Atlas
Nowhere | Fénix
25-11-2024, 03:13 PM
Alfred asiste atónito al final de tu demostración de fuerza. Aun así, la tensión, el miedo y al angustia siguen bien asentados dentro de su cuerpo y mantiene esa posición plegada durante algunos segundos más; justo hasta que le das tus primeras indicaciones. Por un momento parece que duda acerca de las mismas, pero tras unos instantes recuerda una promesa que hizo algún día y se pone manos a la obra. Puedes ver en su rostro que no le termina de gustar lo que está haciendo, pero aun así es consciente de que no le queda otra opción si quiere conservar su esencia.
Finalmente parece que todos están fuera de peligro y os derrumbáis para comer algo y comentar todo lo sucedido. Alfred no rechaza tu ofrecimiento y devora la barrita que le ofreces sin misericordia alguna. Al mismo tiempo puedes intuir cómo pone en orden sus ideas antes de comenzar a explicarte el origen de todo ese conflicto.
—Isla Organ está lejos de ser ese esplendoroso vergel que pretende transmitir Ciudad Orange. Sí, la capital, Orange, es un lugar próspero y precioso y me encanta vivir allí, pero no entiendo en qué momento el mundo entero se ha olvidado del resto de la isla. Una vez, de niño, conocí casi por error a una pequeña que decía venir de otro lugar de la isla. Ella lo llamaba la Colina y decía que no tenía que estar allí. Era como yo, pero al mismo tiempo no. Tenía extrañas heridas y bultos en sitios extraños, pero aun así era preciosa. En aquel momento no tenía ni idea de qué estaba viendo, pero sí tenía claro que estaba en cierto modo enferma. Aquel día jugamos y entramos en sintonía como nunca he entrado con nadie. Jugamos hasta que se empezó a hacer de noche y me dijo que se tenía que marchar. Jamás la volví a ver a pesar de que volví al mismo lugar incontables veces; nunca. Aun así, no he podido parar de pensar en ella desde entonces, si estará bien o si lo que le pasase se la ha llevado de este mundo. Quiero pensar que no, pero me da miedo que todo sean fantasías y esperanzas.
Hace una larga pausa en la que su mirada se detiene en los hermanos apresados. Uno de ellos ha hecho algunos movimientos con la nariz y las cejas, pero parece que siguen inconscientes y no tiene pinta de que vayan a despertar dentro de poco.
—Poco a poco me fui enterando de que Organ no todo es tan bonito como parece. Está ese desierto gigantesco en el que pocos se atreven a entrar y aún menos vuelven. Más allá de él está la Colina Hedionda. Allí residen unos bandidos deformes, gente extraña que se gana la vida de mala manera pero no nos molestan mientras no nos crucemos demasiado con ellos. Sospecho que esa niña, Rein, pertenecía a ese grupo. No tengo ni idea de qué es lo que les pasa, pero tienen que tener algún tipo de enfermedad o condición que les hace ser así. Estudié medicina para intentar descubrir qué le podía pasar a Rein e intentar ayudarla. Cualquiera diría que después de tanto tiempo se me habría olvidado, pero nada más lejos de la realidad. En los libros y los maestros no encontré respuesta alguna. Cuando me había dado por vencido, estudiando un viejo libro leí algo acerca de la Positonia Rosa, una flor que sólo florece durante un fin de semana en Momobami. Conseguirla es muy peligroso y arriesgado, así que muy poca gente se atreve a intentarlo —explica al tiempo que por fin abre la pequeña mochila y saca una hermosa flor de hojas violáceas—. No fue fácil y casi no lo cuento, pero lo conseguí. Cuando quise darme cuenta, estos cuatro sujetos entraron en mi vida. Me habían estado siguiendo bajo las órdenes de alguien, un tal The Whip, y querían que comprarme la flor. Eso o me la robarían, claro, y el resto ya lo has visto. Me han estado persiguiendo desde que dejé Momobami y han estado a punto de atraparme en varias ocasiones. Creo que si no hubieses estado aquí en esta ocasión lo habrían conseguido definitivamente.
Finalmente parece que todos están fuera de peligro y os derrumbáis para comer algo y comentar todo lo sucedido. Alfred no rechaza tu ofrecimiento y devora la barrita que le ofreces sin misericordia alguna. Al mismo tiempo puedes intuir cómo pone en orden sus ideas antes de comenzar a explicarte el origen de todo ese conflicto.
—Isla Organ está lejos de ser ese esplendoroso vergel que pretende transmitir Ciudad Orange. Sí, la capital, Orange, es un lugar próspero y precioso y me encanta vivir allí, pero no entiendo en qué momento el mundo entero se ha olvidado del resto de la isla. Una vez, de niño, conocí casi por error a una pequeña que decía venir de otro lugar de la isla. Ella lo llamaba la Colina y decía que no tenía que estar allí. Era como yo, pero al mismo tiempo no. Tenía extrañas heridas y bultos en sitios extraños, pero aun así era preciosa. En aquel momento no tenía ni idea de qué estaba viendo, pero sí tenía claro que estaba en cierto modo enferma. Aquel día jugamos y entramos en sintonía como nunca he entrado con nadie. Jugamos hasta que se empezó a hacer de noche y me dijo que se tenía que marchar. Jamás la volví a ver a pesar de que volví al mismo lugar incontables veces; nunca. Aun así, no he podido parar de pensar en ella desde entonces, si estará bien o si lo que le pasase se la ha llevado de este mundo. Quiero pensar que no, pero me da miedo que todo sean fantasías y esperanzas.
Hace una larga pausa en la que su mirada se detiene en los hermanos apresados. Uno de ellos ha hecho algunos movimientos con la nariz y las cejas, pero parece que siguen inconscientes y no tiene pinta de que vayan a despertar dentro de poco.
—Poco a poco me fui enterando de que Organ no todo es tan bonito como parece. Está ese desierto gigantesco en el que pocos se atreven a entrar y aún menos vuelven. Más allá de él está la Colina Hedionda. Allí residen unos bandidos deformes, gente extraña que se gana la vida de mala manera pero no nos molestan mientras no nos crucemos demasiado con ellos. Sospecho que esa niña, Rein, pertenecía a ese grupo. No tengo ni idea de qué es lo que les pasa, pero tienen que tener algún tipo de enfermedad o condición que les hace ser así. Estudié medicina para intentar descubrir qué le podía pasar a Rein e intentar ayudarla. Cualquiera diría que después de tanto tiempo se me habría olvidado, pero nada más lejos de la realidad. En los libros y los maestros no encontré respuesta alguna. Cuando me había dado por vencido, estudiando un viejo libro leí algo acerca de la Positonia Rosa, una flor que sólo florece durante un fin de semana en Momobami. Conseguirla es muy peligroso y arriesgado, así que muy poca gente se atreve a intentarlo —explica al tiempo que por fin abre la pequeña mochila y saca una hermosa flor de hojas violáceas—. No fue fácil y casi no lo cuento, pero lo conseguí. Cuando quise darme cuenta, estos cuatro sujetos entraron en mi vida. Me habían estado siguiendo bajo las órdenes de alguien, un tal The Whip, y querían que comprarme la flor. Eso o me la robarían, claro, y el resto ya lo has visto. Me han estado persiguiendo desde que dejé Momobami y han estado a punto de atraparme en varias ocasiones. Creo que si no hubieses estado aquí en esta ocasión lo habrían conseguido definitivamente.