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Teruyoshi
Teru
09-12-2024, 08:01 AM
Teruyoshi caminaba con decisión por el sendero que había escogido, acompañado por el ruido amortiguado de sus zarpas al pisar la vegetación que lo rodeaba. Esta formaba un pequeño compás dentro del canto de los grillos, que no cesaban en su tarea de entonar una suave canción para su aventura. Todo en su conjunto invitaban al mink a tumbarse junto al rumor del río y descansar tranquilamente bajo el manto estrellado, pero Teruyoshi estaba enfocado en su tarea y no se dejó hechizar por el entorno.
Tras un rato de camino, la vegetación a su alrededor comenzó a cambiar, haciéndose más frondosa a cada paso que daba y transformando lo que había iniciado como un camino llano en uno lleno de pequeños obstáculos por aquí y por allá… aunque por suerte, nada que no pudiera sortear con facilidad gracias a su habilidad felina. Teruyoshi estaba acostumbrado a deambular por terrenos similares, por lo que, con un poco de atención, pudo atravesar aquel entramado de raíces sin problemas, mientras era acompañado por un grupo de libélulas que pululaban a su alrededor con la clara intención de desviarlo de su camino. Seguramente, si el mink no hubiese estado tan ansioso por librar un combate en condiciones, ya se hubiese dejado llevar por el espectáculo de luces. Era difícil no fijarse en aquella danza que formaba figuras luminosas apenas visibles durante un instante, como si fuesen pequeños fuegos fatuos que bailaban al son de la canción que proporcionaban los grillos. Una pena no poder disfrutar más de ello.
El mink siguió avanzando hasta que se topó con una pequeña figura que lo alertó por un instante, haciéndolo detener su marcha para observar detenidamente de qué se trataba. Cuando su vista terminó de acostumbrarse a las sombras, comprobó que el pequeño bulto que se resguardaba bajo el cobijo de una agrupación de raíces no era otra cosa que un lindo tejón, dormido plácidamente sin temor alguno. El animal se encontraba tan profundamente dormido que ni siquiera se percató de la presencia de Teruyoshi, quien continuó su marcha tras haberse detenido unos instantes a ver dormir al pequeño animal que descansaba acunado por el chapoteo de los peces en el río. Verlo tan tranquilo casi conseguía darle la suficiente envidia como para emularlo y echarse junto a él, pero una vez más se centró en el objetivo que tenía en mente en un intento de no distraerse por el camino. Si algo podía poner en peligro el propósito del mink, era su propia curiosidad y tendencia a aburrirse rápidamente de lo que hacía… aunque nunca lo suficientemente aburrido como para mojarse sin motivo. El mink odiaba mojarse.
- Céntrrrate, estúpido - se recriminó mientras se obligaba a avanzar. - Ya tendrrrás tiempo para descansarrr y hacer lo que quieras cuando llegues a tu objetivo - se repetía cada vez que algo amenazaba con distraerlo… lo cual sucedió varias veces más durante el camino. Incluso se llevó un pequeño susto cuando algo crujió repentinamente no muy lejos de donde estaba, causando que diese un pequeño brinco a la par que se le erizaba el vello de la nuca.
- Puto bicho - maldijo en silencio a la vil alimaña que lo hubiera asustado.
A pesar de su aparente facilidad para avanzar por el terreno, algo estaba incomodando al mink durante todo su viaje. Por más que pensaba en ello, no lograba discernir qué era, por lo que simplemente avanzó confiando en que aquella sensación desaparecería al alcanzar su objetivo… menudo iluso.
Todavía tuvieron que pasar varios minutos más de camino antes de que Teruyoshi por fin iniciara el ascenso final del camino. Dejó atrás el río y el sendero, tan llenos de distracciones, y empezó a subir el último tramo de aquel eterno viaje, acompañado del atenazante frío que acosaba al mink a cada paso.
- Puta vida, crrreía que no llegaba nunca - pensó, sin terminar de creérselo, cuando el dojo que venía buscando apareció ante sus ojos.
