
Derian Markov
Lord Markov
25-11-2024, 12:21 AM
(Última modificación: 25-11-2024, 12:22 AM por Derian Markov.
Razón: Como SIEMPRE, ajustar cosas del código porque soy muy listo
)
Sorprendente. Había malinterpretado totalmente a aquel jovenzuelo malcriado. Estaba tan atrapado en su fantasía de poder que era incapaz hasta del trabajo en equipo más básico. Eso le ponía en una situación... molesta. Probablemente la única forma de trabajar con aquel crío sería dejarle al mando, o al menos hacerle creer que estaba al mando. Pero Derian Markov no era la clase de persona que se dejaba avasallar por los caprichos de otro, menos los de alguien como él. Al escuchar su respuesta, le dedicó una expresión de tedio. Le gustaría poder contestarle con su silencio, pero nunca había sido la clase de persona que se callaba - Gracias por su aportación. Ahora, creo que nuestro anfitrión tiene cosas más importantes que decir.
Había infravalorado el Inframundo. Comenzaba a sospechar que, en algunos aspectos, no era diferente a las intrigas cortesanas. Esa idea le causaba cierto aburrimiento y desgana. Se había ido de Ivansk, en parte, porque esa clase de juegos no eran su mundo. La corte se movía a su propio ritmo y las palabras tenían a menudo más peso que los actos. La retórica, los contactos y la influencia ganaban a los argumentos, la lógica y las necesidades del Estado. Era algo que siempre había despreciado. Hasta cierto punto, apreciaba e incluso disfrutaba de las intrigas y el juego del poder. Pero Derian era un hombre de libros y de acción. Había sido educado para ser un líder militar, el señor de la casa con la responsabilidad de proteger Ivansk. Y, además, como persona, era un ávido erudito. El modo en que la corte entorpecía el progreso era anatema a su forma de entender el mundo.
Aquello no era distinto. Había intentado, pese a marcarle su terreno, establecer un diálogo de cooperación con aquel joven impetuoso. La coordinación era vital para aquel trabajo. ¿Su respuesta? Insultarle. Bueno, al menos podía conceder al Inframundo (o tal vez era cosa de la ineptitud de aquel pipiolo advenedizo) que los insultos eran bastante más directos y evidentes. Aunque parecía que el tipo ese creía haber sido muy elegante y refinado, cuando sus palabras y modales eran dignos de los más refinados burdeles de marineros. Por un momento se imaginó cortándole la lengua con un cuchillo al rojo vivo lentamente. Imaginar sus gritos de dolor calmó un poco su molestia y le arrancó una media sonrisa.
Las palabras de Deschamps resultaron bastante más ilustrativas que las del maleducado jovenzuelo. Innecesariamente crípticas, o al menos en su opinión, pues el significado de sus palabras era evidente. La Marina estaba al acecho, pero los otros jugadores locales del Inframundo también estaban presentes y no se tomarían de buenas maneras que alguien se metiera en su territorio. Probablemente ni siquiera se parasen a preguntar antes de tomar medidas expeditivas. En cualquier caso, a continuación el empresario pasó una tarjeta con la dirección. Lo que vino a continuación era previsible. Derian evitó participar en el vulgar concurso de medición de... orgullos. Portar la tarjeta no designaba al líder. Por supuesto, el crío se aseguró de cogerla. El noble, que le sacaba una cabeza al niñato, no tuvo problemas en leer su contenido situándose a su espalda y leyendo por encima de su hombro.
- Ha sido un placer conocerle en persona, señor Deschamps. Nos aseguraremos de cumplir el encargo - miró a sus compañeros, o al menos al extraño de la máscara y a los otros dos desconocidos - Recomiendo partir cuanto antes a los buques. Tendremos que ver el tamaño y forma de las cajas para decidir nuestra estrategia. No dudo caballeros en que me darán la razón de que es de nuestro mutuo interés colaborar y asegurarnos de que todo vaya como la seda.
