Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
07-12-2024, 05:56 PM
Día 17 Verano del año 724
La tensión en el aire era palpable, cada segundo transcurrido intensificaba la sensación de urgencia que te envolvía y a los niños en aquella habitación infernal. El espacio, aunque amplio, parecía empequeñecer con el peso de las presencias que habías sentido con tu Haki de Observación. Cientos de presencias. Estaban rodeados, y no eran solo niños. Los hombres que operaban este horror subterráneo se movían ahora hacia el comedor del sótano, y sus voces resonaban en los pasillos cercanos, cargadas de burla y seguridad. En ese instante, dos posibles rutas se presentaban ante ti.
Si sales por la puerta directa al comedor ...
Si decides salir por la puerta principal de la habitación, tendrías que enfrentar inmediatamente a diez hombres armados que estaban ya cerca del comedor. A través de tu Haki podías percibir su confianza y sus movimientos organizados. Cada uno de ellos llevaba cuchillos largos, palos reforzados, y al menos tres portaban armas de fuego rudimentarias, aunque funcionales. El pasillo hacia ellos era estrecho, lo que significaba que cualquier enfrentamiento sería frontal y extremadamente peligroso. Desde allí, podrías ver cómo los hombres hablaban entre ellos, riéndose mientras comentaban el descubrimiento de "la sirena". — ¡Una sirena de verdad! ¿Sabes lo que podríamos ganar con esa cosa? — Volvía a decir uno, golpeando una de las mesas con su machete. Estaba emocionado. — Tsk, olvídate de los niños por un momento. Esto es un boleto de oro. Los nobles pagarían un precio exorbitante por verla viva. — Eran dos tipos con el pelo blanco y parecían gemelos. Si optabas por este camino, sería una lucha directa, un enfrentamiento desigual que pondría a los niños en riesgo. Pero, si lograbs salir victoriosa, tendrías una vía rápida hacia la salida superior del sótano. ¿La desventaja? los hombres estaban preparados y podían hacer uso de los niños como rehenes en un abrir y cerrar de ojos. Además eran dos, pero se escuchaban muchos pasos arriba, es decir, serían varias luchas seguidas, cargando tú, con los niños.
Seguir por los túneles subterráneos ...
Por otro lado, había una opción más incierta pero que evitaba el enfrentamiento inmediato. Uno de los niños, un chico con cabello revuelto y ojos grandes, agarró tu manga, Asradi, con insistencia y señaló hacia el pequeño túnel por donde había entrado otro niño momentos antes. — Hay más abajo, señorita... por aquí podemos ir a los túneles. — Dijo, su vocecita rota pero llena de urgencia. El túnel era estrecho, oscuro, y descendía aún más en la red subterránea. El niño, que parecía haber explorado antes, agregó. — Esos túneles conectan con los otros lados. Los malos no van mucho por ahí porque dicen que se pierden...— Son niños "los malos" es un concepto tan ambiguo como extenso, pero es un dato importante, si es que es cierto. El pasaje, anclado en la pared, conducía a una intrincada red de túneles de piedra y tierra húmeda, un laberinto subterráneo que podría tanto servir como una vía de escape como convertirse en una trampa mortal. A medida que el niño hablaba, ibas captando ecos de presencias en esos túneles también, más niños. Quizás otros adultos. ¿Prisioneros? ¿Más captores? Era imposible saberlo sin adentrarse. Si tomabas esta ruta, dependería de la guía del niño y de tu propio Haki para evitar perderse y sortear los peligros que pudieran estar más adelante. La ventaja era la posibilidad de encontrar más niños y quizás una salida alternativa, pero la desventaja era clara, no había garantías, y bajar más te alejaba de cualquier ayuda exterior inmediata.
Los niños que te rodeaban esperaban en silencio, con ojos grandes y llenos de miedo. Cualquier movimiento en falso podía condenarlos a todos. La elección debía tomarse ahora.
La odisea de Kitiara, la madre de la niña ...
Mientras Asradi enfrentaba su dilema, la escena se desplazaba al cuartel de la Marina más cercano. La madre de la niña, jadeante y con los ojos desorbitados, irrumpió en el edificio, gritando y gesticulando desesperada. La sala estaba llena de marines ocupados en papeleo y asuntos menores. Una oficial con el uniforme impecable, de cabello recogido en un moño estricto, levantó la vista, claramente irritada por la interrupción. — ¡Por favor, ayúdenme! ¡Mi hija! ¡Se la han llevado! ¡Hay niños secuestrados en un sótano! — Exclamó la mujer, apenas logrando formar frases coherentes. La oficial frunció el ceño y dejó caer su pluma sobre la mesa con un suspiro exasperado. — Señora, cálmese. Primero, dígame dónde está su hija y quién la tiene. Luego, veremos si podemos enviar a alguien a investigar.— Parecía desganada. — ¡No hay tiempo! ¡Tienen a mi hija y a otros niños! Es en un sótano, en una tienda vieja cerca de la plaza—La oficial la interrumpió con un gesto de la mano.
— Señora, usted no puede venir aquí gritando y esperando que movilicemos a la Marina sin pruebas claras. Podría ser un malentendido. Quizás su hija se perdió entre la multitud. ¿Avisó a las autoridades locales antes de venir aquí? — Con todo su papo. La madre golpeó la mesa con las palmas abiertas, su rostro desencajado por la frustración. — ¡No es un malentendido! ¡La vi llevársela! ¡Vi las astillas de su juguete! ¡Una mujer me ayudó, una sirena! ¡Por favor, no puedo perder más tiempo! — La mención de una sirena hizo que algunos marines en la sala alzaran la vista con curiosidad o burla. La oficial dejó escapar una risa seca, claramente escéptica. — ¿Una sirena? ¿De verdad espera que crea eso? Señora, mi consejo es que vuelva a casa y espere noticias. Si su hija no aparece en las próximas horas, entonces hablaremos. Ahora, por favor, salga de aquí.— Desesperada, la madre no encontró otra opción. Cuando la oficial y los demás marines volvieron a ignorarla, aprovechó un momento de descuido. Cerca de la entrada había un soporte con armas de bajo calibre. En un acto de desesperación absoluta, tomó una pistola y salió corriendo antes de que alguien pudiera detenerla. Los gritos de alarma estallaron detrás de ella, pero la mujer ya estaba fuera, corriendo de regreso hacia la tienda. Con el arma temblando en su mano y el corazón latiendo desbocado, su único pensamiento era volver al sótano. Ella iba a recuperar a su hija, con o sin ayuda de la Marina.