Teruyoshi aguardó unos instantes para empaparse de la belleza del lugar, deleitándose con la nobleza que manaba de la estructura de madera rodeada por una hilera de árboles con evidentes señas de haber sido golpeados innumerables veces. Había algo en aquella construcción que transmitía una sensación de solemnidad, embriagando a Teruyoshi, quien no dudó en acercarse poco a poco para poder observar más de cerca el lugar que tanto lo atraía.
El mink se acercó a los árboles y acarició la corteza castigada por los aprendices de lugar, sintiendo en sus propios músculos el esfuerzo que cada persona que allí entrenaba había puesto para dejar una de esas marcas. El gato negro valoraba el duro esfuerzo por mejorar, por lo que realizó un gesto con la cabeza a modo de reverencia por todos aquellos que alguna vez hubieran golpeado uno de esos árboles con ganas de ser más fuertes.
Se sintió muy tentado a golpear uno él mismo. Quería sentirse parte de aquel lugar y dejar su impronta, pero dado que se encontraba en mitad de la madrugada, no quería montar ningún escándalo. Ya tendría tiempo de llamar la atención, por lo que tras dejar atrás sus ganas de probar sus fuerzas contra uno de aquellos troncos, decidió que lo mejor sería marcharse de allí y volver a la colina que tanto le había costado alcanzar. Si quería empezar con buen pie su relación con la gente del dojo, era importante dar una buena primera impresión y no quería que lo pillaran husmeando como un vulgar ladrón a la primera de cambio. Además, el mink llevaba caminando casi toda la noche y le vendría bien descansar un rato antes de buscar al tal Ryu.
Quedaban apenas unas pocas horas antes de que amaneciera, así que Teruyoshi buscó un sitio donde no corriera mucha corriente, lejos del camino y de cualquier sitio que pareciese transitado. Allí se tumbó a mirar a las estrellas, dejando que el sueño lo venciera mientras volvía a imaginarse como sería su encuentro al día siguiente con el aprendiz estrella del dojo.
- Mañana serás mío - fue su último pensamiento antes de quedarse dormido aguardando el amanecer.
Cuando amaneciese, el mink se espabilaría realizando unos cuantos estiramientos matutinos para desengrasar el cuerpo y buscaría entre sus pertenencias hasta dar con una de las comidas que siempre llevaba consigo. Era importante empezar el día con el estómago lleno, por lo que una vez hecho su pequeña rutina y habiendo desayunado, se encaminó de nuevo al dojo esperando encontrarse a alguien despierto.
Tras un rato de camino, la vegetación a su alrededor comenzó a cambiar, haciéndose más frondosa a cada paso que daba y transformando lo que había iniciado como un camino llano en uno lleno de pequeños obstáculos por aquí y por allá… aunque por suerte, nada que no pudiera sortear con facilidad gracias a su habilidad felina. Teruyoshi estaba acostumbrado a deambular por terrenos similares, por lo que, con un poco de atención, pudo atravesar aquel entramado de raíces sin problemas, mientras era acompañado por un grupo de libélulas que pululaban a su alrededor con la clara intención de desviarlo de su camino. Seguramente, si el mink no hubiese estado tan ansioso por librar un combate en condiciones, ya se hubiese dejado llevar por el espectáculo de luces. Era difícil no fijarse en aquella danza que formaba figuras luminosas apenas visibles durante un instante, como si fuesen pequeños fuegos fatuos que bailaban al son de la canción que proporcionaban los grillos. Una pena no poder disfrutar más de ello.
El mink siguió avanzando hasta que se topó con una pequeña figura que lo alertó por un instante, haciéndolo detener su marcha para observar detenidamente de qué se trataba. Cuando su vista terminó de acostumbrarse a las sombras, comprobó que el pequeño bulto que se resguardaba bajo el cobijo de una agrupación de raíces no era otra cosa que un lindo tejón, dormido plácidamente sin temor alguno. El animal se encontraba tan profundamente dormido que ni siquiera se percató de la presencia de Teruyoshi, quien continuó su marcha tras haberse detenido unos instantes a ver dormir al pequeño animal que descansaba acunado por el chapoteo de los peces en el río. Verlo tan tranquilo casi conseguía darle la suficiente envidia como para emularlo y echarse junto a él, pero una vez más se centró en el objetivo que tenía en mente en un intento de no distraerse por el camino. Si algo podía poner en peligro el propósito del mink, era su propia curiosidad y tendencia a aburrirse rápidamente de lo que hacía… aunque nunca lo suficientemente aburrido como para mojarse sin motivo. El mink odiaba mojarse.
