Alistair
Mochuelo
26-11-2024, 05:19 AM
Luego de la tormenta llegó la calma. Había sido un combate intenso que admitía haberlo pillado más de una vez en una mala posición, suficiente para disparar en múltiples ocasiones su respuesta de lucha o huida. Pero ahora, con los responsables atados y tan solo recientemente curados, podía respirar tranquilo; los mantendría en el rango efectivo del rabillo de su ojo, siempre atento a cada movimiento que pudieran hacer, e incluso esperando que alguno despertara para acabar de confirmar sus reacciones. Dolor generalizado en todo su cuerpo, como mínimo. Pero vivirían para el día de mañana, y eso le bastaba al revolucionario para hacer las pases con su propia consciencia.
Ahora, era la hora de que el emplumado escuchara el lado de la historia que correspondía a Alfred, a quien prestaría especial atención en busca de cualquier detalle menor que pudiera delatar una identidad oculta; no es que quisiera sospechar del médico, pero juzgando con ojos que veían a través de la locura ya pasada del enfrentamiento anterior, un deje de desconfianza era necesario con todos los involucrados. Aunque con lo que ya sabía, admitía que tenía muchos puntos a favor de un trasfondo diametralmente opuesto al de un estafador a medio tiempo.
La historia del hombre fue una en la que Alistair fue envuelto por su narrativa, produciéndole una sensación que apretó su pecho ante la melancolía de su situación. Una chica conocida tiempo atrás, un único encuentro fortuito y la intención de ayudarla con una enfermedad misteriosa que parecía plagar a Isla Organ. Estaba cercanamente familiarizado con la emoción de la que el hombre hablaba, aquella voz tan muda como persistente que advertía profusamente de no dejarse envolver entre fantasías y esperanzas hasta el día en que pudiera confirmarlo con sus propios ojos, o arriesgarse a darse el mayor golpe emocional tras caer de la cima que tales pensamientos idealistas formaban.
— Yo... Puedo entender tu sentimiento. Tengo entre mis manos una situación similar. Ya te contaré si tenemos el tiempo, pero por ahora, sigue siendo tu turno para seguir contándome la historia. — Usó una pequeña intromisión para compartir su propio contexto -en el caso del emplumado, mucho mas consanguineo- con el médico, justo antes de girar su mirada bruscamente a los hermanos ante los pequeños gestos que Alfred también detectó. Dedicó una mirada innaturalmente atenta, con los ojos incapaces de moverse en otra dirección aunque así lo quisiera; casi parecía que se había olvidado de parpadear. Nada. Parecía que habían sido nada más que movimientos reflejo, había tantas justificaciones a lo que acababa de suceder como dedos en sus manos y pies. Con asegurarse de que ninguno estaba cercano a despertar, y así lo parecía, le bastaba de momento.
Resumió su atención dividida sobre el médico, sin descartarla de los hermanos; si fuese visco, el ojo bueno estaría sin duda clavado en los cuatro gemelos.
— Positonia Rosa, dices... — Murmuró entre labios, a suficiente volumen para que fuese sencillo para Alfred escucharle. Había sido una historia digna de plasmar en un libro con un necesario cambio de nombres para retener el anonimato de su relatador. Cada gramo de atención que había invertido en Alfred fue heredado de manera automática en la bellísima flor que removió de su mochila, violácea como ninguna y con una fragilidad aparente que ameritaba los cuidados invertidos en ella. ¿Se trataba de una planta medicinal capaz de curar la enfermedad de la amada del médico? Casi no podía creerlo, pero siguiendo su instinto, sí lo hizo. Confiaría en la palabra del hombre, por el bien de él, de la muchacha desconocida, y de conseguir llevar un capítulo de la historia ajena a su mejor final posible. Perdido en la apariencia de la flor, parpadeó un par de veces antes de sacarse a sí mismo del trance. — La historia de siempre entonces. Una persona fuerte atormentando a quien no puede defenderse por un deseo egoísta. La conozco como si fuera propia. — Y lo era. La marca de un pie con tres dígitos de los Tenryuubitos en su espalda, bajo su vestimenta, era fiel prueba.
Se mantuvo pensativo; su mirada aún permanecía en la Positonia, pero claramente ya no la veía. Estaba absorto en su propia tierra de pensamientos.
Tomó aire y soltó un suspiro tendido, acabando el juego de acciones en una sonrisa amplia. — ¡De acuerdo! Me convenciste. Te ayudaré con lo que necesites para llevar la Positonia hasta Rein. Quizá incluso pueda darte una mano con la sintetización del medicamento que requieres, salvo que la planta sea de las que debes administrar como un medicamento tópico. Ya me contarás lo que sea necesario cuando estemos mas cerca de esos pasos. — Esperó un segundo a su respuesta, y luego prosiguió. — Por lo pronto, la primera preocupación a la mano sería escoltarte hasta llegar a ella, ¿no es así? No conozco a este tal "The Whip", pero tiene apodo de villano de película. Sea quien sea, lo mas seguro es que esos hermanos no sean el último de los problemas que te enviará a modo de cacería. Personas así suelen ser bastante caprichosas, y no te dejarán tranquilo hasta que les sea físicamente imposible arrancarte la flor de las manos. — Una realidad triste, pero no por ello menos real. En especial tras lo ocurrido hoy, tan pronto el villano en cuestión se enterara de lo ocurrido con sus subordinados, lo mas seguro es que empezaría a mandar unidades aún mas preparadas en busca de la flor.
