Cuando por fin obtuvo respuestas a las preguntas sobre la misteriosa pareja se sintió incómodo: las respuestas, lejos de aportar información, habían aumentado el misterio. Al saber que el grupo con el que hablaba no podría decirle nada más se planteó la posibilidad de acercarse él mismo. Los nobles solían ser más reservados que los parroquianos de taberna común, pero se las había tenido que ver con muchos en su búsqueda de trabajo. Una idea fugaz cruzó el pensamiento de Marvolath, tan rápida que ni él mismo tuvo tiempo de captarla, dejando tan sólo una advertencia: esa pareja, por alguna razón, ocultaba algo peligroso. Descartó el plan de acercarse, y los siguió con la mirada mientras abandonaban el lugar. La mirada de la mujer, analítica y que le pareció contener una amenaza velada, le provocó un escalofrío.
El barbudo, con su cambio de tema, dispersó aquellos pensamientos de su mente, centrándolos en el futuro más inmediato: los peligros de la subida. La denodada insistencia con la que hablaban de los toros le hizo pensar si era un intento de evitar que los cobardes y débiles de espíritu subieran al templo, o si realmente habrían tenido tan malas experiencias. Cuando le enseñaron la cicatriz la estudió con la minuciosidad quirúrgica con la que abordaba todos los asuntos médicos, tomando del brazo y pasando los dedos por la herida. El tamaño, la limpieza del corte, la profundidad, el color,... todo aportaba detalles: ¿Qué tan grande había sido el arma? ¿estaba afilada? ¿fue tan grave que tuvieron que tratarla de urgencia? Y, con lo que ya sabía del grupo ¿Cómo de peligrosos serían para él?
- Ya veo. - dijo tras concluir su silencioso análisis, antes de continuar con un breve diagnóstico.
El trozo de corteza parecía estar haciendo efecto, e incluso un sistema tan acostumbrados a venenos de toda clase se resentía. Miró nuevamente a aquellos hombres, que los comían sin medida, impresionado una vez más por la capacidad del cuerpo humano para adaptarse. Sin embargo, aquello parecía el momento adecuado para despedirse y reanudad su camino.
- Han sido muy amables, caballeros. - comenzó a despedirse - Me han aportado información que de seguro me será muy útil, y ahora estoy incluso más decidido que antes a medirme en el camino y en el dojo. Si no es abusar de su cortesía, me gustaría llevarme algunas de estas... delicias locales. Para el camino. ¿Tienen algún nombre? En cualquier caso, ha sido un placer. Quizá nos veamos a mi regreso y esta vez sea yo quien pueda ofrecerles historias.
Tras la despedida acudió al tabernero, del que también se despidió tras abonar las consumiciones y preguntar por el aseo. Una vez se encontró mejor dispuesto, retomó su camino. Recordó aquella bifurcación que le había llamado la atención, pero ya había perdido demasiado tiempo y si el camino era tan largo como parecía corría el peligro de que se le hiciera de noche. Apretó el paso, rumbo a los famosos toros y al dojo.