Arthur Soriz
Gramps
02-12-2024, 10:21 PM
Al girar la esquina me encontré con la escena que, aunque no era la peor que imaginé, lamentablemente me dejó con una sensación amarga. Los pequeños acurrucados contra la pared no necesitaban decir nada para que entendiera su miedo. Frente a ellos se encontraban los hermanos Gladiola y Olivo Herdman, apenas unos niños, se plantaban con esa arrogancia infantil que intenta ocultar la inseguridad y mala educación que sus mayores les habían inculcado desde un comienzo; una lástima. Sus ropas desgastadas, las manchas de fruta en sus caras y manos y las risas ahogadas que habían desaparecido al verme confirmaban que estaba ante los responsables de las travesuras recientes.
Me acerqué despacio dejando que el sonido de mis pasos pesados llenara el callejón. Cada movimiento estaba calculado, no solo para imponer mi presencia siendo un hombre de casi tres metros de alto, sino también para darles tiempo de pensar. Vi cómo los ojos de Gladiola se agrandaban, cómo Olivo tragaba saliva, aún con las manos temblorosas manchadas de pintura y fruta.
— Vaya, vaya —dije, deteniéndome a unos pasos de ellos—. Aquí están los famosos Herdman. He oído mucho de ustedes... pero viendo esta escena, la verdad es que un poco decepcionado me siento... ¿Es esto lo mejor que pueden hacer?
Los observé fijamente, mi voz grave y serena como un martillo golpeando el yunque, cayendo con todo el peso de la ley que ahora recaía sobre sus hombros. Tenía el derecho de usar un poco de mano dura con tal de ponerlos en su lugar. Los niños acurrucados, sollozando aún, me miraron con una mezcla de alivio y asombro... y eso me dio más razones para actuar con firmeza.
— Asustar a otros niños, robar frutas del mercado, pintar paredes que no son suyas... —hice una pausa, dejando que mis palabras pesaran en el aire—. ¿De verdad creen que esto es algo de lo que estar orgullosos?
Ambos me miraron, como si estuvieran calculando si tenían alguna posibilidad de escapar. No se movieron.
— Escuchen, hermanos Herdman. Lo que están haciendo no es astucia, ni rebeldía... ni siquiera diversión. Es desperdicio. Desperdicio de su tiempo, de sus talentos y de su oportunidad de ser algo mejor. Porque déjenme decirles algo... si siguen por este camino, solo habrá dos destinos para ustedes. Uno es terminar en la cárcel. El otro, algo peor.
Dejé que las palabras calaran en su cabeza, que cayeran en cuenta a qué me refería exactamente con "algo peor", ¿Qué podría ser peor que estar en la cárcel? Pues obviamente la muerte... y aunque no se los fuera a decir directamente. Crucé los brazos mientras mi mirada se endurecía. No necesitaba gritar ni amenazar, solo asegurarme de que entendieran que esto no era un juego. Y no estaba bromeando, no estaba haciendo amenazas vacías ni mucho menos mintiendo con tal de intimidarles, no tenía problemas con llevarlos ante la autoridad de la isla para que aprendieran su lección... una noche en el calabozo seguramente los haría recapacitar.
— Pero hay otra opción —continué, bajando ligeramente el tono aunque sin perder la autoridad—. Este pueblo necesita manos dispuestas a trabajar. Necesita personas que entiendan el valor de construir, no de destruir. No tienen que ser Marines si no quieren. No necesitan uniformes ni medallas para ser alguien. Lo único que necesitan es decidir que quieren ser algo mejor que esto.
Hice un gesto hacia los niños que seguían temblando.
— Ellos no necesitan monstruos del callejón... necesitan héroes. Y ustedes, por pequeños que sean, tienen el poder de ser eso. ¿Por qué no empiezan hoy?
Me agaché un poco, buscando sus miradas directamente.
— Les voy a dar una oportunidad. Pero va a ser a mi manera. Van a venir conmigo, van a disculparse con los que han lastimado y a partir de ahora van a trabajar para este pueblo. Limpiarán las paredes que ensuciaron, ayudarán a los que necesitan una mano, y demostrarán que pueden ser mejores. Si lo hacen no solo me tendrán a mí de su lado... sino también al pueblo entero.
Me levanté, volviendo a imponer mi colosal altura.
— Es su decisión. Pero les advierto... si vuelvo a encontrarme con algo como esto, no será una charla lo que reciban. Será mucho peor...