Se encargaría de ver esa historia hasta el final, y poner cada gramo de su ser en que todo saliese bien.
Ahora, era la hora de que el emplumado escuchara el lado de la historia que correspondía a Alfred, a quien prestaría especial atención en busca de cualquier detalle menor que pudiera delatar una identidad oculta; no es que quisiera sospechar del médico, pero juzgando con ojos que veían a través de la locura ya pasada del enfrentamiento anterior, un deje de desconfianza era necesario con todos los involucrados. Aunque con lo que ya sabía, admitía que tenía muchos puntos a favor de un trasfondo diametralmente opuesto al de un estafador a medio tiempo.
La historia del hombre fue una en la que Alistair fue envuelto por su narrativa, produciéndole una sensación que apretó su pecho ante la melancolía de su situación. Una chica conocida tiempo atrás, un único encuentro fortuito y la intención de ayudarla con una enfermedad misteriosa que parecía plagar a Isla Organ. Estaba cercanamente familiarizado con la emoción de la que el hombre hablaba, aquella voz tan muda como persistente que advertía profusamente de no dejarse envolver entre fantasías y esperanzas hasta el día en que pudiera confirmarlo con sus propios ojos, o arriesgarse a darse el mayor golpe emocional tras caer de la cima que tales pensamientos idealistas formaban.
— Yo... Puedo entender tu sentimiento. Tengo entre mis manos una situación similar. Ya te contaré si tenemos el tiempo, pero por ahora, sigue siendo tu turno para seguir contándome la historia. — Usó una pequeña intromisión para compartir su propio contexto -en el caso del emplumado, mucho mas consanguineo- con el médico, justo antes de girar su mirada bruscamente a los hermanos ante los pequeños gestos que Alfred también detectó. Dedicó una mirada innaturalmente atenta, con los ojos incapaces de moverse en otra dirección aunque así lo quisiera; casi parecía que se había olvidado de parpadear. Nada. Parecía que habían sido nada más que movimientos reflejo, había tantas justificaciones a lo que acababa de suceder como dedos en sus manos y pies. Con asegurarse de que ninguno estaba cercano a despertar, y así lo parecía, le bastaba de momento.
Resumió su atención dividida sobre el médico, sin descartarla de los hermanos; si fuese visco, el ojo bueno estaría sin duda clavado en los cuatro gemelos.
— Positonia Rosa, dices... — Murmuró entre labios, a suficiente volumen para que fuese sencillo para Alfred escucharle. Había sido una historia digna de plasmar en un libro con un necesario cambio de nombres para retener el anonimato de su relatador. Cada gramo de atención que había invertido en Alfred fue heredado de manera automática en la bellísima flor que removió de su mochila, violácea como ninguna y con una fragilidad aparente que ameritaba los cuidados invertidos en ella. ¿Se trataba de una planta medicinal capaz de curar la enfermedad de la amada del médico? Casi no podía creerlo, pero siguiendo su instinto, sí lo hizo. Confiaría en la palabra del hombre, por el bien de él, de la muchacha desconocida, y de conseguir llevar un capítulo de la historia ajena a su mejor final posible. Perdido en la apariencia de la flor, parpadeó un par de veces antes de sacarse a sí mismo del trance. — La historia de siempre entonces. Una persona fuerte atormentando a quien no puede defenderse por un deseo egoísta. La conozco como si fuera propia. — Y lo era. La marca de un pie con tres dígitos de los Tenryuubitos en su espalda, bajo su vestimenta, era fiel prueba.
Se mantuvo pensativo; su mirada aún permanecía en la Positonia, pero claramente ya no la veía. Estaba absorto en su propia tierra de pensamientos.
Tomó aire y soltó un suspiro tendido, acabando el juego de acciones en una sonrisa amplia. — ¡De acuerdo! Me convenciste. Te ayudaré con lo que necesites para llevar la Positonia hasta Rein. Quizá incluso pueda darte una mano con la sintetización del medicamento que requieres, salvo que la planta sea de las que debes administrar como un medicamento tópico. Ya me contarás lo que sea necesario cuando estemos mas cerca de esos pasos. — Esperó un segundo a su respuesta, y luego prosiguió. — Por lo pronto, la primera preocupación a la mano sería escoltarte hasta llegar a ella, ¿no es así? No conozco a este tal "The Whip", pero tiene apodo de villano de película. Sea quien sea, lo mas seguro es que esos hermanos no sean el último de los problemas que te enviará a modo de cacería. Personas así suelen ser bastante caprichosas, y no te dejarán tranquilo hasta que les sea físicamente imposible arrancarte la flor de las manos. — Una realidad triste, pero no por ello menos real. En especial tras lo ocurrido hoy, tan pronto el villano en cuestión se enterara de lo ocurrido con sus subordinados, lo mas seguro es que empezaría a mandar unidades aún mas preparadas en busca de la flor.
Se encargaría de ver esa historia hasta el final, y poner cada gramo de su ser en que todo saliese bien.