Jack D. Agnis
Golden Eyes
29-11-2024, 12:36 AM
Cual ganster, alzas tu rifle para terminar con el trabajo y realizados dos disparos certeros hacia su cabeza, aunque que con solo uno bastaba.
La primera bala, perfora el cráneo en la parte de la mollera y al estar tan cerca, algo de sangre salpica a tu ropa. Al recibir el impacto, el cuerpo cae de costado hacia el suelo.
Su pose es algo divertida, se encuentra entre sentado y acostado, con una mano colgando tras su espalda y un charco de sangre manchando todo el suelo donde este se encontraba.
El segundo disparo entra por su sien y traspasa todo su cabeza, hasta salir por su mandíbula, la cual queda destroza tras la detonación. Ahora no solo que tenia un cadáver con una posición algo “divertida”, sino que ahora también tenias una cadáver con la boca abierta.
Aun así, sin que eso calmara tu enojo, comienzas a patear el cadáver, el cual iba cambiando de posición a medida que lo golpeabas.
Al terminar de hacerlo, verías como su rostro ahora estaba oculto por el suelo y solo te mostraba parte de su cabeza, la cual estaba supurando aun, algo de sangre.
Después de admirar tu obra de arte por un momento, te giras hacia Beto. Aunque no pudo ver lo que hiciste, los disparos resonaron con claridad en sus oídos. Al escuchar tu voz, tragó saliva nervioso, y, casi sin poder controlar sus palabras, comenzó a hablar atropelladamente.
—S-sí, sí, te daré a la cerda y… prometo no decir nada de lo que pasó aquí. Pero por favor, no me mates. Robar a esa cerda fue un error tonto… yo solo quería… —Su voz se quebró, y las palabras se deshicieron en un sollozo. Sus nervios lo traicionaron y, entre lágrimas, continuó—: Quería que… que me respetaran, pero no quiero morir por eso. ¡Por favor, no me mates! Te juro que te llevo hasta Susanita, pero… pero no me mates- Beto repitió esas últimas palabras una y otra vez, con un tono tan desesperado que resultaba evidente: su miedo era genuino. Cada palabra era una súplica cargada de sinceridad.
—Es más, te prometo que trabajaré con mi tío el resto de mi vida y… jamás volveré a hablar con los bandidos de la montaña.- Aquella promesa, sin embargo, te importaba poco. Pero Beto, en su desesperación, no lo sabía.
Liberas al muchacho del agarre de su captor, y cuando sus ojos se posan en el cadáver de Rick, un escalofrío lo recorre de pies a cabeza. Luego mira hacia Tom, que ahora emergía de la humareda, y vuelve a tragar saliva. Finalmente, sus ojos se detienen en ti, cargados de una mezcla de miedo y respeto.
—V-ven, te guiaré hasta Susanita —dijo con voz entrecortada, comenzando a moverse lentamente. Se apoyaba en su caña de pescar, cojeando por la herida que le dificultaba caminar.
Aunque el paso de Beto era lento, después de unos minutos lograste llegar a un corral improvisado en medio del bosque. Dentro, una cerda enorme, casi grotesca por su tamaño, descansaba tranquilamente. Era tan grande que fácilmente podría usarse como montura.
—Ahí está Susanita… —dijo Beto, exhausto, mientras se desplomaba sobre una piedra cercana. Con manos temblorosas, arrancó un pedazo de su ropa y comenzó a vendarse la herida, que ya había dejado de sangrar, aunque aún ardía con la intensidad de mil demonios.
- Por cierto, no te acerques demasiado. No le gustan los extraños. Dame unos minutos para descansar y luego la llevaremos con Manuel.-
Mientras atendía su herida, Beto parecía recuperar algo de compostura. Pasados unos minutos, se levantó con esfuerzo y te pidió que abrieras el corral. Al hacerlo, la cerda salió y se acercó a él, mostrando un afecto inesperado al lamer la herida de su dueño.
—Estoy bien, Susanita. Vamos a casa —murmuró Beto, montándola con torpeza. La cerda, dócil y leal, comenzó a avanzar con él a través del bosque.
Aunque dócil, podías sentir con tu mantra cierta rechazo y hostilidad hacia ti, lo que te indicaba que no debías acercarte demasiado a esa cerda.