Esperé por la respuesta de ambos, mostrando que no me iría de allí hasta saber qué pensaban hacer. Era decisión de estos darse por vencidos o terminar en peor situación de la que ya estaban. Ahora ya no era solamente el pueblo intentando lidiar con ellos, era un Marine hecho y derecho que los estaba intentando corregir de forma tal que no volvieran a sus viejas costumbres nada más me diera media vuelta.
Me acerqué despacio dejando que el sonido de mis pasos pesados llenara el callejón. Cada movimiento estaba calculado, no solo para imponer mi presencia siendo un hombre de casi tres metros de alto, sino también para darles tiempo de pensar. Vi cómo los ojos de Gladiola se agrandaban, cómo Olivo tragaba saliva, aún con las manos temblorosas manchadas de pintura y fruta.
— Vaya, vaya —dije, deteniéndome a unos pasos de ellos—. Aquí están los famosos Herdman. He oído mucho de ustedes... pero viendo esta escena, la verdad es que un poco decepcionado me siento... ¿Es esto lo mejor que pueden hacer?
Los observé fijamente, mi voz grave y serena como un martillo golpeando el yunque, cayendo con todo el peso de la ley que ahora recaía sobre sus hombros. Tenía el derecho de usar un poco de mano dura con tal de ponerlos en su lugar. Los niños acurrucados, sollozando aún, me miraron con una mezcla de alivio y asombro... y eso me dio más razones para actuar con firmeza.
— Asustar a otros niños, robar frutas del mercado, pintar paredes que no son suyas... —hice una pausa, dejando que mis palabras pesaran en el aire—. ¿De verdad creen que esto es algo de lo que estar orgullosos?
Ambos me miraron, como si estuvieran calculando si tenían alguna posibilidad de escapar. No se movieron.
— Escuchen, hermanos Herdman. Lo que están haciendo no es astucia, ni rebeldía... ni siquiera diversión. Es desperdicio. Desperdicio de su tiempo, de sus talentos y de su oportunidad de ser algo mejor. Porque déjenme decirles algo... si siguen por este camino, solo habrá dos destinos para ustedes. Uno es terminar en la cárcel. El otro, algo peor.
Dejé que las palabras calaran en su cabeza, que cayeran en cuenta a qué me refería exactamente con "algo peor", ¿Qué podría ser peor que estar en la cárcel? Pues obviamente la muerte... y aunque no se los fuera a decir directamente. Crucé los brazos mientras mi mirada se endurecía. No necesitaba gritar ni amenazar, solo asegurarme de que entendieran que esto no era un juego. Y no estaba bromeando, no estaba haciendo amenazas vacías ni mucho menos mintiendo con tal de intimidarles, no tenía problemas con llevarlos ante la autoridad de la isla para que aprendieran su lección... una noche en el calabozo seguramente los haría recapacitar.
— Pero hay otra opción —continué, bajando ligeramente el tono aunque sin perder la autoridad—. Este pueblo necesita manos dispuestas a trabajar. Necesita personas que entiendan el valor de construir, no de destruir. No tienen que ser Marines si no quieren. No necesitan uniformes ni medallas para ser alguien. Lo único que necesitan es decidir que quieren ser algo mejor que esto.
Hice un gesto hacia los niños que seguían temblando.
— Ellos no necesitan monstruos del callejón... necesitan héroes. Y ustedes, por pequeños que sean, tienen el poder de ser eso. ¿Por qué no empiezan hoy?
Me agaché un poco, buscando sus miradas directamente.
— Les voy a dar una oportunidad. Pero va a ser a mi manera. Van a venir conmigo, van a disculparse con los que han lastimado y a partir de ahora van a trabajar para este pueblo. Limpiarán las paredes que ensuciaron, ayudarán a los que necesitan una mano, y demostrarán que pueden ser mejores. Si lo hacen no solo me tendrán a mí de su lado... sino también al pueblo entero.
Me levanté, volviendo a imponer mi colosal altura.
— Es su decisión. Pero les advierto... si vuelvo a encontrarme con algo como esto, no será una charla lo que reciban. Será mucho peor...
Esperé por la respuesta de ambos, mostrando que no me iría de allí hasta saber qué pensaban hacer. Era decisión de estos darse por vencidos o terminar en peor situación de la que ya estaban. Ahora ya no era solamente el pueblo intentando lidiar con ellos, era un Marine hecho y derecho que los estaba intentando corregir de forma tal que no volvieran a sus viejas costumbres nada más me diera media vuelta.