Jun Gunslinger
Nagaredama
06-12-2024, 12:55 AM
El movimiento de Bonez fue tan rápido que Jun apenas lograría distinguirlo como un fugaz destello plateado. Solo cuando el cañón del arma de aquel hombre se partió en dos, comprendió lo que había sucedido: El filo de uno de los naipes había cortado el arma con grandiosa precisión. Jun permaneció inmóvil por un instante, con el índice todavía pegado al gatillo de su pistola.
La amenaza del escalofriante niño maldito había sido muy clara. Un silencio tenso inundaría brevemente el espacio, mientras las miradas rodaban sobre los protagonistas del conflicto. Jun se permitió creer, por un pequeño instante, que todo acabaría ahí.
Y si, todo podría haber terminado ahí. Pero entonces lo sintió: Una presencia, un pesado cambio en la atmósfera, tan palpable como el filo de un cuchillo al cuello. La voz y la risa de Vesper, o más bien de lo que sea que había emergido de su interior, resonaron con un tono aterradoramente distinto. Jun no sabía que había dicho algo que no debía, y que fueron sus propias palabras las que acababan de despertar a la bestia que dormía dentro del doctor Chrome.
La diestra se transformó en garra, y ante las miradas expectantes de todos los presentes la Hiena de Kilombo se levantó de su asiento y cercenó la mano del sujeto de un zarpazo. Y la risa de Vyper se oyó casi tan fuerte como los gritos del hombre mutilado, que ahora se revolcaba en el suelo sujetando su muñón. Los otros tipos que le acompañaban, aterrados, lo asistieron y recogieron en la huida lo que quedaba del arma y la mano cortada. Salieron tambaleándose de la taberna, dejando un rastro de sangre fresca por detrás. Y aún así, nadie en la taberna parecía demasiaaado sorprendido. Algunos apenas apartaron la vista de sus platos o bebidas. Era simplemente otro día en la Isla Kilombo.
Jun, sin embargo, no podía quitarle los ojos de encima a Vyper. Su descaro habitual la había metido en problemas muchas veces antes, pero esto era algo diferente. Entendía que ese hombre, o lo que sea que ahora fuera, era peligroso de una forma que la Hafugyo no podía definir.
Los murmullos de las conversaciones regresaron poco a poco, y la taberna continuó con su caótico ritmo normal, mas Jun acababa de descubrir que no había nada de normal en esa mesa. Tanto Vesper como Bonez parecían tranquilos y dispuestos a continuar con el juego, como si nada hubiese pasado. Pero aquello había sido demasiado, aún para la revoltosa muchacha, que se encontraba ahora más pálida que antes. Sin embargo, al final decidió fingir demencia y esbozó una sonrisa ante el comentario de Chrome, y luego soltó un largo suspiro, acomodándose en el asiento y guardando la pistola. Miró el plato con la hamburguesa y lo apartó a un lado. En su lugar, se centró en el alcohol. Ya no tenía apetito, pero si sed, y también muchas dudas.
—Oigan, si gano... no perderé mis manos, ¿verdad? —preguntó, en broma pero en serio, y le dio un sorbo a su bebida mientras esperaba que Bonez repartiera una nueva tanda de cartas.
La amenaza del escalofriante niño maldito había sido muy clara. Un silencio tenso inundaría brevemente el espacio, mientras las miradas rodaban sobre los protagonistas del conflicto. Jun se permitió creer, por un pequeño instante, que todo acabaría ahí.
Y si, todo podría haber terminado ahí. Pero entonces lo sintió: Una presencia, un pesado cambio en la atmósfera, tan palpable como el filo de un cuchillo al cuello. La voz y la risa de Vesper, o más bien de lo que sea que había emergido de su interior, resonaron con un tono aterradoramente distinto. Jun no sabía que había dicho algo que no debía, y que fueron sus propias palabras las que acababan de despertar a la bestia que dormía dentro del doctor Chrome.
La diestra se transformó en garra, y ante las miradas expectantes de todos los presentes la Hiena de Kilombo se levantó de su asiento y cercenó la mano del sujeto de un zarpazo. Y la risa de Vyper se oyó casi tan fuerte como los gritos del hombre mutilado, que ahora se revolcaba en el suelo sujetando su muñón. Los otros tipos que le acompañaban, aterrados, lo asistieron y recogieron en la huida lo que quedaba del arma y la mano cortada. Salieron tambaleándose de la taberna, dejando un rastro de sangre fresca por detrás. Y aún así, nadie en la taberna parecía demasiaaado sorprendido. Algunos apenas apartaron la vista de sus platos o bebidas. Era simplemente otro día en la Isla Kilombo.
Jun, sin embargo, no podía quitarle los ojos de encima a Vyper. Su descaro habitual la había metido en problemas muchas veces antes, pero esto era algo diferente. Entendía que ese hombre, o lo que sea que ahora fuera, era peligroso de una forma que la Hafugyo no podía definir.
Los murmullos de las conversaciones regresaron poco a poco, y la taberna continuó con su caótico ritmo normal, mas Jun acababa de descubrir que no había nada de normal en esa mesa. Tanto Vesper como Bonez parecían tranquilos y dispuestos a continuar con el juego, como si nada hubiese pasado. Pero aquello había sido demasiado, aún para la revoltosa muchacha, que se encontraba ahora más pálida que antes. Sin embargo, al final decidió fingir demencia y esbozó una sonrisa ante el comentario de Chrome, y luego soltó un largo suspiro, acomodándose en el asiento y guardando la pistola. Miró el plato con la hamburguesa y lo apartó a un lado. En su lugar, se centró en el alcohol. Ya no tenía apetito, pero si sed, y también muchas dudas.
—Oigan, si gano... no perderé mis manos, ¿verdad? —preguntó, en broma pero en serio, y le dio un sorbo a su bebida mientras esperaba que Bonez repartiera una nueva tanda de cartas.