
Sowon
Luna Sangrienta
28-11-2024, 09:04 PM
La niña parecía no temer ni juzgar su aspecto, algo extraño en los humanos quienes siempre veían en los Onis antiguas creencias de seres infernales o que solo causaban la destrucción, ella tampoco era el mejor ejemplo a seguir siendo la destrucción y la fuerza las cosas que solían acompañarle adonde quisiera que pisara. Sus ojos se concentraron en el postre, tratando de tomarse como un insulto aquel apodo, no creía ser tan vieja como para ser llamada señora y sus cuernos pese a ser largos no alcanzaban su longitud entera todavía siempre se decía que le faltaba pegar un nuevo estirón hasta llegar a ser considerada verdaderamente una adulta entre sus pares. Su voz fue suave, tan aterciopelada como los postres que se servían en una mesa y en la otra, sus emociones parecían fluir como un caudal tranquilo que arrastraba con fuerzas pero no con malicia a quienes le llegasen a escuchar. Apoyada con una mano en su mejilla y dejando caer la cabeza, continuó su degustación, intentando responder a ambas cuestiones a la vez aunque las conversaciones grupales no eran lo suyo tendiendo a perder gran parte del hilo conductor si dos voces comenzaban a preguntar demasiado en un corto periodo de tiempo.
— Porque estaban haciendo cosas malas, los que hacen maldades deberían temer cuando ven a alguien tan fuerte del otro lado de la vía, no siempre se puede salvar o proteger a todos en especial cuando hay cosas importantes que necesitan ser protegidas. ¿Mi hogar? No es muy diferente a esta isla, a lo mejor llevamos otro estilo de vida y hay algunas esculturas referentes a nuestra tradición. Lo único malo es que su clima no es tan regular, hay zonas heladas y zonas infernales, la capital es el único lugar donde se está bien a gusto... ¿Qué hice? Solo me disfracé de una espada de una guerrera y les dí un sermón sobre que no deben robar, tras eso trabajan en el puesto como ayudantes de una viejita y los tuve que rescatar cuando unos piratas intentaron llevarlos... —
Explicó con total sinceridad, no ocultaba nada, era un libro abierto que no temía decir ni tratar de ocultar algo incluso frente a los más jóvenes. La vida había sido dura con ella, desde muy pequeña había aprendido a valerse por sí sola y creía que cualquier trabajo era honesto mientras no consistiera en robar el fruto del esfuerzo de otros en su situación. Era una persona que escalaba por sus medios, que poco a poco se había ganado una pequeña fortuna y ahora vivía bastante cómoda tomando trabajos de bajo riesgo pero siempre con un espacio para esos trabajos que realmente le hacían hervir la sangre y ejercitar como era debido. Las preguntas de su Oniki le hicieron levantar una ceja, parecía buscar indicios de alguna actividad ilegal en su vida, se encogió de hombros mientras tomaba otra cucharada del flan y volvía a centrar sus ojos en los de la mujer como si estuviera hablando directo a su alma.
— Acepto cualquier encargo que me de una buena paga, por lo general intento matar solo a quienes lo merezcan, los que hayan robado o asesinado cuando tengan precio por su cabeza. No atacaría a unos críos, tampoco mataría a alguien solo porque me prometan una suma de dinero, necesito ver las cosas por mí misma. Soy bastante inocente a veces, las primeras veces actuaba sin pensarlo mucho pero terminaba en contra de aquel que me había contratado. He ido... perfeccionando un poco mi método, aunque mi espada no lleva sangre de ningún inocente que sea de mi conocimiento. —
Indicó mientras acariciaba el lomo de su arma, antes de volver a mirar a la mujer y a la pequeña, no buscaba ocultar nada la vida de una mercenaria fuera cazadora, pirata o una simple civil podía tener muchas curvas inesperadas. Suspiró al ser interrogada nuevamente, la mujer comenzaba a ser como esas máquinas que preguntaban hasta la fecha de vencimiento de algún producto, aunque hizo su mayor esfuerzo para mantenerse tranquila y suavizar con unos tragos de la bebida el intenso interrogatorio.
— Hormigas, suelo llamar a todos los humanos así, porque a mis ojos todos son iguales y no puedo distinguirlos de una hormiga o un animal si no me inclino lo suficiente. También puedo ponerle apodos a los más interesantes, como podrían ser Plumitas o Espaditas quienes fueron compañeros de aventuras y ayudaron bastante a ganarme unos berries. —
Suspiró nuevamente al recordar los viejos tiempos, solo habían pasado unos días pero con lo que solía girar el mundo incluso unas horas podían parecer meses enteros y en algunos casos años, guardaba aquellos apodos con cariño para no tener que pensar en algún nombre al ver un rostro pese a que era evidente que por fuera parecían meras decoraciones despectivas hacia todo su alrededor. Su rostro pareció relajarse al ver de donde venía el deseo de conocer tanto, una sonrisa salvaje enherboló su rostro al momento de volver a cruzar miradas, los marines desde siempre le habían parecido interesantes y le llamaba la atención que una hermana de sangre hubiera aceptado estar bajo el mando de otros quienes solo veían la fuerza o el tiempo como valores para imponerse por sobre los demás.
