Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
03-12-2024, 11:52 PM
La buena disposición del hombre pronto me sorprendió para bien, por su apariencia, me gustó percibir que otros ejemplares de mi quinta también se enlistaban en La Marina sin tener en cuenta la edad, solo el espíritu, pues era este el que prevalecía ante todo lo que se levantaba en el mundo. Una buena sintonía se estableció en la sala con el hasta ahora desconocido tipo, Soriz se hacía llamar contemplando su rango con el mismo, por lo que intuí que tendría un nombre de pila y lo que nombró era su apellido, tal y como mandan los cánones de presentación más formales dentro de un escenario marcial, sin embargo, quería relajar los humos y ahora desquitarme de los honores y cargos que ostentara.
- Ah! Descanse recluta, el placer también es mío... me alegra ver gente de otra pasta por aquí entre tanta nueva generación. -
Con calma, tomé la parte superior del respaldo de la silla que por deducción me tocaba para sentarme frente a Soriz. Mis ojos se deslizaron hasta las fichas, las veía pulidas y aparentemente suaves, con acabados ligeramente desgastados en sus esquinas que daban a entender el buen material del que estaban hechas o el poco tiempo que llevaban usándose. Tiré hacia atrás para tomar asiento, y acto seguido cuadré mi posición arrimándome hasta el filo de la mesa.
- Bien dicho... empecemos. -
Le contesté de forma agradable, con serenidad y sosiego, como el que pone toda su atención en la cata de un té añejo y disfruta del tiempo tomándolo sin prisa. Tomé mis fichas correspondientes, al tacto, pude al fin intentar suponer de que material estaban hechas. Eran livianas pero rígidas, de un aspecto blanquecino que solo el paso de los años teñía de un efecto envejecido que las embellecía, pero no lograba aún saber de que estaban fabricadas.
Obviando eso, me concentré viendo las que por suerte me habían tocado, las levanté apoyándolas sobre uno de sus costados laterales donde la base para erguirlas era mayor, y una a una, fui viendo los valores que el destino me había asignado con ellas. Para mi sorpresa, Soriz se adelantó, no había terminado de terminar de levantar todas cuando el seis doble apareció desde la margen de mi adversario. Esbocé una sonrisa sutil, viendo las que me tocaron por el alzar, tomé sin dudar una de ellas mientras terminaba de levantar las restantes con la otra mano.
Con un toque leve de la yema del dedo pulgar, empujé la ficha que tenía elegida, esta cayó boca arriba y sus valores se vieron, el 5/6. Con el mismo dedo, lo llevé hasta unirlo con el 6, y ahora era el turno del recluta, el cual tenía ambas opciones, jugar al 5 o seguir jugando al 6.
- Ah! Descanse recluta, el placer también es mío... me alegra ver gente de otra pasta por aquí entre tanta nueva generación. -
Con calma, tomé la parte superior del respaldo de la silla que por deducción me tocaba para sentarme frente a Soriz. Mis ojos se deslizaron hasta las fichas, las veía pulidas y aparentemente suaves, con acabados ligeramente desgastados en sus esquinas que daban a entender el buen material del que estaban hechas o el poco tiempo que llevaban usándose. Tiré hacia atrás para tomar asiento, y acto seguido cuadré mi posición arrimándome hasta el filo de la mesa.
- Bien dicho... empecemos. -
Le contesté de forma agradable, con serenidad y sosiego, como el que pone toda su atención en la cata de un té añejo y disfruta del tiempo tomándolo sin prisa. Tomé mis fichas correspondientes, al tacto, pude al fin intentar suponer de que material estaban hechas. Eran livianas pero rígidas, de un aspecto blanquecino que solo el paso de los años teñía de un efecto envejecido que las embellecía, pero no lograba aún saber de que estaban fabricadas.
Obviando eso, me concentré viendo las que por suerte me habían tocado, las levanté apoyándolas sobre uno de sus costados laterales donde la base para erguirlas era mayor, y una a una, fui viendo los valores que el destino me había asignado con ellas. Para mi sorpresa, Soriz se adelantó, no había terminado de terminar de levantar todas cuando el seis doble apareció desde la margen de mi adversario. Esbocé una sonrisa sutil, viendo las que me tocaron por el alzar, tomé sin dudar una de ellas mientras terminaba de levantar las restantes con la otra mano.
Con un toque leve de la yema del dedo pulgar, empujé la ficha que tenía elegida, esta cayó boca arriba y sus valores se vieron, el 5/6. Con el mismo dedo, lo llevé hasta unirlo con el 6, y ahora era el turno del recluta, el cual tenía ambas opciones, jugar al 5 o seguir jugando al 6.