Hay rumores sobre…
...un hombre con las alas arrancadas que una vez intentó seducir a un elegante gigante y fue rechazado... ¡Pobrecito!
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[Común] [C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
3 de Verano del año 724, Loguetown

Aquella mañana había empezado como cualquier otra: los reclutas y soldados se levantaron de sus camas en los barracones a primera hora, apresurados en prepararse antes de que el sargento de turno acudiera a supervisar y pasar lista. En el caso de Camille, la sala no era lo suficientemente alta como para que pudiera ponerse completamente firme, de modo que se cuadró como buenamente pudo, encorvándose y rozando con los cuernos el techo. Nada por lo que fueran a llamarle la atención sus superiores, pero que siempre atraía alguna que otra mirada de empatía o de diversión. Por suerte para sus compañeros, esa mañana no se encontraría con ninguna de las últimas.

El pase de lista fue rápido, cosa que su cuello y espalda agradecieron enormemente, pudiendo salir rápidamente del barracón para dirigirse al patio de entrenamiento y proseguir con sus ejercicios y rutina matutinos. El calor del verano resultaba un incordio para el cuerpo de la oni, que no se veía en la posición de zafarse de la camisa pese a que no le faltasen ganas. Deseaba ascender con tal de ganar algo de libertad en lo que respectaba al uniforme, posiblemente siendo la motivación principal de su ambición en ese preciso instante. Odiaba con todo su ser el verano, pero por ahora tan solo le quedaba confiar en que el invierno —o al menos el otoño— no tardasen en llegar. Pensar en ello tampoco le insuflaba alegría alguna teniendo en cuenta que acababan de entrar en aquella insufrible estación. Decidió centrarse en sus ejercicios y evitar esas ideas. Sentía que sudaba más solo por darle vueltas.

Cuando al fin concluyeron los ejercicios obligatorios obtuvo su primer momento del libertad del día, el cual aprovechó para asearse y quitarse de encima aquella sensación tan pegajosa y desagradable que se había apoderado de ella. Podría decirse que hasta su humor había mejorado cuando salió, aunque su gesto se torció al intuir que aquello no duraría demasiado.

Un hombre uniformado se encontraba fuera, esperando. Por su aspecto y uniforme parecía ser soldado raso, un poco por encima de ella. Se giró hacia ella y la mujer se estiró para cuadrarse, ante lo que el contrario correspondió con un saludo.

Señor.
—Recluta Camille.

Podían notarse nervios e inquietud no solo en su tono, sino también en sus gestos. Siempre le había resultado divertido cómo incluso quienes estaban por encima de ella en la jerarquía parecían empequeñecer frente a ella... Empequeñecer más, claro, porque casi siempre les sacaba cerca de medio cuerpo de altura. El hombre carraspeó, aclarando sus ideas.

—Parece que está habiendo algún tipo de problema en el Trago del Marinero. Me han dado instrucciones para mandarte allí.
¿Usted no va, señor? —inquirió, fijando su mirada en él. Sin pretenderlo había sonado algo seca... o tal vez pretendiéndolo. Quién sabe.
—Em... no, a mí me han asignado otras tareas. Hay otros mensajes que transmitir y... eso.

Camille sonrió levemente.

De acuerdo, iré ahora mismo a ocuparme. ¿Algo más que deba saber?
—Nada. No debería ser un gran problema, pero quieren que vayamos a poner orden.
Que vaya —le corrigió, ante lo que el soldado se limitó a asentir—. Me pongo en marcha entonces.

Con gesto desganado realizó una suerte de saludo militar para despedirse y echó a andar por el cuartel, dirigiéndose hacia la armería para equiparse con su espada. También aprovechó para buscar su gorra y ponérsela antes de salir a las calles de Loguetown.

La ciudad se encontraba particularmente tranquila, al menos en el contexto de una tan ajetreada como aquella. No parecía haber problemas o discusiones a simple vista, ni siquiera entre los comerciantes de los puestos callejeros, algo que era anormalmente extraño. Aun así, Camille sabía que la situación cambiaría bastante a medida que se acercase al Trago del Marinero. Se trataba de una taberna situada en la periferia de la ciudad. Un antro en el que se juntaba lo peor de lo peor... y que le gustaba visitar de tanto en tanto, para qué mentir. Lástima que en aquella ocasión fuera a hacerlo de servicio.

No tardó en divisar el edificio con su correspondiente cartelito destartalado, tampoco en escuchar el jaleo que parecía venir de su interior. Una vez frente a él se inclinó para abrir la puerta y pasar por ella a duras penas, echando un rápido vistazo a la sala. Lo que vio le hizo abrir los ojos de par en par, casi con emoción.
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[C-Presente] La típica reyerta de taberna, no tan típica esta vez - por Camille Montpellier - 06-08-2024, 02:17 PM

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