Vesper Chrome
Medical Fortress
25-11-2024, 10:55 PM
Ser parte de una tripulación significa ir de aventuras, visitando isla tras isla, en busca de algo que nos llene de una increíble adrenalina. Ayudar a un puñado de gente que no puede hacer las cosas por sí mismas, pelear con algún pendejo que se cree mejor que todos o enfrentarnos a desafíos que solo los locos aceptarían. Son cosas simples, pero que nos llenan de libertad. Al final de cuentas, somos piratas. Somos los que han tomado la iniciativa de ser libres por encima de todo y de todos. Somos los que nos atrevemos a salir al mar, a ponerle fin a la falsa cara del gobierno y a seguir adelante como si no pasara nada. ¿Por qué? Porque confiamos en nuestra fuerza.
Y gracias a esto, es que ahora estoy en DemonTooth. Llegamos antes del anochecer; la tarde apenas se ponía y el ambiente de la isla ya tenía un aire extraño, como si algo estuviera fuera de lugar. Las voces de los locales llenaban las calles con rumores. “¿Viste las luces?”, preguntaban algunos. “Algo se mueve cerca del Colmillo Oeste”, respondían otros. No podías caminar ni dos pasos sin que alguien hablara de la recompensa que el consejo de ancianos había ofrecido o del aprendiz del dojo que había desaparecido. Mientras escuchaba todo aquello, una chispa de curiosidad se encendió dentro de mí. Este no era el tipo de lugar donde las cosas simplemente “pasaban” sin razón. Si había luces, rastros de criaturas extrañas y una historia de demonios y guerreros, algo importante estaba ocurriendo. Mi instinto me decía que no era una simple leyenda o algún cuento para asustar a los niños.
“Esto suena interesante”, pensé mientras ajustaba mi equipo. Este tipo de misterios es justo lo que buscamos al viajar. No importa si se trata de una pelea, un rescate o descubrir la verdad detrás de una historia vieja como la isla misma. Si algo está esperando en esa torre, entonces no tengo otra opción más que averiguarlo.
DemonTooth, sus rumores y su recompensa ya eran míos. Tal vez era el oro lo que me movía, o quizás el deseo de demostrarme que no hay nada en el mundo que pueda asustar a alguien que ha elegido el mar como su camino. Cualquiera que sea la razón, ya estaba claro que no iba a quedarme al margen. Los demás podían seguir hablando de luces y criaturas, pero yo ya me había puesto manos a la obra.
Es hora de que este pirata deje su marca en esta isla.
El plan era simple: empezar por el pueblo y seguir los rumores hasta encontrar algo sólido. Caminé entre las casas de madera y piedra, observando a los aldeanos que murmuraban entre ellos con miradas inquietas. Cada minuto que pasaba me acercaba más a lo que supuestamente estaba sucediendo e inquietando a muchos, y aunque no sabía qué me esperaba, una parte de mí deseaba que fuera algo grande. Algo que pusiera a prueba la fuerza que tanto presumo. Me detuve en una taberna que parecía ser el corazón del cotilleo local. Adentro, el ambiente estaba cargado de tensión y curiosidad. Unos pescadores discutían sobre las luces del bosque, mientras un anciano contaba por enésima vez la leyenda de la Torre del Rey Demonio. Me acerqué a la barra y, entre un trago y otro, empecé a escuchar con atención. Aunque muchos relatos parecían exagerados, había algo en las palabras de los tramperos que llamó mi atención: huellas gigantes, demasiado grandes para cualquier criatura normal de esta isla. Eso no era algo que pudiera ignorar.
La decisión estaba tomada. Salí de la taberna con una sonrisa en el rostro y una extraña emoción en el pecho. La noche empezaba a caer, y el aire fresco de DemonTooth traía consigo el aroma de los árboles y la promesa de un desafío. Me dirigí hacia el camino que llevaba al Colmillo Oeste, ajustando mi escudo en mi espalda mientras mi mente repasaba lo que podría encontrar. Tal vez era solo una bestia perdida. Quizás un viejo artefacto maldito. O tal vez, y esto era lo que realmente deseaba, algo que los libros de historia ni siquiera podían imaginar. Dinero, o algo que realmente le sirviera a la tripulación, al final de cuentas necesiamos mucho dinero para costear todos nuestros viajes, si que el barco era nuestro, pero con la banda de comelones que hay en ese barco seria imposible sobrevivir con poca cosa. Con cada paso que daba hacia el bosque, las voces del pueblo se desvanecían, reemplazadas por el crujido de las hojas bajo mi calzado y el murmullo del viento entre los árboles. La aventura ya había comenzado, y no había marcha atrás.
