Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
06-08-2024, 06:17 PM
15 de Verano del año 724, Loguetown.
Exhaló un pesado suspiro en el momento en que cerró la puerta del despacho de la capitana Montpellier, mirando con cierta resignación hacia el frente. ¿Por qué ella, de entre todos los marines acuartelados en el G-31? ¿No había nadie más que pudiera hacerse cargo de esa tarea? Es más, ¿no debería ocuparse alguien de mayor categoría que la suya? En realidad, hasta el personal de mantenimiento podría haber sido una opción mucho mejor para la labor que le habían asignado. Bajo su percepción, claro. Lo cierto es que no había ningún motivo objetivo para pensar nada de eso, simplemente no le apetecía hacerse cargo de un marrón como aquel.
¿Que cuál era su nueva misión, os preguntáis? Ni más ni menos que hacerse cargo de los recién llegados a Loguetown para hacerles toda una guía turística, no solo de la base sino también de la ciudad y los muelles. La rabieta no le duró demasiado tiempo: en el fondo entendía que era su deber también ayudar a que los nuevos se adaptasen al cambio de destino, aunque tenía ciertas dudas al respecto. Había escuchado rumorear a los reclutas durante los últimos días sobre el recién llegado grupito. Decían desde que alguno era un puñetero escaqueado hasta que una anciana senil y ciega se orientaría mejor. Otro parecía haberse quedado fuera del búnker durante la tormenta de días atrás, arriesgando estúpidamente la vida pero salvando los víveres de la base en el proceso. «Una de cal y otra de arena, supongo», se había dicho a sí misma al pensar en ello.
Fuera como fuese, si querían evitar que se metieran en más líos y conseguir que se adaptasen a cómo funcionaba el G-31 lo antes posible, alguien tendría que comerse el marrón de enseñarles todo eso. Se puso a pensar en qué cosas podría explicar o enseñarles, así como en el recorrido más óptimo y claro para no tener que dar vueltas estúpidas y que les fuera sencillo de recordar, todo ello mientras recorría los largos pasillos de la base y empezaba a bajar las escaleras hacia el patio. En algún momento tendrían que pasarse también por la armería si iban a recorrer las calles de la ciudad, pero supuso que podrían dejarlo para más tarde. De todos modos, si bien era posible que fuera la persona con mejor orientación de entre los marines que allí se encontraban, no se le daba nada bien tener que hacer una planificación del camino a seguir. Quizá lo mejor sería hacerlo simple: barracones —que esperaba que ya tuvieran localizados— y aseos, patio de entrenamiento, intendencias y almacenes, comedor, enfermería, despachos de los oficiales y armería justo antes de salir. Ya pensaría después por dónde llevarles en Loguetown.
Beatrice había tenido la cortesía de decirle que el lugar de encuentro sería junto a la entrada de la base. Ya fuera, en el patio, tomó aire profundamente mientras se mentalizaba. Nunca se le había dado demasiado bien socializar, quizá porque tampoco había tenido la posibilidad de practicarlo en exceso. No todo el mundo se ve capaz de hablar con una oni cómodamente. Tampoco estaba acostumbrada a tener que ser la cabecilla en algo, salvo quizá en los entrenamientos. Vaya, que su fuerte no era hablar y mucho menos explicar nada.
Soltó todo el aire que había acumulado y negó con la cabeza. Tampoco podía ser tan malo, ¿no? Y se encaminó hacia la entrada, esperando toparse con sus nuevos compañeros.