— ¡Bwahahaha! No me hubiera imaginado que fueses una marine y aceptases a otros por encima tuyo, a mí eso de las jerarquías y los rangos no me agrada para nada. Tener a alguien que intente limitarte o no poder purgar las cosas sin una orden me parece tan... injusto. Valoro más la libertad y el hecho de poder hacerse cargo de las cosas por justicia propia que esperar a alguien que quizás no pueda encargarse. ¿Son fuertes? A veces me intriga lo que hacen dentro de ese cuartel, los marines que vi por la isla no me parecieron la gran cosa, aunque si te han llamado a lo mejor puedas ponerlos en forma para que no me dejen a todos los criminales... ¡Aunque eso sería perjudicial para mí! —
Bromeó riendo a la par que golpeaba la mesa con su puño, completamente tentada por las últimas palabras, la niña había puesto sobre la mesa algo que Sowon pensaba. Su forma de ver el mundo era que todo aquel que no le hiciera daño era una amiga, pero en el caso de los Onis tenía un caracter mucho más fraternal, como si fuesen parte de su familia y sobre todo, personas interesantes a las que no quería dejar de lado apenas conocerlas por un simple empleo que no definía el carácter de una persona.
— Oniki, no debes preocuparte por eso, mi forma de llamarte lo hace saber. Eres como una hermana, como uña de mi carne y aunque no compartimos familia la sangre de los Onis corre por nuestras venas. ¿Qué importa si eres una marine? ¿Acaso un rango nos define? ¿Acaso la fuerza puede determinar algo si quien la emplea no tiene un buen cerebro? Los que somos fuertes, podemos decidir con quien nos relacionamos y cómo lo hacemos. Y para tu información, me gustan las mujeres, por sí no quieres quedarte como hermana por mucho tiempo. ¡Bwahahaha! —
Siguió riendo mientras bromeaba pero dejaba pinceladas de sinceridad en cada una de sus palabras, no le importaba mucho lo que otros pudieran pensar de ella, Sowon era aquella persona de espíritu libre que hacía lo que gustaba cuando la oportunidad se presentaba. No era muy complicado ver, que su verdadero peligro podía ser la falta de paciencia y su impulsividad en algunas acciones, rasgos que pese a que podía controlarlos eran bastante notorios. Su lengua era un arma tan afilada como la gigantesca mole de hierro que descansaba a su lado, la sinceridad podía ser más peligrosa que cualquier bala, a veces volviendo en contra de quien la emplease.
— Porque estaban haciendo cosas malas, los que hacen maldades deberían temer cuando ven a alguien tan fuerte del otro lado de la vía, no siempre se puede salvar o proteger a todos en especial cuando hay cosas importantes que necesitan ser protegidas. ¿Mi hogar? No es muy diferente a esta isla, a lo mejor llevamos otro estilo de vida y hay algunas esculturas referentes a nuestra tradición. Lo único malo es que su clima no es tan regular, hay zonas heladas y zonas infernales, la capital es el único lugar donde se está bien a gusto... ¿Qué hice? Solo me disfracé de una espada de una guerrera y les dí un sermón sobre que no deben robar, tras eso trabajan en el puesto como ayudantes de una viejita y los tuve que rescatar cuando unos piratas intentaron llevarlos... —
Explicó con total sinceridad, no ocultaba nada, era un libro abierto que no temía decir ni tratar de ocultar algo incluso frente a los más jóvenes. La vida había sido dura con ella, desde muy pequeña había aprendido a valerse por sí sola y creía que cualquier trabajo era honesto mientras no consistiera en robar el fruto del esfuerzo de otros en su situación. Era una persona que escalaba por sus medios, que poco a poco se había ganado una pequeña fortuna y ahora vivía bastante cómoda tomando trabajos de bajo riesgo pero siempre con un espacio para esos trabajos que realmente le hacían hervir la sangre y ejercitar como era debido. Las preguntas de su Oniki le hicieron levantar una ceja, parecía buscar indicios de alguna actividad ilegal en su vida, se encogió de hombros mientras tomaba otra cucharada del flan y volvía a centrar sus ojos en los de la mujer como si estuviera hablando directo a su alma.
