Henry
Akaitora (Tigre Rojo)
25-11-2024, 01:42 AM
Al ver aquél bello color naranja en el cielo me daba cuenta de que era tiempo de ir a casa. Pese a estar en las calles desde la mañana solo había vendido un par de flores, aunque algo era mejor que nada para ayudar a papá y a mamá. Tendría unos 10 años en aquella época, cuando empecé a recolectar flores en los alrededores de Rostock para vendérselas al pueblerino común.
Pero la cruda realidad era que no podía hacer mucho con con lo que ganaba con las flores, dándole lo poco que conseguía a mis padres. De camino a casa pasé por la playa de Rostock, dónde pude ver una de las cosas más extrañas que había visto hasta entonces, si no la que más, se trataba de un tipo robusto arrastrando barriles, al parecer realizando alguna especie de entrenamiento.
Me quedé embobado por unos segundos, pues a mis 10 años nunca había visto a alguien entrenar y menos de aquella forma. Miré de un lado a otro, pensando que aquél hombre tendría más espectadores que un pobre niño. Al ver que era el único en aquella playa viendo a aquél hombre decidí acercarme a él, dejando mi canasta con flores en la arena.
Pare una vez estuviese a unos 5 metros de él, admirando su esfuerzo por hacerse más fuerte de lo que ya era. — ¡Wow! ¿Que hará usted con todo ese músculo señor? — mi curiosidad era de lo más inocente y pura que este mundo podía ofrecer, aunque si estuviese en presencia de mi madre esta me diría que no haga esas preguntas y que respete a los demás.
— Usted parece más fuerte que mi papá señor — como niño era normal que fuese una metralleta cuando se trata de hacer preguntas, pues era una tras la otra, intentando descifrar los "porqué" de este mundo. — ¿Puede matar a una bestia marina de un golpe? — cualquier persona normal se empezaría a irritar por mis fantasiosas preguntas, diciéndome que me aleje del lugar.
El rastro que dejaban los barriles en la arena era evidencia de lo mucho que aquél tipo había cargado con todo aquél peso por la playa.
Pero la cruda realidad era que no podía hacer mucho con con lo que ganaba con las flores, dándole lo poco que conseguía a mis padres. De camino a casa pasé por la playa de Rostock, dónde pude ver una de las cosas más extrañas que había visto hasta entonces, si no la que más, se trataba de un tipo robusto arrastrando barriles, al parecer realizando alguna especie de entrenamiento.
Me quedé embobado por unos segundos, pues a mis 10 años nunca había visto a alguien entrenar y menos de aquella forma. Miré de un lado a otro, pensando que aquél hombre tendría más espectadores que un pobre niño. Al ver que era el único en aquella playa viendo a aquél hombre decidí acercarme a él, dejando mi canasta con flores en la arena.
Pare una vez estuviese a unos 5 metros de él, admirando su esfuerzo por hacerse más fuerte de lo que ya era. — ¡Wow! ¿Que hará usted con todo ese músculo señor? — mi curiosidad era de lo más inocente y pura que este mundo podía ofrecer, aunque si estuviese en presencia de mi madre esta me diría que no haga esas preguntas y que respete a los demás.
— Usted parece más fuerte que mi papá señor — como niño era normal que fuese una metralleta cuando se trata de hacer preguntas, pues era una tras la otra, intentando descifrar los "porqué" de este mundo. — ¿Puede matar a una bestia marina de un golpe? — cualquier persona normal se empezaría a irritar por mis fantasiosas preguntas, diciéndome que me aleje del lugar.
El rastro que dejaban los barriles en la arena era evidencia de lo mucho que aquél tipo había cargado con todo aquél peso por la playa.