Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
29-11-2024, 02:49 AM
Me levanté algo aturdido de la siesta tras la comida de ese día, cuando decidí dar un paseo por la base para destensar los músculos. A mi edad, le había cogido el gusto desde que me trasladé a Isla Kilombo a echarme un rato, me resultaban bastante agotadores los turnos en los que había que emplearse aunque fueran plenamente de vigilancia u otras labores relativas al mantenimiento de la base.
Ignoraba donde estaba en ese momento Huetali, le había perdido la pista a la joven ese día, aunque sabía que también libraba en el turno de tarde, no había ni rastro de ella por los pasillos ni las salas, ni de su entusiasta caminar ni de su griterío. Pero al fin y al cabo, también me gustaba estos ratos de soledad y calma que tanto se habían perturbado con la llegada de mi ahijada a la base, en ocasiones, recuerdo su hogar y Cozia, aquella caverna, aquella vieja, aquel monstruo y también a su hermano Hacket, ¿podríamos volver algún día?, solo el futuro sabe que tipo de caprichos nos tiene preparados.
Mi paso templado dictaba mi disfrute por el sosiego por aquellos pasillos, hasta que cruzándolos, me dispuse a percibir una melodía radiofónica que no provenía de muy lejos. Me acerqué hasta lo que parecía una sala, confirmando que desde la misma provenía aquel tono, me asomé curioso, y en la misma, pude comprobar como entre tantos otros elementos, un viejo marine aguardaba sentado y parecía esperar a alguien. La austera sala aparentaba ser una habitación dedicada al ocio y al pasatiempo, en sus esquinas, otras mesas con tableros de casillas blancas y negras se agolpaban, pero sin duda, lo que más destacaba de la misma era aquel rudo tipo.
Me acerqué con la espalda erguida y las manos hacia atrás con sus dedos entrelazados, me acerqué hasta su mesa y pude cerciorarme de un conjunto de fichas sobre esta que se encontraban boca abajo. Si la memoria no me jugaba una mala pasada, tenían toda la pinta de ser fichas de dominó, en el templo, pasaba las horas tallándolas y jugando con los hermanos, ¿desde cuándo el cuartel tenía?
- Caballero... Soy el alférez Lovecraft, ¿está esperando a alguien? -
Hice una breve pausa antes de presentarme, y acompañé mi nombre con una reverencia respetuosa hacia el mismo viejo marine. Estaba de pie en frente suya, su postura reflexiva me inquietaba para bien.
- Veo que tiene preparada las fichas para iniciar una partida de dominó, en mis buenos años, las tallaba cuando estas manos aún eran más jóvenes, tenían menos arrugas y más destreza, ahora quizá solo sirva para jugarlas... ¿le apetece si no es indiscreción? -
Le pregunté con educación, no quería causarle ningún tipo de conveniente si ya estaba esperando a un adversario, pero al verle allí con las fichas, de mi interior se avivó cierta ilusión por volver a retomar aquel viejo juego del templo.
Ignoraba donde estaba en ese momento Huetali, le había perdido la pista a la joven ese día, aunque sabía que también libraba en el turno de tarde, no había ni rastro de ella por los pasillos ni las salas, ni de su entusiasta caminar ni de su griterío. Pero al fin y al cabo, también me gustaba estos ratos de soledad y calma que tanto se habían perturbado con la llegada de mi ahijada a la base, en ocasiones, recuerdo su hogar y Cozia, aquella caverna, aquella vieja, aquel monstruo y también a su hermano Hacket, ¿podríamos volver algún día?, solo el futuro sabe que tipo de caprichos nos tiene preparados.
Mi paso templado dictaba mi disfrute por el sosiego por aquellos pasillos, hasta que cruzándolos, me dispuse a percibir una melodía radiofónica que no provenía de muy lejos. Me acerqué hasta lo que parecía una sala, confirmando que desde la misma provenía aquel tono, me asomé curioso, y en la misma, pude comprobar como entre tantos otros elementos, un viejo marine aguardaba sentado y parecía esperar a alguien. La austera sala aparentaba ser una habitación dedicada al ocio y al pasatiempo, en sus esquinas, otras mesas con tableros de casillas blancas y negras se agolpaban, pero sin duda, lo que más destacaba de la misma era aquel rudo tipo.
Me acerqué con la espalda erguida y las manos hacia atrás con sus dedos entrelazados, me acerqué hasta su mesa y pude cerciorarme de un conjunto de fichas sobre esta que se encontraban boca abajo. Si la memoria no me jugaba una mala pasada, tenían toda la pinta de ser fichas de dominó, en el templo, pasaba las horas tallándolas y jugando con los hermanos, ¿desde cuándo el cuartel tenía?
- Caballero... Soy el alférez Lovecraft, ¿está esperando a alguien? -
Hice una breve pausa antes de presentarme, y acompañé mi nombre con una reverencia respetuosa hacia el mismo viejo marine. Estaba de pie en frente suya, su postura reflexiva me inquietaba para bien.
- Veo que tiene preparada las fichas para iniciar una partida de dominó, en mis buenos años, las tallaba cuando estas manos aún eran más jóvenes, tenían menos arrugas y más destreza, ahora quizá solo sirva para jugarlas... ¿le apetece si no es indiscreción? -
Le pregunté con educación, no quería causarle ningún tipo de conveniente si ya estaba esperando a un adversario, pero al verle allí con las fichas, de mi interior se avivó cierta ilusión por volver a retomar aquel viejo juego del templo.