Sowon
Luna Sangrienta
Ayer, 02:43 PM
La mujer observó a la niña, era curioso como parecía tener un imán para atraer a esas hormigas humanas, no era un secreto que detestaba a ciertos crios aunque en esa ocasión solo suspiró y le dio unas palmaditas en la cabeza. Esas personas había sufrido bastante, no necesitaba incorporar demasiada rudeza ya que sus vidas desde un primer momento habían sido miserables. Observó al hombre, su manera de hablar demostraba que nunca habían tenido una libertad que recuperar e incluso parecían someterse a su voluntad de manera casi instintiva.
— No soy dueña de su libertad ni tampoco me deben nada, de aquí en adelante estarán solos y harán con su vida lo que sientan que deban hacer. —
Pese a que sus palabras sonaron felices, una mueca salvaje pronto inundaría su rostro al escuchar una voz fanfarrona burlarse de sus cuernos. Su cuerpo se envolvió en una furia innata, tomando su enorme espadón de inmediato ante la provocación e indicando a la niña que volviese con su padre con una seña de su mano. Observó al pescado con gran disgusto mientras tomaba una postura típica de desenfunde, su cuerpo se inclinó ligeramente hacia delante, antes de saltar a la acción en un movimiento de asombrosa velocidad y abrumadora fuerza. No era un corte común, el peso de su espada cayó de lleno contra su oponente, obligando a que este no tuviera opción más que intentar bloquear el golpe pero la carga de la Oni no se detenía en un solo remate. Su mirada, de antiguo esmeralda ahora mostraba un carmesí intenso y el segundo corte, aquel que se elevó hacia el cielo pareció imbuido en una extraña energía que tiñó su espada de un negro azabache.
— No te permito que digas algo de mis cuernos escoria, creo que hoy esta gente cenará sushi en bandejas de oro. ¡Bwahahaha! No me digas que estás asustado, solo estamos calentando... —
Y un golpe más, un salvaje corte descendente que hizo temblar la tierra cual meteorito que cae desde el mismo cielo, la fuerza de la rubia era impresionante e incluso parecía aumentar en cada movimiento. Pero lo más peligroso era la velocidad con la que movía ese enorme trozo de acero, una destreza que dejaría al común de la gente completamente abrumados. Algunos hombres que presenciaban aquel combare tragaron saliva, a lo mejor porque sobreestimaban al pescado o temerosos de que aquella bestia pudiera volverse en contra de lo que estaba protegiendo.
— No soy dueña de su libertad ni tampoco me deben nada, de aquí en adelante estarán solos y harán con su vida lo que sientan que deban hacer. —
Pese a que sus palabras sonaron felices, una mueca salvaje pronto inundaría su rostro al escuchar una voz fanfarrona burlarse de sus cuernos. Su cuerpo se envolvió en una furia innata, tomando su enorme espadón de inmediato ante la provocación e indicando a la niña que volviese con su padre con una seña de su mano. Observó al pescado con gran disgusto mientras tomaba una postura típica de desenfunde, su cuerpo se inclinó ligeramente hacia delante, antes de saltar a la acción en un movimiento de asombrosa velocidad y abrumadora fuerza. No era un corte común, el peso de su espada cayó de lleno contra su oponente, obligando a que este no tuviera opción más que intentar bloquear el golpe pero la carga de la Oni no se detenía en un solo remate. Su mirada, de antiguo esmeralda ahora mostraba un carmesí intenso y el segundo corte, aquel que se elevó hacia el cielo pareció imbuido en una extraña energía que tiñó su espada de un negro azabache.
— No te permito que digas algo de mis cuernos escoria, creo que hoy esta gente cenará sushi en bandejas de oro. ¡Bwahahaha! No me digas que estás asustado, solo estamos calentando... —
Y un golpe más, un salvaje corte descendente que hizo temblar la tierra cual meteorito que cae desde el mismo cielo, la fuerza de la rubia era impresionante e incluso parecía aumentar en cada movimiento. Pero lo más peligroso era la velocidad con la que movía ese enorme trozo de acero, una destreza que dejaría al común de la gente completamente abrumados. Algunos hombres que presenciaban aquel combare tragaron saliva, a lo mejor porque sobreestimaban al pescado o temerosos de que aquella bestia pudiera volverse en contra de lo que estaba protegiendo.