— Acepto cualquier encargo que me de una buena paga, por lo general intento matar solo a quienes lo merezcan, los que hayan robado o asesinado cuando tengan precio por su cabeza. No atacaría a unos críos, tampoco mataría a alguien solo porque me prometan una suma de dinero, necesito ver las cosas por mí misma. Soy bastante inocente a veces, las primeras veces actuaba sin pensarlo mucho pero terminaba en contra de aquel que me había contratado. He ido... perfeccionando un poco mi método, aunque mi espada no lleva sangre de ningún inocente que sea de mi conocimiento. —
Indicó mientras acariciaba el lomo de su arma, antes de volver a mirar a la mujer y a la pequeña, no buscaba ocultar nada la vida de una mercenaria fuera cazadora, pirata o una simple civil podía tener muchas curvas inesperadas. Suspiró al ser interrogada nuevamente, la mujer comenzaba a ser como esas máquinas que preguntaban hasta la fecha de vencimiento de algún producto, aunque hizo su mayor esfuerzo para mantenerse tranquila y suavizar con unos tragos de la bebida el intenso interrogatorio.
— Hormigas, suelo llamar a todos los humanos así, porque a mis ojos todos son iguales y no puedo distinguirlos de una hormiga o un animal si no me inclino lo suficiente. También puedo ponerle apodos a los más interesantes, como podrían ser Plumitas o Espaditas quienes fueron compañeros de aventuras y ayudaron bastante a ganarme unos berries. —
Suspiró nuevamente al recordar los viejos tiempos, solo habían pasado unos días pero con lo que solía girar el mundo incluso unas horas podían parecer meses enteros y en algunos casos años, guardaba aquellos apodos con cariño para no tener que pensar en algún nombre al ver un rostro pese a que era evidente que por fuera parecían meras decoraciones despectivas hacia todo su alrededor. Su rostro pareció relajarse al ver de donde venía el deseo de conocer tanto, una sonrisa salvaje enherboló su rostro al momento de volver a cruzar miradas, los marines desde siempre le habían parecido interesantes y le llamaba la atención que una hermana de sangre hubiera aceptado estar bajo el mando de otros quienes solo veían la fuerza o el tiempo como valores para imponerse por sobre los demás.
— ¡Bwahahaha! No me hubiera imaginado que fueses una marine y aceptases a otros por encima tuyo, a mí eso de las jerarquías y los rangos no me agrada para nada. Tener a alguien que intente limitarte o no poder purgar las cosas sin una orden me parece tan... injusto. Valoro más la libertad y el hecho de poder hacerse cargo de las cosas por justicia propia que esperar a alguien que quizás no pueda encargarse. ¿Son fuertes? A veces me intriga lo que hacen dentro de ese cuartel, los marines que vi por la isla no me parecieron la gran cosa, aunque si te han llamado a lo mejor puedas ponerlos en forma para que no me dejen a todos los criminales... ¡Aunque eso sería perjudicial para mí! —
Bromeó riendo a la par que golpeaba la mesa con su puño, completamente tentada por las últimas palabras, la niña había puesto sobre la mesa algo que Sowon pensaba. Su forma de ver el mundo era que todo aquel que no le hiciera daño era una amiga, pero en el caso de los Onis tenía un caracter mucho más fraternal, como si fuesen parte de su familia y sobre todo, personas interesantes a las que no quería dejar de lado apenas conocerlas por un simple empleo que no definía el carácter de una persona.
— Oniki, no debes preocuparte por eso, mi forma de llamarte lo hace saber. Eres como una hermana, como uña de mi carne y aunque no compartimos familia la sangre de los Onis corre por nuestras venas. ¿Qué importa si eres una marine? ¿Acaso un rango nos define? ¿Acaso la fuerza puede determinar algo si quien la emplea no tiene un buen cerebro? Los que somos fuertes, podemos decidir con quien nos relacionamos y cómo lo hacemos. Y para tu información, me gustan las mujeres, por sí no quieres quedarte como hermana por mucho tiempo. ¡Bwahahaha! —
Siguió riendo mientras bromeaba pero dejaba pinceladas de sinceridad en cada una de sus palabras, no le importaba mucho lo que otros pudieran pensar de ella, Sowon era aquella persona de espíritu libre que hacía lo que gustaba cuando la oportunidad se presentaba. No era muy complicado ver, que su verdadero peligro podía ser la falta de paciencia y su impulsividad en algunas acciones, rasgos que pese a que podía controlarlos eran bastante notorios. Su lengua era un arma tan afilada como la gigantesca mole de hierro que descansaba a su lado, la sinceridad podía ser más peligrosa que cualquier bala, a veces volviendo en contra de quien la emplease.