Derian Markov
Lord Markov
25-11-2024, 06:36 PM
La oscuridad se cernía sobre las calles de Rostock, solo contestada por las luces de unas pocas casas y tabernas, por el destello lejano del faro y por la reina de la noche. La luna gibosa estaba acercándose a su plenitud y, en pocos días, habría luna llena. La plateada luz, el silencio de las calles y el lejano rumor del mar componían una escena de tenebrosa solemnidad. El escenario perfecto sobre el que la sinfonía final debería ser compuesta. Lo que había iniciado con la muerte de los contrabandistas y continuado con los asesinatos de tres noches atrás debía finalizar. Se acercaba el tercer acto de aquella historia.
Como en otras noches, el conde acababa de saciar su sed. Entre sus brazos se retorcía otro cuerpo anónimo, incapaz de gritar o emitir más sonidos que los gorgoteos ahogados de una garganta degollada y un pulmón ahogado en sangre. Derian bebió ávidamente y soltó un suspiro de alivio. Dejó caer el cuerpo al suelo y sacó un pañuelo de lino con el que limpiarse la cara y las manos. Usó también su cantimplora para humedecerlo y se aseó con cuidado y diligencia. Al salir de detrás de la tienda cerrada en que acababa de darse su macabro festín, guardó el pañuelo en el bolsillo de su gabardina. La luz de la luna iluminó su armadura plateada y la hizo destellar.
Eran noche peligrosas. Lo bastante como para que todo el mundo estuviese encerrado en sus casas, descontando unos pocos atrevidos y gente con intenciones oscuras. Tanto como para que el propio Derian hubiese optado por caminar abiertamente vestido con la Coraza Pálida, la armadura de batalla del líder de la casa Markov. Sabía que algo había cambiado en las últimas noches. Forasteros de aspecto curtido recorrían ahora incansablemente el pueblo en busca de algo que al conde se le escapaba, pero sospechaba que podía tener que ver con su incursión en la cueva. La reacción que había esperado se había producido y era solo cuestión de tiempo que el choque se produjera.
Al llegar junto al Ancla del Ahogado, se detuvo y frunció el ceño. El noble estaba en tensión, con la mano derecha a medio camino del mango de Gheara. En un primer vistazo, el exterior de la taberna parecía igual que siempre. La luz de la lumbre y las velas atravesando los cristales, el rumor de las conversaciones... sin embargo, Derian podía escuchar más que eso. En el silencio de la noche, las sutiles diferencias en los sonidos del interior no se escapaban a su agudo oído. No había risas, el tono de voz de todos era moderado. Esos detalles eran suficientes para hacerle vacilar. Aquel local era la clase de sitio donde los marineros descargaban su tensión tras una dura jornada de trabajo. Aquello no se sentía natural.
Sus ojos captaron el movimiento en la callejuela. Alguien se ocultaba en las sombras. Fingiendo no haberlo visto, Derian siguió caminando y comenzó a rodear la tasca por el lado contrario. En el momento en que estuvo cerca de las ventanas y fuera de la vista de la extraña figura, se agachó para no ser detectado desde el interior de la taberna. Mientras se movía tratando de no hacer ruido, alzó la cabeza lo justo para echar un vistazo al interior desde la esquina de una ventana. Como había sospechado, había un comité de bienvenida. Y teniendo en cuenta su costumbre de frecuentar aquel local, tenía una idea bastante concreta de a quién esperaban. Volvió a ocultarse sin fijarse en los detalles, pues no quería ser descubierto aún, continuando en su lugar su recorrido. Llegó finalmente a la parte posterior de la callejuela y vio la espalda del extraño. Parecía inquieto, como si estuviese esperando a alguien. Se aproximó a él desde su espalda, evitando las ventanas de nuevo y susurró, con voz suave - Una buena hora para otear desde las sombras, aunque probablemente te iría mejor con ropas más oscuras o una luna menos llena. Dime, ¿qué o a quién esperas con tanta intensidad? Tal vez pueda... ayudarte.
Como en otras noches, el conde acababa de saciar su sed. Entre sus brazos se retorcía otro cuerpo anónimo, incapaz de gritar o emitir más sonidos que los gorgoteos ahogados de una garganta degollada y un pulmón ahogado en sangre. Derian bebió ávidamente y soltó un suspiro de alivio. Dejó caer el cuerpo al suelo y sacó un pañuelo de lino con el que limpiarse la cara y las manos. Usó también su cantimplora para humedecerlo y se aseó con cuidado y diligencia. Al salir de detrás de la tienda cerrada en que acababa de darse su macabro festín, guardó el pañuelo en el bolsillo de su gabardina. La luz de la luna iluminó su armadura plateada y la hizo destellar.
Eran noche peligrosas. Lo bastante como para que todo el mundo estuviese encerrado en sus casas, descontando unos pocos atrevidos y gente con intenciones oscuras. Tanto como para que el propio Derian hubiese optado por caminar abiertamente vestido con la Coraza Pálida, la armadura de batalla del líder de la casa Markov. Sabía que algo había cambiado en las últimas noches. Forasteros de aspecto curtido recorrían ahora incansablemente el pueblo en busca de algo que al conde se le escapaba, pero sospechaba que podía tener que ver con su incursión en la cueva. La reacción que había esperado se había producido y era solo cuestión de tiempo que el choque se produjera.
Al llegar junto al Ancla del Ahogado, se detuvo y frunció el ceño. El noble estaba en tensión, con la mano derecha a medio camino del mango de Gheara. En un primer vistazo, el exterior de la taberna parecía igual que siempre. La luz de la lumbre y las velas atravesando los cristales, el rumor de las conversaciones... sin embargo, Derian podía escuchar más que eso. En el silencio de la noche, las sutiles diferencias en los sonidos del interior no se escapaban a su agudo oído. No había risas, el tono de voz de todos era moderado. Esos detalles eran suficientes para hacerle vacilar. Aquel local era la clase de sitio donde los marineros descargaban su tensión tras una dura jornada de trabajo. Aquello no se sentía natural.
Sus ojos captaron el movimiento en la callejuela. Alguien se ocultaba en las sombras. Fingiendo no haberlo visto, Derian siguió caminando y comenzó a rodear la tasca por el lado contrario. En el momento en que estuvo cerca de las ventanas y fuera de la vista de la extraña figura, se agachó para no ser detectado desde el interior de la taberna. Mientras se movía tratando de no hacer ruido, alzó la cabeza lo justo para echar un vistazo al interior desde la esquina de una ventana. Como había sospechado, había un comité de bienvenida. Y teniendo en cuenta su costumbre de frecuentar aquel local, tenía una idea bastante concreta de a quién esperaban. Volvió a ocultarse sin fijarse en los detalles, pues no quería ser descubierto aún, continuando en su lugar su recorrido. Llegó finalmente a la parte posterior de la callejuela y vio la espalda del extraño. Parecía inquieto, como si estuviese esperando a alguien. Se aproximó a él desde su espalda, evitando las ventanas de nuevo y susurró, con voz suave - Una buena hora para otear desde las sombras, aunque probablemente te iría mejor con ropas más oscuras o una luna menos llena. Dime, ¿qué o a quién esperas con tanta intensidad? Tal vez pueda... ayudarte.