Donatella Pavone
La Garra de Pavone
06-12-2024, 05:55 PM
El hombre atrapado entre tu brazo y los barriles se estremeció ligeramente al escuchar tus palabras. Sus ojos, ahora completamente abiertos, reflejaban una mezcla de miedo y desconcierto. Parecía estar evaluando su situación, consciente de que cualquier movimiento en falso podría empeorar su posición. Tras unos segundos de titubeo, asintió lentamente con la cabeza, confirmando que entendía tus instrucciones.
Sin embargo, cuando hiciste la primera pregunta, su reacción fue más dubitativa. Abrió y cerró la boca como si quisiera hablar, pero recordó rápidamente la advertencia. Con algo de nerviosismo, levantó una mano temblorosa y mostró dos dedos, dejándote saber que serían un total de 5 personas si sabias sumar. Luego señaló con un movimiento de cabeza hacia el almacén, indicando que los demás estaban dentro o quizás cerca del almacén.
Mario, desde su posición, hizo un leve movimiento con la mano para señalarte algo. Si seguías la dirección de su mirada, notarías que el hombre corpulento con barba larga había comenzado a caminar hacia el callejón. Podría haber sido atraído por el ligero ruido de las cajas que se movieron, simplemente siguiendo un instinto de vigilancia, o incluso algo tan simple como querer revisar si el compañero que siempre se duerme seguía despierto. Pero cualquier suposición carecía de certeza. Lo que era innegable era el riesgo de ser encontrado pues llevaba una pistola en la correa, a la vista y lista para usarse.
El hombre que tenías inmovilizado parecía más asustado con cada segundo que pasaba. Intentó señalar hacia un lado de su cabeza, como si quisiera indicarte "algo importante", pero no podía ser más específico sin hablar. Su respiración se aceleraba, y podías sentir cómo el nerviosismo lo hacía intentar, sin éxito, forcejear contra tu agarre.
De repente, un leve crujido detrás de ti podría ponerte en alerta. Juan, desde la retaguardia, hizo un gesto urgente, apuntando hacia otro punto del callejón donde un cuarto sujeto apareció con una chaqueta roja desgastada. Podría ser uno de los tres cómplices que había indicado tu rehén... o tan solo un simple transeúnte de Rostock que había tenido la mala suerte de cruzarse en tu camino en el peor momento. No había forma de estar seguro.
La situación se complicaba rápidamente. Tenías al corpulento acercándose al callejón, con sus intenciones aún inciertas, y al otro, una nueva figura en la retaguardia cuyo bando o neutralidad era un misterio. Todo esto, mientras el rehén en tus brazos parecía una mezcla de recurso útil y posible carga que no paraba de tratar de escapar.
El tiempo se estaba agotando. ¿Evacuarías con el prisionero, arriesgándote a hacer el mínimo ruido que podría alertar al corpulento? ¿Enfrentarías a la figura recién llegada antes de que complicara aún más las cosas? ¿Te mantendrías completamente inmóvil, esperando que las sombras te protegieran, o intentarías usar al capturado como una distracción para ganar tiempo? La decisión está en tus manos, Arthur, y cada movimiento podría inclinar la balanza en esta misión cargada de intriga y peligro.
Sin embargo, cuando hiciste la primera pregunta, su reacción fue más dubitativa. Abrió y cerró la boca como si quisiera hablar, pero recordó rápidamente la advertencia. Con algo de nerviosismo, levantó una mano temblorosa y mostró dos dedos, dejándote saber que serían un total de 5 personas si sabias sumar. Luego señaló con un movimiento de cabeza hacia el almacén, indicando que los demás estaban dentro o quizás cerca del almacén.
Mario, desde su posición, hizo un leve movimiento con la mano para señalarte algo. Si seguías la dirección de su mirada, notarías que el hombre corpulento con barba larga había comenzado a caminar hacia el callejón. Podría haber sido atraído por el ligero ruido de las cajas que se movieron, simplemente siguiendo un instinto de vigilancia, o incluso algo tan simple como querer revisar si el compañero que siempre se duerme seguía despierto. Pero cualquier suposición carecía de certeza. Lo que era innegable era el riesgo de ser encontrado pues llevaba una pistola en la correa, a la vista y lista para usarse.
El hombre que tenías inmovilizado parecía más asustado con cada segundo que pasaba. Intentó señalar hacia un lado de su cabeza, como si quisiera indicarte "algo importante", pero no podía ser más específico sin hablar. Su respiración se aceleraba, y podías sentir cómo el nerviosismo lo hacía intentar, sin éxito, forcejear contra tu agarre.
De repente, un leve crujido detrás de ti podría ponerte en alerta. Juan, desde la retaguardia, hizo un gesto urgente, apuntando hacia otro punto del callejón donde un cuarto sujeto apareció con una chaqueta roja desgastada. Podría ser uno de los tres cómplices que había indicado tu rehén... o tan solo un simple transeúnte de Rostock que había tenido la mala suerte de cruzarse en tu camino en el peor momento. No había forma de estar seguro.
La situación se complicaba rápidamente. Tenías al corpulento acercándose al callejón, con sus intenciones aún inciertas, y al otro, una nueva figura en la retaguardia cuyo bando o neutralidad era un misterio. Todo esto, mientras el rehén en tus brazos parecía una mezcla de recurso útil y posible carga que no paraba de tratar de escapar.
El tiempo se estaba agotando. ¿Evacuarías con el prisionero, arriesgándote a hacer el mínimo ruido que podría alertar al corpulento? ¿Enfrentarías a la figura recién llegada antes de que complicara aún más las cosas? ¿Te mantendrías completamente inmóvil, esperando que las sombras te protegieran, o intentarías usar al capturado como una distracción para ganar tiempo? La decisión está en tus manos, Arthur, y cada movimiento podría inclinar la balanza en esta misión cargada de intriga y peligro.