Ares Brotoloigos
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26-11-2024, 04:12 PM
Día 6 de Verano del 724
Todavía había bastante luz por las calles de Loguetown para cuando Ares había abandonado el cuartel. O, más bien, se disponía a hacerlo hasta que se quedó charlando unos minutos con uno de los reclutas de la zona. Ares era un tipo alto, fornido, aunque más bien era fibroso. Pero lo que sí resaltaba en él, sobre todo físicamente, eran las escamas blancas que cubrían su cuerpo, su morro reptiliano y la corona de cuernos que iban hacia atrás en su cabeza. Retomó la caminata hacia el exterior. Algunas miradas siempre recaían en él. Iba, todavía, con su peculiar uniforme de marine, que no coincidía para nada con el del resto más allá del emblema de la gaviota en un color dorado sobre el fondo oscuro que era el resto de sus ropas. Había pedido un permiso especial para ello y se lo habían concedido tras muchos regañadientes.
Ares abandonó, entonces, las cercanías del cuartel de Loguetown para impregnarse del resto de humanidad que todavía continuaba con sus quehaceres en las calles y callejones de la llamativa y bulliciosa ciudad. Todavía podía hacer una ronda más antes de que anocheciese y se dedicase a otros quehaceres más furtivos. Al fin y al cabo, la cosas ilegales solían moverse, sobre todo, al amparo de la noche.
O, quizás, se metiese al gimnasio del cuartel a entrenar. En realidad prefería pegarse con alguien de su tamaño, pero era algo complicado. El resto de reclutas eran bastante retacos por desgracia. Y no le permitían el poder partirles la cara. Así que era lo que había.
Sus pasos lo llevaron cerca del mercado. No iba a comprar nada, al menos en primera instancia. Pero sí iba a vigilar. Ese lugar era donde más follones solía haber en el día a día, fuese por ladronzuelos, timos o cosas similares. Delitos menores, pero delitos al fin y al cabo. Suerte de su envergadura y su presencia que, en cuanto comenzó a adentrarse al lugar, con un movimiento sutil de su larga cola escamada con cada paso que daba, arrancaba casi toda la atención de los viandantes. Algunos se apartaban, y eso no parecía importarle.
Encontró, entonces, un buen lugar apartado para vigilar. Desde ahí tenía un buen ángulo de la zona central del mercado. Como una enorme estatua de alabastro.