Airgid Vanaidiam
Metalhead
26-11-2024, 02:18 PM
Isla Momobami, Selva Profunda, 17:00 de la tarde
La selva de Momobami, un lugar tan peligroso que ni siquiera, los pocos que viven en la isla, se atreven a pisarla durante demasiado tiempo. Y es que los animales que allí habitan no son simplemente grandes, ni solamente feroces, sino que incluso parece haber mutaciones entre ellos, mezclas híbridas de una especie con la otra, dando lugar a verdaderas pesadillas. Una carta de presentación de lo más bestial y aterradora, motivo por el que no muchas tripulaciones se atreven a desembarcar allí. Pero ese no es el caso de nuestro protagonista.
A media tarde, en mitad de la frondosa jungla, la luz del sol apenas podía llegar a filtrarse a través de la enorme cantidad de hojas de las copas de los árboles. Troncos altísimos, llegando algunos de ellos incluso a los diez metros de altura, que proporcionaban una capa protectora frente al calor del astro, proyectando prácticamente una sola y gigantesca sombra. Las raíces de los mismos eran tan gruesas y el suelo estaba tan inundado de ellas que muchas se veían forzadas a sobresalir, entorpeciendo el paso de quién osase adentrarse. La iluminación se tornaba ligeramente fría, con tonos azulados y verdosos debido a la gran cantidad de vegetación, tan variada en sus tamaños y formas. El ambiente era tan húmedo aquel día que la ropa se pegaba tanto a la piel que era como si quisiera fusionarse con ella. Por suerte, donde nos encontramos, hay también un gran y profundo lago de aguas aparentemente apacibles, tranquilas, algunos nenúfares en la superficie. Aunque la frondosidad de la selva no deja ver del todo hasta dónde llega, pues se extiende más allá de lo que las ramas dejan ver. Y por supuesto, los sonidos de la jungla. Y es que nunca es silenciosa. Cada insecto exala su propio sonido, como los grillos y las cigarras; los sapos y las ranas croban como si siguieran un patrón; las aves, cada una con su propio cantar, algunos más estridentes y otros más suaves y melodiosos; incluso se podía escuchar el grito de algo que parecía ser un grupo de simios, probablemente pasando de liana en liana. Allá a cada lugar que mirabas, podías ver una gran araña, un ciempiés, una serpiente o una culebra, animales silenciosos, pero igual de abundantes.
Lo cierto es que Momobami estaba lleno de vida. Una increíble variabilidad de especies, tanto conocidas, como las anteriormente mencionadas hibridaciones. Sería el lugar ideal para un biólogo, sino fuera tan peligroso. Y es que aunque de momento, los animales parecen estar tranquilos, cualquier cosa podría llegar a cambiar eso.