Irina Volkov
Witch Eye
03-12-2024, 06:45 PM
El aire en el callejón se volvió opresivo cuando diste ese primer paso hacia ellos, Ares. La luz tenue que se filtraba desde la plaza no alcanzaba a iluminar del todo tu figura, dejando que tus escamas brillaran de forma ominosa en la penumbra. Los tres hombres se tensaron, especialmente el cabecilla, que parecía debatirse entre mantener la fachada de valentía o dar media vuelta y correr.
No tuvo tiempo de decidir. Tu movimiento fue rápido, más de lo que cualquiera de ellos esperaba. Un instante estabas a una distancia prudente, y al siguiente, tu silueta colosal se abalanzó sobre el líder con la ferocidad de una bestia en plena cacería. Tus garras, reforzadas con las nudilleras de metal, trazaron un arco decidido hacia el brazo que sostenía el arma.
Él trató de reaccionar, pero sus reflejos no estuvieron a la altura de tu velocidad. El impacto resonó como un trueno en el angosto callejón. El metal de tus nudilleras golpeó con fuerza contra la muñeca del hombre, arrancándole un alarido de dolor que resonó entre las paredes. El cuchillo oxidado salió volando de su mano, girando en el aire antes de aterrizar con un estrépito en el suelo empedrado. Él cayó de rodillas, sujetándose el brazo mientras una mueca de dolor deformaba su rostro.
—¡Maldito bastardo! —Gritó entre dientes, mirando hacia ti con una mezcla de rabia y miedo. Los otros dos reaccionaron como podías haber predicho. El de la cicatriz retrocedió instintivamente, sus ojos desorbitados mientras buscaba una salida desesperada. Pero el otro, el de la nariz torcida, pareció decidir que su mejor opción era atacar. Sacó de entre sus ropas un garrote improvisado, un trozo de madera astillada que probablemente había recogido de algún rincón, y se lanzó hacia ti con un grito gutural. Era torpe. Sus movimientos carecían de técnica, y su desesperación lo hacía aún más predecible. El golpe que intentó asestar fue lento y errático, pero potente.
No tuvo tiempo de decidir. Tu movimiento fue rápido, más de lo que cualquiera de ellos esperaba. Un instante estabas a una distancia prudente, y al siguiente, tu silueta colosal se abalanzó sobre el líder con la ferocidad de una bestia en plena cacería. Tus garras, reforzadas con las nudilleras de metal, trazaron un arco decidido hacia el brazo que sostenía el arma.
Él trató de reaccionar, pero sus reflejos no estuvieron a la altura de tu velocidad. El impacto resonó como un trueno en el angosto callejón. El metal de tus nudilleras golpeó con fuerza contra la muñeca del hombre, arrancándole un alarido de dolor que resonó entre las paredes. El cuchillo oxidado salió volando de su mano, girando en el aire antes de aterrizar con un estrépito en el suelo empedrado. Él cayó de rodillas, sujetándose el brazo mientras una mueca de dolor deformaba su rostro.
—¡Maldito bastardo! —Gritó entre dientes, mirando hacia ti con una mezcla de rabia y miedo. Los otros dos reaccionaron como podías haber predicho. El de la cicatriz retrocedió instintivamente, sus ojos desorbitados mientras buscaba una salida desesperada. Pero el otro, el de la nariz torcida, pareció decidir que su mejor opción era atacar. Sacó de entre sus ropas un garrote improvisado, un trozo de madera astillada que probablemente había recogido de algún rincón, y se lanzó hacia ti con un grito gutural. Era torpe. Sus movimientos carecían de técnica, y su desesperación lo hacía aún más predecible. El golpe que intentó asestar fue lento y errático, pero potente.