Y gracias a esto, es que ahora estoy en DemonTooth. Llegamos antes del anochecer; la tarde apenas se ponía y el ambiente de la isla ya tenía un aire extraño, como si algo estuviera fuera de lugar. Las voces de los locales llenaban las calles con rumores. “¿Viste las luces?”, preguntaban algunos. “Algo se mueve cerca del Colmillo Oeste”, respondían otros. No podías caminar ni dos pasos sin que alguien hablara de la recompensa que el consejo de ancianos había ofrecido o del aprendiz del dojo que había desaparecido. Mientras escuchaba todo aquello, una chispa de curiosidad se encendió dentro de mí. Este no era el tipo de lugar donde las cosas simplemente “pasaban” sin razón. Si había luces, rastros de criaturas extrañas y una historia de demonios y guerreros, algo importante estaba ocurriendo. Mi instinto me decía que no era una simple leyenda o algún cuento para asustar a los niños.
“Esto suena interesante”, pensé mientras ajustaba mi equipo. Este tipo de misterios es justo lo que buscamos al viajar. No importa si se trata de una pelea, un rescate o descubrir la verdad detrás de una historia vieja como la isla misma. Si algo está esperando en esa torre, entonces no tengo otra opción más que averiguarlo.
DemonTooth, sus rumores y su recompensa ya eran míos. Tal vez era el oro lo que me movía, o quizás el deseo de demostrarme que no hay nada en el mundo que pueda asustar a alguien que ha elegido el mar como su camino. Cualquiera que sea la razón, ya estaba claro que no iba a quedarme al margen. Los demás podían seguir hablando de luces y criaturas, pero yo ya me había puesto manos a la obra.
Es hora de que este pirata deje su marca en esta isla.
El plan era simple: empezar por el pueblo y seguir los rumores hasta encontrar algo sólido. Caminé entre las casas de madera y piedra, observando a los aldeanos que murmuraban entre ellos con miradas inquietas. Cada minuto que pasaba me acercaba más a lo que supuestamente estaba sucediendo e inquietando a muchos, y aunque no sabía qué me esperaba, una parte de mí deseaba que fuera algo grande. Algo que pusiera a prueba la fuerza que tanto presumo. Me detuve en una taberna que parecía ser el corazón del cotilleo local. Adentro, el ambiente estaba cargado de tensión y curiosidad. Unos pescadores discutían sobre las luces del bosque, mientras un anciano contaba por enésima vez la leyenda de la Torre del Rey Demonio. Me acerqué a la barra y, entre un trago y otro, empecé a escuchar con atención. Aunque muchos relatos parecían exagerados, había algo en las palabras de los tramperos que llamó mi atención: huellas gigantes, demasiado grandes para cualquier criatura normal de esta isla. Eso no era algo que pudiera ignorar.
La decisión estaba tomada. Salí de la taberna con una sonrisa en el rostro y una extraña emoción en el pecho. La noche empezaba a caer, y el aire fresco de DemonTooth traía consigo el aroma de los árboles y la promesa de un desafío. Me dirigí hacia el camino que llevaba al Colmillo Oeste, ajustando mi escudo en mi espalda mientras mi mente repasaba lo que podría encontrar. Tal vez era solo una bestia perdida. Quizás un viejo artefacto maldito. O tal vez, y esto era lo que realmente deseaba, algo que los libros de historia ni siquiera podían imaginar. Dinero, o algo que realmente le sirviera a la tripulación, al final de cuentas necesiamos mucho dinero para costear todos nuestros viajes, si que el barco era nuestro, pero con la banda de comelones que hay en ese barco seria imposible sobrevivir con poca cosa. Con cada paso que daba hacia el bosque, las voces del pueblo se desvanecían, reemplazadas por el crujido de las hojas bajo mi calzado y el murmullo del viento entre los árboles. La aventura ya había comenzado, y no había marcha atrás.