
Rocket Raccoon
Rocket
07-12-2024, 01:08 AM
Acabas de conocer a alguien, probablemente más joven que tú. O al menos eso parecía. Aunque, pensándolo bien... ¿qué edad tengo yo? Una duda existencial interesante, pero no era el momento de filosofar. La situación en frente de mí requería toda mi atención y un poco de terapia posterior, probablemente. Estábamos hablando de mis bolas. Sí, eso mismo. ¿Cómo llegamos aquí? Bueno, la vida de un mapache parlanchín es impredecible, pero esto era un nuevo nivel de desastre social. Ahí estaba yo, mirando fijamente a una joven con un pescado aún colgando de mi boca. Mis ojos, más abiertos que una tienda de conveniencia 24/7, reflejaban puro horror y autoconciencia.
Anko, la testigo de esta tragedia, había confirmado lo que ni siquiera quería saber: ella había visto mis bolas. Literalmente, las mencioné en una broma que, en mi cabeza, sonaba graciosa. Pero la realidad me golpeó más fuerte que un ladrillo: ahora mis "nobles partes" ya no eran tan íntimas como me habría gustado. Imagina el recuerdo que esta chica se llevará consigo para el resto de su vida. No será el heroico mapache que combatía el mal ni el brillante estratega de un escape magistral. No. Será "el mapache parlanchín cuyas bolas rebotaban alegremente de un lado a otro". Un legado impresionante, sin duda.
¿Podría arreglar esto con algo de dignidad? Difícil. Aunque, siendo honestos, si iba a quedar como una anécdota embarazosa, al menos sería la mejor anécdota embarazosa posible. Total, mis bolas ya estaban en la conversación, ¿qué más podía pasar?
Pues, lo que ocurrió después no estaba, ni por asomo, en mi lista de cosas esperadas. Pasaron un par de minutos, aunque a mí me parecieron horas, y mi semblante seguía siendo el mismo que cuando me enteré de que la chica, efectivamente, había visto mis dos perlitas.
El corte de pescado, debo admitirlo, tenía buen sabor. Pero ahí estaba, deslizándose lentamente de mi boca, como si fuera un tobogán hacia el desastre. Las gotas de baba seguían la misma ruta, cayendo con una precisión casi artística sobre la mesa, formando un pequeño charquito que parecía un homenaje a mi estado emocional. Estaba congelado, una estatua viviente de la humillación y la confusión.
¿Es posible desmayarse sin caer ni cerrar los ojos? No lo sé, pero estaba peligrosamente cerca de descubrirlo. Mi mente era un torbellino de pensamientos inútiles mientras intentaba procesar la situación: '¿Cómo pasó esto?', '¿Por qué pasó esto?', y más importante, '¿Cómo me bajo de esta montaña rusa de vergüenza?'.
Por otro lado, y esto es solo una teoría, quizás el narrador esté usando todo esto como una distracción. Tal vez la verdadera trama aquí es que Anko quiere saber si su pescado está bueno o no está bueno. Y pues, esto nunca lo sabrá jeje. Pero la audiencia, sí. Estaba, uhm... bueno, si es un poco… meh. Sí, sabroso, claro, pero ¿inolvidable? No. De hecho, podría decirse que mi crisis existencial era más entretenida que su sazón.
¿Quién necesita estrellas Michelin cuando tienes un mapache literalmente paralizado frente a ti? Anda, dale unos golpes a ver si reaccion o que.
Anko, la testigo de esta tragedia, había confirmado lo que ni siquiera quería saber: ella había visto mis bolas. Literalmente, las mencioné en una broma que, en mi cabeza, sonaba graciosa. Pero la realidad me golpeó más fuerte que un ladrillo: ahora mis "nobles partes" ya no eran tan íntimas como me habría gustado. Imagina el recuerdo que esta chica se llevará consigo para el resto de su vida. No será el heroico mapache que combatía el mal ni el brillante estratega de un escape magistral. No. Será "el mapache parlanchín cuyas bolas rebotaban alegremente de un lado a otro". Un legado impresionante, sin duda.
¿Podría arreglar esto con algo de dignidad? Difícil. Aunque, siendo honestos, si iba a quedar como una anécdota embarazosa, al menos sería la mejor anécdota embarazosa posible. Total, mis bolas ya estaban en la conversación, ¿qué más podía pasar?
Pues, lo que ocurrió después no estaba, ni por asomo, en mi lista de cosas esperadas. Pasaron un par de minutos, aunque a mí me parecieron horas, y mi semblante seguía siendo el mismo que cuando me enteré de que la chica, efectivamente, había visto mis dos perlitas.
El corte de pescado, debo admitirlo, tenía buen sabor. Pero ahí estaba, deslizándose lentamente de mi boca, como si fuera un tobogán hacia el desastre. Las gotas de baba seguían la misma ruta, cayendo con una precisión casi artística sobre la mesa, formando un pequeño charquito que parecía un homenaje a mi estado emocional. Estaba congelado, una estatua viviente de la humillación y la confusión.
¿Es posible desmayarse sin caer ni cerrar los ojos? No lo sé, pero estaba peligrosamente cerca de descubrirlo. Mi mente era un torbellino de pensamientos inútiles mientras intentaba procesar la situación: '¿Cómo pasó esto?', '¿Por qué pasó esto?', y más importante, '¿Cómo me bajo de esta montaña rusa de vergüenza?'.
Por otro lado, y esto es solo una teoría, quizás el narrador esté usando todo esto como una distracción. Tal vez la verdadera trama aquí es que Anko quiere saber si su pescado está bueno o no está bueno. Y pues, esto nunca lo sabrá jeje. Pero la audiencia, sí. Estaba, uhm... bueno, si es un poco… meh. Sí, sabroso, claro, pero ¿inolvidable? No. De hecho, podría decirse que mi crisis existencial era más entretenida que su sazón.
¿Quién necesita estrellas Michelin cuando tienes un mapache literalmente paralizado frente a ti? Anda, dale unos golpes a ver si reaccion o que.