El camino los llevó de vuelta a la granja de Manuel, donde el hombre esperaba ansioso tu llegada. La misión estaba cumplida.
La primera bala, perfora el cráneo en la parte de la mollera y al estar tan cerca, algo de sangre salpica a tu ropa. Al recibir el impacto, el cuerpo cae de costado hacia el suelo.
Su pose es algo divertida, se encuentra entre sentado y acostado, con una mano colgando tras su espalda y un charco de sangre manchando todo el suelo donde este se encontraba.
El segundo disparo entra por su sien y traspasa todo su cabeza, hasta salir por su mandíbula, la cual queda destroza tras la detonación. Ahora no solo que tenia un cadáver con una posición algo “divertida”, sino que ahora también tenias una cadáver con la boca abierta.
Aun así, sin que eso calmara tu enojo, comienzas a patear el cadáver, el cual iba cambiando de posición a medida que lo golpeabas.
Al terminar de hacerlo, verías como su rostro ahora estaba oculto por el suelo y solo te mostraba parte de su cabeza, la cual estaba supurando aun, algo de sangre.
Después de admirar tu obra de arte por un momento, te giras hacia Beto. Aunque no pudo ver lo que hiciste, los disparos resonaron con claridad en sus oídos. Al escuchar tu voz, tragó saliva nervioso, y, casi sin poder controlar sus palabras, comenzó a hablar atropelladamente.
—S-sí, sí, te daré a la cerda y… prometo no decir nada de lo que pasó aquí. Pero por favor, no me mates. Robar a esa cerda fue un error tonto… yo solo quería… —Su voz se quebró, y las palabras se deshicieron en un sollozo. Sus nervios lo traicionaron y, entre lágrimas, continuó—: Quería que… que me respetaran, pero no quiero morir por eso. ¡Por favor, no me mates! Te juro que te llevo hasta Susanita, pero… pero no me mates- Beto repitió esas últimas palabras una y otra vez, con un tono tan desesperado que resultaba evidente: su miedo era genuino. Cada palabra era una súplica cargada de sinceridad.
—Es más, te prometo que trabajaré con mi tío el resto de mi vida y… jamás volveré a hablar con los bandidos de la montaña.- Aquella promesa, sin embargo, te importaba poco. Pero Beto, en su desesperación, no lo sabía.
Liberas al muchacho del agarre de su captor, y cuando sus ojos se posan en el cadáver de Rick, un escalofrío lo recorre de pies a cabeza. Luego mira hacia Tom, que ahora emergía de la humareda, y vuelve a tragar saliva. Finalmente, sus ojos se detienen en ti, cargados de una mezcla de miedo y respeto.
—V-ven, te guiaré hasta Susanita —dijo con voz entrecortada, comenzando a moverse lentamente. Se apoyaba en su caña de pescar, cojeando por la herida que le dificultaba caminar.
Aunque el paso de Beto era lento, después de unos minutos lograste llegar a un corral improvisado en medio del bosque. Dentro, una cerda enorme, casi grotesca por su tamaño, descansaba tranquilamente. Era tan grande que fácilmente podría usarse como montura.
—Ahí está Susanita… —dijo Beto, exhausto, mientras se desplomaba sobre una piedra cercana. Con manos temblorosas, arrancó un pedazo de su ropa y comenzó a vendarse la herida, que ya había dejado de sangrar, aunque aún ardía con la intensidad de mil demonios.
- Por cierto, no te acerques demasiado. No le gustan los extraños. Dame unos minutos para descansar y luego la llevaremos con Manuel.-
Mientras atendía su herida, Beto parecía recuperar algo de compostura. Pasados unos minutos, se levantó con esfuerzo y te pidió que abrieras el corral. Al hacerlo, la cerda salió y se acercó a él, mostrando un afecto inesperado al lamer la herida de su dueño.
—Estoy bien, Susanita. Vamos a casa —murmuró Beto, montándola con torpeza. La cerda, dócil y leal, comenzó a avanzar con él a través del bosque.
Aunque dócil, podías sentir con tu mantra cierta rechazo y hostilidad hacia ti, lo que te indicaba que no debías acercarte demasiado a esa cerda.
El camino los llevó de vuelta a la granja de Manuel, donde el hombre esperaba ansioso tu llegada. La misión estaba cumplida.