—¿Qué tiene en mente exactamente?. Dijo el pobre chaval, sin saber de quién era la imaginación que estaba a punto de desbocar.
Esa inocente pregunta le hizo a Gretta plantearse todo un desenlace: "¿Qué, qué tengo en mente? A ver, déjame pensar... A corto plazo: agarrarte, quitarte esa ropa, quitarme la mía, estamparte contra la pared y cabalgarte sin parar hasta que tu presión arterial haga que todo el ojo se vuelva del color de tus iris, y luego seguir encalomándote hasta que todos tus huesos se vuelvan polvo... A largo plazo: si sobrevives, casarnos, pasar la vida juntos, tener unos cientos de hijos preciosos, hasta que al final, al llegar a casa después de un día de duro trabajo, te encuentre con otra y acabe devorándoos a ambos en un ataque de rabia descontrolada, teniendo que decirles a nuestros hijos que no los querías para que jamás guarden un buen recuerdo sobre ti..." Pero entonces las palabras del chico cortaron su imaginación.
—¿No hará masajes de casualidad?... Gretta, aún apoyada en la mesa, parpadeó lentamente asimilando esas palabras y viendo como el joven se quitaba la chaqueta.
"¡Toma, toma, toma! Espera, no parezcas desesperada, tranquila" Se dijo a sí misma y, acto seguido, barrió todo lo que había encima de la gran mesa de un manotazo, mandándolo todo a volar por la estancia y haciendo una improvisada camilla. Agarró unas telas y las puso encima en cuestión de segundos para que la fría mesa fuese cómoda.
—Claro, desniuda y tumba, mejor masiaje de mar— Le dijo ella con un tono tranquilo y señalando con un barrido lento la mesa. —Si incomoda no mirro... Esas últimas palabras no tenían un tono muy cierto.
—Si necesita que le haga algún trabajo. Le dijo él. "Esto está hecho, Gretta, se está insinuando, pero vamos, más claro agua". —Si tengo trabiajo si, aquí abajo hay uno bien grande; luego ensenio, ahora tumba y desquiansa. Terminó de decir Gretta ante tal insinuación y se giraba para coger unos ungüentos que venían bien para dar masajes. Esperó a ver que hacía el chico.
Esa inocente pregunta le hizo a Gretta plantearse todo un desenlace: "¿Qué, qué tengo en mente? A ver, déjame pensar... A corto plazo: agarrarte, quitarte esa ropa, quitarme la mía, estamparte contra la pared y cabalgarte sin parar hasta que tu presión arterial haga que todo el ojo se vuelva del color de tus iris, y luego seguir encalomándote hasta que todos tus huesos se vuelvan polvo... A largo plazo: si sobrevives, casarnos, pasar la vida juntos, tener unos cientos de hijos preciosos, hasta que al final, al llegar a casa después de un día de duro trabajo, te encuentre con otra y acabe devorándoos a ambos en un ataque de rabia descontrolada, teniendo que decirles a nuestros hijos que no los querías para que jamás guarden un buen recuerdo sobre ti..." Pero entonces las palabras del chico cortaron su imaginación.
—¿No hará masajes de casualidad?... Gretta, aún apoyada en la mesa, parpadeó lentamente asimilando esas palabras y viendo como el joven se quitaba la chaqueta.
"¡Toma, toma, toma! Espera, no parezcas desesperada, tranquila" Se dijo a sí misma y, acto seguido, barrió todo lo que había encima de la gran mesa de un manotazo, mandándolo todo a volar por la estancia y haciendo una improvisada camilla. Agarró unas telas y las puso encima en cuestión de segundos para que la fría mesa fuese cómoda.
—Claro, desniuda y tumba, mejor masiaje de mar— Le dijo ella con un tono tranquilo y señalando con un barrido lento la mesa. —Si incomoda no mirro... Esas últimas palabras no tenían un tono muy cierto.
—Si necesita que le haga algún trabajo. Le dijo él. "Esto está hecho, Gretta, se está insinuando, pero vamos, más claro agua". —Si tengo trabiajo si, aquí abajo hay uno bien grande; luego ensenio, ahora tumba y desquiansa. Terminó de decir Gretta ante tal insinuación y se giraba para coger unos ungüentos que venían bien para dar masajes. Esperó a ver que hacía el chico.