Jack Silver
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30-11-2024, 02:41 AM
Jack observó cómo Ares se alejaba hacia la penumbra exterior, con la seguridad de quien parecía conocer bien a sus compañeros. "Si busca a ese tal Johnny, no me extrañaría que lo encuentre roncando sobre algún montón de sacos", pensó mientras ajustaba su gorra con un gesto rápido. Quedarse a solas con Santorini en el almacén no era el escenario ideal, pero el tuerto asumió que alguien debía encargarse del interior. Y si algo había aprendido en su tiempo como recluta, era que las situaciones tranquilas nunca lo eran tanto como parecían.
—Santorini, ¿verdad? Parece que esta noche somos los encargados de cuidar el fuerte. ¿Algún plan además de fumar y ver qué pasa? —preguntó con una media sonrisa, mientras echaba un vistazo a las interminables filas de cajas.
Pasaron algunos minutos mientras ambos recorrían la vasta extensión del almacén, cada uno ocupado en su propia vigilancia. La monotonía del lugar y el silencio interrumpido solo por sus pasos comenzaban a instalarse. Jack, con diligencia, inspeccionaba todos los rincones, mientras el otro marine parecía más centrado en mantener su actitud despreocupada.
De pronto, el ambiente cambió. Un olor a madera quemada comenzó a hacerse evidente, un aroma que se mezclaba con el polvo y la humedad del almacén. Por un instante, Silver sintió que el aire a su alrededor se volvía más denso, como si el tiempo se ralentizara.
—Oye, ¿notas eso? —preguntó, frunciendo el ceño mientras giraba la cabeza hacia su compañero.
Sin esperar respuesta, Jack comenzó a moverse entre las estanterías con rapidez, escaneando cada rincón con la mirada. La prótesis de su pierna resonaba levemente contra el suelo a cada paso, marcando un ritmo constante mientras avanzaba. Su única mano se aferraba al borde de su gorra, manteniéndola firme mientras inspeccionaba.
—Esto es un problema. Si ese olor viene de una de las cajas... —murmuró para sí mismo.
De pronto, se detuvo. La fuente del olor parecía estar cerca, pero entre tantas cajas y barriles, encontrar el lugar exacto sería como buscar una aguja en un pajar. Se giró hacia Santorini, señalándolo con el dedo.
—Tú has estado dando vueltas por esta zona. ¿Recuerdas haber dejado algo... encendido? —preguntó, con un tono que mezclaba urgencia y desconfianza.
La tensión en el aire era palpable. Si no encontraban la fuente del olor pronto, el almacén entero podría convertirse en una trampa mortal. Silver sabía, por experiencia propia, que no podían permitirse errores en una situación como esa.
—Si no quieres acabar como yo, será mejor que hagas memoria... —indicó con firmeza. La determinación brillaba en su único ojo mientras se preparaba para lo peor.
—Santorini, ¿verdad? Parece que esta noche somos los encargados de cuidar el fuerte. ¿Algún plan además de fumar y ver qué pasa? —preguntó con una media sonrisa, mientras echaba un vistazo a las interminables filas de cajas.
Pasaron algunos minutos mientras ambos recorrían la vasta extensión del almacén, cada uno ocupado en su propia vigilancia. La monotonía del lugar y el silencio interrumpido solo por sus pasos comenzaban a instalarse. Jack, con diligencia, inspeccionaba todos los rincones, mientras el otro marine parecía más centrado en mantener su actitud despreocupada.
De pronto, el ambiente cambió. Un olor a madera quemada comenzó a hacerse evidente, un aroma que se mezclaba con el polvo y la humedad del almacén. Por un instante, Silver sintió que el aire a su alrededor se volvía más denso, como si el tiempo se ralentizara.
—Oye, ¿notas eso? —preguntó, frunciendo el ceño mientras giraba la cabeza hacia su compañero.
Sin esperar respuesta, Jack comenzó a moverse entre las estanterías con rapidez, escaneando cada rincón con la mirada. La prótesis de su pierna resonaba levemente contra el suelo a cada paso, marcando un ritmo constante mientras avanzaba. Su única mano se aferraba al borde de su gorra, manteniéndola firme mientras inspeccionaba.
—Esto es un problema. Si ese olor viene de una de las cajas... —murmuró para sí mismo.
De pronto, se detuvo. La fuente del olor parecía estar cerca, pero entre tantas cajas y barriles, encontrar el lugar exacto sería como buscar una aguja en un pajar. Se giró hacia Santorini, señalándolo con el dedo.
—Tú has estado dando vueltas por esta zona. ¿Recuerdas haber dejado algo... encendido? —preguntó, con un tono que mezclaba urgencia y desconfianza.
La tensión en el aire era palpable. Si no encontraban la fuente del olor pronto, el almacén entero podría convertirse en una trampa mortal. Silver sabía, por experiencia propia, que no podían permitirse errores en una situación como esa.
—Si no quieres acabar como yo, será mejor que hagas memoria... —indicó con firmeza. La determinación brillaba en su único ojo mientras se preparaba para lo peor.