Kensington Edaddepiedra
Kenz Edaddepiedra
Ayer, 01:08 PM
Bien, misión cumplida. Más o menos. La primera, que al fin y al cabo era la más difícil. Arrancar siempre costaba, pero ahí que contaba con un marine armado de su lado... Sólo tenía que correr más que él sí las cosas se ponían mal. O quizás hasta salvarlo y quedar bien, todo dependería de cuánta suerte tuviesen.
Equipado con sus artilugios, la cámara reglamentaria y un par de capas para disimular un poco el pestazo a funcionarios que destilaban las ropas de ambos, guió al marine al último lugar donde se había encontrado a Bym el Bardo, confiando para sus adentros en que no estuviese allí.
Estaba.
La música se sufría desde bastante lejos. El tipo no sabía más que aporrear las cuerdas de ese laúd tan grande y tan feo que llevaba siempre encima, pero a ver quién le decía que era un inútil musical. Estaba injustificadamente orgulloso de su imaginario talento y, como Kenz ya había podido comprobar, tenía muy mal genio.
El tipo se había montado su pequeño refugio cerca del faro. La gran mole vertical daba sombra a la otra mole algo más encorvada que se atragantaba con un muslo de algún animal irreconocible asándose en un espetón. Su tripulación había montado un humilde campamento con varias tiendas de campaña alrededor de una hoguera mucho menos humilde, y parecían estar de fiesta. No hacían mucho por pasar desapercibidos, la verdad. Incluso había población local con ellos. Kenz distinguió a algunas chicas a las que había intentado seducir anteriormente bebiendo alegremente con algún pirata claramente mucho más feo que él.
-No sé qué tendrán los salvajes -masculló. Luego echó una mirada a su acompañante, que también era bastante intimidante, y pensó que quizás se sintiese ofendido.
Kenz preparó su cámara. El Den Den Mushi óptico modelo 406 C, criado con la mejor variedad de lechuga hipervitamínica para maximizar su sentido de la vista y suavizar ligeramente su olor corporal. Le dio un ajo, que por alguna razón a ese bicho le gustaban, y le acaricio entre las antenas para que despertase al salir del estuche.
Aún estaban lejos, pero probaría de todos modos. Activaría el zoom. Kenz sacó la bolsa de accesorios y le puso unas gafas al caracol.
-¿Lo tienes?
El bicho hizo un murmullo grave y agónico que Kenz interpretaba habitualmente como un "no".
-Pues nada, habrá que acercarse -dijo a Atlas-. Tú los matas a todos y yo luego le hago una foto al gordo. ¿Como lo ves? También podemos infiltrarnos y eso -señaló las capas-, pero me gusta más el primer plan.
Equipado con sus artilugios, la cámara reglamentaria y un par de capas para disimular un poco el pestazo a funcionarios que destilaban las ropas de ambos, guió al marine al último lugar donde se había encontrado a Bym el Bardo, confiando para sus adentros en que no estuviese allí.
Estaba.
La música se sufría desde bastante lejos. El tipo no sabía más que aporrear las cuerdas de ese laúd tan grande y tan feo que llevaba siempre encima, pero a ver quién le decía que era un inútil musical. Estaba injustificadamente orgulloso de su imaginario talento y, como Kenz ya había podido comprobar, tenía muy mal genio.
El tipo se había montado su pequeño refugio cerca del faro. La gran mole vertical daba sombra a la otra mole algo más encorvada que se atragantaba con un muslo de algún animal irreconocible asándose en un espetón. Su tripulación había montado un humilde campamento con varias tiendas de campaña alrededor de una hoguera mucho menos humilde, y parecían estar de fiesta. No hacían mucho por pasar desapercibidos, la verdad. Incluso había población local con ellos. Kenz distinguió a algunas chicas a las que había intentado seducir anteriormente bebiendo alegremente con algún pirata claramente mucho más feo que él.
-No sé qué tendrán los salvajes -masculló. Luego echó una mirada a su acompañante, que también era bastante intimidante, y pensó que quizás se sintiese ofendido.
Kenz preparó su cámara. El Den Den Mushi óptico modelo 406 C, criado con la mejor variedad de lechuga hipervitamínica para maximizar su sentido de la vista y suavizar ligeramente su olor corporal. Le dio un ajo, que por alguna razón a ese bicho le gustaban, y le acaricio entre las antenas para que despertase al salir del estuche.
Aún estaban lejos, pero probaría de todos modos. Activaría el zoom. Kenz sacó la bolsa de accesorios y le puso unas gafas al caracol.
-¿Lo tienes?
El bicho hizo un murmullo grave y agónico que Kenz interpretaba habitualmente como un "no".
-Pues nada, habrá que acercarse -dijo a Atlas-. Tú los matas a todos y yo luego le hago una foto al gordo. ¿Como lo ves? También podemos infiltrarnos y eso -señaló las capas-, pero me gusta más el primer plan.