Ares Brotoloigos
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Hace 9 horas
El amalgama de aromas en ese callejón era una mezcla nauseabunda y casi afrodisíaca. Porque el mal olor de la zona había quedado parcialmente opacado por el aroma a terror y desesperación de aquel tipo. El único que se aferraba a un intento para preservar su vida, porque su dignidad ya había sido apaleada de la manera más vil y certera. Las manos de Ares, poco a poco, iban manipulando las nudilleras de sus garras, retirándolas de dicho lugar y volviendolas a colgar de su cinturón, aún a pesar de que todavía tuviesen restos de sangre. Eso no pareció importarle lo más mínimo al diablos. La mirada rojiza del susodicho se posó, durante un par de segundos breves, sobre los otros dos hombres que había noqueado al principio. Eses, ahora mismo, le importaban poco y nada. Pero el otro estaba empezando a cantar.
Y qué canto más bonito.
Así que era eso, había una red por detrás. Una mercancía. Eses tres solo eran la carnaza para algo mayor. Ares se relamió levemente los dientes, pensativo, mientras el otro seguía soltando perlas y perlas, cada vez más amedrentado. Sin mediar palabra, el diablos dió unos cuantos pasos hacia el frente, pero ignoró vilmente los lamentos e intentos de piedad del tipo. Con varios golpes brutales, terminando así con la vida de los pobres desgraciados. Solo se escuchó el crujir de los huesos rotos y algo más cercenándose, junto con un gruñido de satisfacción del diablos. Algo de sangre le había terminado salpicando el rostro, pero no parecía muy molesto por tal hecho.
Los perros callejeros y las ratas darían buena cuenta de ese par. Era el único destino que se merecían.
— En cuanto a ti... — Acto seguido se giró, con un tono oscuro y se aproximó al que quedaba. — Vamos a tener una charla en los calabozos.
Podría matarlo ahí ahora que había soltado la mitad de la sopa, como quien decía. Pero todavía necesitaba más información, por lo que no le quedaba más remedio que dejarle vivo. Y, en todo caso, informar a su susperiores de la situación.
Vin, La Dobladora.
Memorizó el nombre en lo que le asestaba un brutal puñetazo al tipo en el estómago. Suficiente como para dejarle sin aire y luego agarrarlo para arrastrarlo fuera del callejón, como un mero despojo.
Ares no era muy afín a dejar el trabajo a medias, pero si había algo peor era ser sometido a un interrogatorio. No estaba seguro de si se lo permitirían a él o no, pero le metería el suficiente miedo en el cuerpo para que cantase cual canario en una poza de agua. No solo eso, sino que lo pasearía así de camino al Cuartel General.
Un simple aviso para que, los maleantes que estuviesen mirando, supiesen que así era como iban a terminar si seguían delinquiendo en Loguetown.
Y qué canto más bonito.
Así que era eso, había una red por detrás. Una mercancía. Eses tres solo eran la carnaza para algo mayor. Ares se relamió levemente los dientes, pensativo, mientras el otro seguía soltando perlas y perlas, cada vez más amedrentado. Sin mediar palabra, el diablos dió unos cuantos pasos hacia el frente, pero ignoró vilmente los lamentos e intentos de piedad del tipo. Con varios golpes brutales, terminando así con la vida de los pobres desgraciados. Solo se escuchó el crujir de los huesos rotos y algo más cercenándose, junto con un gruñido de satisfacción del diablos. Algo de sangre le había terminado salpicando el rostro, pero no parecía muy molesto por tal hecho.
Los perros callejeros y las ratas darían buena cuenta de ese par. Era el único destino que se merecían.
— En cuanto a ti... — Acto seguido se giró, con un tono oscuro y se aproximó al que quedaba. — Vamos a tener una charla en los calabozos.
Podría matarlo ahí ahora que había soltado la mitad de la sopa, como quien decía. Pero todavía necesitaba más información, por lo que no le quedaba más remedio que dejarle vivo. Y, en todo caso, informar a su susperiores de la situación.
Vin, La Dobladora.
Memorizó el nombre en lo que le asestaba un brutal puñetazo al tipo en el estómago. Suficiente como para dejarle sin aire y luego agarrarlo para arrastrarlo fuera del callejón, como un mero despojo.
Ares no era muy afín a dejar el trabajo a medias, pero si había algo peor era ser sometido a un interrogatorio. No estaba seguro de si se lo permitirían a él o no, pero le metería el suficiente miedo en el cuerpo para que cantase cual canario en una poza de agua. No solo eso, sino que lo pasearía así de camino al Cuartel General.
Un simple aviso para que, los maleantes que estuviesen mirando, supiesen que así era como iban a terminar si seguían delinquiendo en Loguetown.