Ray
Kuroi Ya
06-08-2024, 07:08 PM
A Ray le resultaba cuanto menos curioso que les hubieran mandado a recorrer el Cuartel General en una suerte de visita guiada. Ya llevaban allí dos semanas y al menos él conocía lo necesario para desenvolverse con soltura en el día a día. O eso creía. Desde luego para Taka sería de utilidad, siempre y cuando prestase atención, claro. El sentido de la orientación no era el mayor fuerte del peliverde precisamente.
Habían sido convocados en la entrada principal del recinto del Cuartel, donde debían reunirse con la persona designada con la Capitana Montpellier para guiarles por el complejo militar. El peliblanco suponía que se trataría de algún oficial de bajo rango, alguien que conociera el lugar al dedillo desde hacía unos años y que pudiera mostrarles sus secretos y recovecos. No quería que se repitiera lo de unos días antes, cuando cayó la tormenta. Solo, sin saber a dónde ir y superado por las condiciones climatológicas, había vivido unas horas realmente intensas. Pero ahora las cosas eran distintas. Había obtenido un nuevo poder, llevaba ya dos semanas allí y se había empezado a habituar al ritmo de entrenamiento. Incluso podía comenzar a llamar amigos a dos de sus nuevos compañeros. Taka y Atlas habían resultado dos auténticos descubrimientos, y se alegraba sinceramente de haber coincidido con ellos.
Llegó de los primeros al lugar acordado, y fue saludando a sus compañeros mientras iban dejándose caer por allí. Eso sí, para sorpresa probablemente de nadie aún no había ni rastro de ninguno de sus dos colegas. No eran precisamente las personas más puntuales ni formales del mundo, pero eso a decir verdad no era algo que a Ray nunca le había importado demasiado.
Cuando apenas habían llegado dos o tres de ellos apareció una persona bastante llamativa. Era una mujer, o al menos parecía una mujer, de una estatura absolutamente descomunal, más grande que cualquier persona que el peliblanco hubiese visto nunca. Sin embargo pese a aquella altura no resultaba tosca, sino que parecía tener unas proporciones muy similares a las que tendría alguien más de un metro más pequeño. Tenía el pelo largo y de color azabache, lo que resaltaba aún más la palidez de su piel. No obstante, dos rasgos llamaban aún más la atención en su rostro. Sus ojos, que tenían un brillante color rojo que los hacía parecer dos gotas de sangre y le conferían un aspecto ligeramente inquietante; y sobre todo los dos largos cuernos que brotaban a ambos lados de su frente. Tan solo el hecho de que fuese vestida con un uniforme de recluta de la Marina hizo que las alarmas del joven no saltasen y se pusiera en guardia.
Incapaz de contener su innata curiosidad ante alguien con un aspecto tan particular, se dirigió hacia la recién llegada y la saludó con una sonrisa:
- ¡Hey! Soy Ray. - Le ofreció chocar la mano izquierda mientras elevaba el rostro para mirarla a los ojos y preguntarle: - ¿Cómo te llamas?
Habían sido convocados en la entrada principal del recinto del Cuartel, donde debían reunirse con la persona designada con la Capitana Montpellier para guiarles por el complejo militar. El peliblanco suponía que se trataría de algún oficial de bajo rango, alguien que conociera el lugar al dedillo desde hacía unos años y que pudiera mostrarles sus secretos y recovecos. No quería que se repitiera lo de unos días antes, cuando cayó la tormenta. Solo, sin saber a dónde ir y superado por las condiciones climatológicas, había vivido unas horas realmente intensas. Pero ahora las cosas eran distintas. Había obtenido un nuevo poder, llevaba ya dos semanas allí y se había empezado a habituar al ritmo de entrenamiento. Incluso podía comenzar a llamar amigos a dos de sus nuevos compañeros. Taka y Atlas habían resultado dos auténticos descubrimientos, y se alegraba sinceramente de haber coincidido con ellos.
Llegó de los primeros al lugar acordado, y fue saludando a sus compañeros mientras iban dejándose caer por allí. Eso sí, para sorpresa probablemente de nadie aún no había ni rastro de ninguno de sus dos colegas. No eran precisamente las personas más puntuales ni formales del mundo, pero eso a decir verdad no era algo que a Ray nunca le había importado demasiado.
Cuando apenas habían llegado dos o tres de ellos apareció una persona bastante llamativa. Era una mujer, o al menos parecía una mujer, de una estatura absolutamente descomunal, más grande que cualquier persona que el peliblanco hubiese visto nunca. Sin embargo pese a aquella altura no resultaba tosca, sino que parecía tener unas proporciones muy similares a las que tendría alguien más de un metro más pequeño. Tenía el pelo largo y de color azabache, lo que resaltaba aún más la palidez de su piel. No obstante, dos rasgos llamaban aún más la atención en su rostro. Sus ojos, que tenían un brillante color rojo que los hacía parecer dos gotas de sangre y le conferían un aspecto ligeramente inquietante; y sobre todo los dos largos cuernos que brotaban a ambos lados de su frente. Tan solo el hecho de que fuese vestida con un uniforme de recluta de la Marina hizo que las alarmas del joven no saltasen y se pusiera en guardia.
Incapaz de contener su innata curiosidad ante alguien con un aspecto tan particular, se dirigió hacia la recién llegada y la saludó con una sonrisa:
- ¡Hey! Soy Ray. - Le ofreció chocar la mano izquierda mientras elevaba el rostro para mirarla a los ojos y preguntarle: - ¿Cómo te llamas?