugar. Estaba lleno de gente de la peor calaña, la mesa de apuestas también abarrotada de personas y una organización que brillaba por su ausencia.
Escuchó, poco después, el tintineo acristalado de la jarra cuando se la pasaron, y sin quitar la mirada de encima del ring, le dió un buen trago a la fría espumosa que bajó, agradablemente, a través de su garganta. Los ojos rojizos del diablos se entornaron y sonrió afiladamente con la propuesta de Iris.
— Nunca le digo que no a una buena pelea. Pero espero que apuestes por mi. — Matarían dos pájaros de un tiro.
Primero, una buena pelea le abriría el apetito, aplacaría un poco sus ansias y, con suerte, podría arrancar un par de manos. Ya casi se estaba relamiendo con ello. Y, por otro lado, les serviría para meterse más en el meollo de la cuestión. Para pasar más desapercibidos.
Pero quizás había sido mejor así. Ahora mismo lo que menos necesitaban era llamar la atención porque, de lo contrario, todo el asunto de ir de incógnito se habría ido al garete. Y no era plan joderlo por un baboso que no sabía controlar lo que tenía bajo los pantalones.
— Aunque estoy de acuerdo. — Mencionó mientras continuaban caminando. — Hay que saber apañárselas por uno mismo, nunca se sabe con lo que te puedes encontrar. — El mismo Ares no había tenido la mejor vida de todas. Y las calles de Arabasta tampoco eran mejores que las de Loguetown. Siempre había mierda de ese estilo en todos lados, por desgracia.
Cuando llegaron a la zona en concreto, fue un chasquido de lengua, disconforme, lo que brotó de entre los labios reptilianos del más alto. Habían llegado al almacén en sí. Totalmente a la vista, sin vigilancia de la Marina ni tan siquiera de camino a dicho lugar. Por una parte, no le sorprendía. Y, por la otra, le decepcionaba en gran medida. Para él eso solo significaba una cosa: O que la Marina no estaba enterada de tales actividades ilícitas, lo cual solo confirmaba que eran unos inútiles mayoritariamente. O que, simplemente, pasaban del tema, lo que le confirmaría que eran una panda de corruptos. Fuese cual fuese el caso, la Marina no terminaba bien parada a ojos de uno de sus más recientes reclutas.
— Una cerveza bien fría. — Fue lo que le dijo a Iris cuando la chica mencionó de invitarle y ambos se acomodaron en la barra. En lo que esperaba su bebida, Ares echó un vistazo analítico por el lugar. Estaba lleno de gente de la peor calaña, la mesa de apuestas también abarrotada de personas y una organización que brillaba por su ausencia.
Escuchó, poco después, el tintineo acristalado de la jarra cuando se la pasaron, y sin quitar la mirada de encima del ring, le dió un buen trago a la fría espumosa que bajó, agradablemente, a través de su garganta. Los ojos rojizos del diablos se entornaron y sonrió afiladamente con la propuesta de Iris.
— Nunca le digo que no a una buena pelea. Pero espero que apuestes por mi. — Matarían dos pájaros de un tiro.
Primero, una buena pelea le abriría el apetito, aplacaría un poco sus ansias y, con suerte, podría arrancar un par de manos. Ya casi se estaba relamiendo con ello. Y, por otro lado, les serviría para meterse más en el meollo de la cuestión. Para pasar más desapercibidos.