- Céntrrrate, estúpido - se recriminó mientras se obligaba a avanzar. - Ya tendrrrás tiempo para descansarrr y hacer lo que quieras cuando llegues a tu objetivo - se repetía cada vez que algo amenazaba con distraerlo… lo cual sucedió varias veces más durante el camino. Incluso se llevó un pequeño susto cuando algo crujió repentinamente no muy lejos de donde estaba, causando que diese un pequeño brinco a la par que se le erizaba el vello de la nuca.
- Puto bicho - maldijo en silencio a la vil alimaña que lo hubiera asustado.
A pesar de su aparente facilidad para avanzar por el terreno, algo estaba incomodando al mink durante todo su viaje. Por más que pensaba en ello, no lograba discernir qué era, por lo que simplemente avanzó confiando en que aquella sensación desaparecería al alcanzar su objetivo… menudo iluso.
Todavía tuvieron que pasar varios minutos más de camino antes de que Teruyoshi por fin iniciara el ascenso final del camino. Dejó atrás el río y el sendero, tan llenos de distracciones, y empezó a subir el último tramo de aquel eterno viaje, acompañado del atenazante frío que acosaba al mink a cada paso.
- Puta vida, crrreía que no llegaba nunca - pensó, sin terminar de creérselo, cuando el dojo que venía buscando apareció ante sus ojos.
Teruyoshi aguardó unos instantes para empaparse de la belleza del lugar, deleitándose con la nobleza que manaba de la estructura de madera rodeada por una hilera de árboles con evidentes señas de haber sido golpeados innumerables veces. Había algo en aquella construcción que transmitía una sensación de solemnidad, embriagando a Teruyoshi, quien no dudó en acercarse poco a poco para poder observar más de cerca el lugar que tanto lo atraía.
El mink se acercó a los árboles y acarició la corteza castigada por los aprendices de lugar, sintiendo en sus propios músculos el esfuerzo que cada persona que allí entrenaba había puesto para dejar una de esas marcas. El gato negro valoraba el duro esfuerzo por mejorar, por lo que realizó un gesto con la cabeza a modo de reverencia por todos aquellos que alguna vez hubieran golpeado uno de esos árboles con ganas de ser más fuertes.
Se sintió muy tentado a golpear uno él mismo. Quería sentirse parte de aquel lugar y dejar su impronta, pero dado que se encontraba en mitad de la madrugada, no quería montar ningún escándalo. Ya tendría tiempo de llamar la atención, por lo que tras dejar atrás sus ganas de probar sus fuerzas contra uno de aquellos troncos, decidió que lo mejor sería marcharse de allí y volver a la colina que tanto le había costado alcanzar. Si quería empezar con buen pie su relación con la gente del dojo, era importante dar una buena primera impresión y no quería que lo pillaran husmeando como un vulgar ladrón a la primera de cambio. Además, el mink llevaba caminando casi toda la noche y le vendría bien descansar un rato antes de buscar al tal Ryu.
Quedaban apenas unas pocas horas antes de que amaneciera, así que Teruyoshi buscó un sitio donde no corriera mucha corriente, lejos del camino y de cualquier sitio que pareciese transitado. Allí se tumbó a mirar a las estrellas, dejando que el sueño lo venciera mientras volvía a imaginarse como sería su encuentro al día siguiente con el aprendiz estrella del dojo.
- Mañana serás mío - fue su último pensamiento antes de quedarse dormido aguardando el amanecer.
Cuando amaneciese, el mink se espabilaría realizando unos cuantos estiramientos matutinos para desengrasar el cuerpo y buscaría entre sus pertenencias hasta dar con una de las comidas que siempre llevaba consigo. Era importante empezar el día con el estómago lleno, por lo que una vez hecho su pequeña rutina y habiendo desayunado, se encaminó de nuevo al dojo esperando encontrarse a alguien despierto.