Dicho esto, dedicó un nuevo gesto con la cabeza a Deschamps a modo de despedida, cruzó la puerta y, con o sin sus compañeros, se encaminó al puerto. Era momento de ir a los barcos de Coal SL. Y de encontrar a alguien de quien alimentarse antes de que la sed se volviera insoportable. Mientras recorría las calles, fue pendiente de su entorno. Si encontraba a algún paisano de aspecto irrelevante entrando en un callejón solo, se excusaría ante sus compañeros como si necesitase hacer sus necesidades e iría tras él para darse un tentempié con su sangre antes de trabajar. La sed empezaba a volverse una distracción peligrosa.
Había infravalorado el Inframundo. Comenzaba a sospechar que, en algunos aspectos, no era diferente a las intrigas cortesanas. Esa idea le causaba cierto aburrimiento y desgana. Se había ido de Ivansk, en parte, porque esa clase de juegos no eran su mundo. La corte se movía a su propio ritmo y las palabras tenían a menudo más peso que los actos. La retórica, los contactos y la influencia ganaban a los argumentos, la lógica y las necesidades del Estado. Era algo que siempre había despreciado. Hasta cierto punto, apreciaba e incluso disfrutaba de las intrigas y el juego del poder. Pero Derian era un hombre de libros y de acción. Había sido educado para ser un líder militar, el señor de la casa con la responsabilidad de proteger Ivansk. Y, además, como persona, era un ávido erudito. El modo en que la corte entorpecía el progreso era anatema a su forma de entender el mundo.
Aquello no era distinto. Había intentado, pese a marcarle su terreno, establecer un diálogo de cooperación con aquel joven impetuoso. La coordinación era vital para aquel trabajo. ¿Su respuesta? Insultarle. Bueno, al menos podía conceder al Inframundo (o tal vez era cosa de la ineptitud de aquel pipiolo advenedizo) que los insultos eran bastante más directos y evidentes. Aunque parecía que el tipo ese creía haber sido muy elegante y refinado, cuando sus palabras y modales eran dignos de los más refinados burdeles de marineros. Por un momento se imaginó cortándole la lengua con un cuchillo al rojo vivo lentamente. Imaginar sus gritos de dolor calmó un poco su molestia y le arrancó una media sonrisa.
Las palabras de Deschamps resultaron bastante más ilustrativas que las del maleducado jovenzuelo. Innecesariamente crípticas, o al menos en su opinión, pues el significado de sus palabras era evidente. La Marina estaba al acecho, pero los otros jugadores locales del Inframundo también estaban presentes y no se tomarían de buenas maneras que alguien se metiera en su territorio. Probablemente ni siquiera se parasen a preguntar antes de tomar medidas expeditivas. En cualquier caso, a continuación el empresario pasó una tarjeta con la dirección. Lo que vino a continuación era previsible. Derian evitó participar en el vulgar concurso de medición de... orgullos. Portar la tarjeta no designaba al líder. Por supuesto, el crío se aseguró de cogerla. El noble, que le sacaba una cabeza al niñato, no tuvo problemas en leer su contenido situándose a su espalda y leyendo por encima de su hombro.
- Ha sido un placer conocerle en persona, señor Deschamps. Nos aseguraremos de cumplir el encargo - miró a sus compañeros, o al menos al extraño de la máscara y a los otros dos desconocidos - Recomiendo partir cuanto antes a los buques. Tendremos que ver el tamaño y forma de las cajas para decidir nuestra estrategia. No dudo caballeros en que me darán la razón de que es de nuestro mutuo interés colaborar y asegurarnos de que todo vaya como la seda.
Dicho esto, dedicó un nuevo gesto con la cabeza a Deschamps a modo de despedida, cruzó la puerta y, con o sin sus compañeros, se encaminó al puerto. Era momento de ir a los barcos de Coal SL. Y de encontrar a alguien de quien alimentarse antes de que la sed se volviera insoportable. Mientras recorría las calles, fue pendiente de su entorno. Si encontraba a algún paisano de aspecto irrelevante entrando en un callejón solo, se excusaría ante sus compañeros como si necesitase hacer sus necesidades e iría tras él para darse un tentempié con su sangre antes de trabajar. La sed empezaba a volverse una distracción peligrosa.