Arthur Soriz
Gramps
09-12-2024, 08:59 PM
El mercado de Rostock, como siempre, resonaba en una cacofonía de voces y sonidos varios. Podía sentir el peso de la curiosidad y la emoción en el aire mientras caminaba entre los puestos, mis botas resonando contra el empedrado a medida que avanzaba entre la multitud de personas, saludando a algunas en mi pasar. Mi intención inicial era simplemente recorrer el área en busca de cualquier irregularidad... después de todo, aún no había olvidado el incidente del faro y su lección sobre las apariencias engañosas. Pero no tardé en dar con algo que capturó por completo mi atención.
En la plaza central, rodeado por una multitud de rostros atentos y cautivados un hombre anciano de aspecto bastante particular que rozaba lo estrafalario vociferaba a todo pulmón. Su atuendo... más propio de un espectáculo teatral que de un mercader, brillaba bajo el sol como si estuviera cubierto de estrellas. Las botellas que sostenía en alto resplandecían con colores llamativos, y sus palabras calculadas y persuasivas, se proyectaban a la multitud pareciendo causar un efecto hipnótico.
Me detuve por unos momentos, cruzado de brazos observando desde la distancia con cierto disimulo. Aunque su espectáculo parecía inofensivo a primera vista, no podía ignorar el hecho de que su presencia representaba un riesgo para la gente de Rostock. Muchos en el pueblo eran trabajadores honestos de ingresos modestos por no decir clase baja. Si este hombre estaba vendiendo ilusiones envueltas en promesas, el daño podría ser considerable.
Me acerqué lentamente mezclándome con la multitud aunque difícil era con mi colosal figura que llegaba casi a los tres metros de altura. Desde mi posición pude escuchar los murmullos de los curiosos y notar cómo algunos empezaban a vaciar sus bolsas de dinero en manos del mercader. Una mujer... notablemente emocionada, sostenía una piedra pequeña, brillante y lisa, que él le había vendido como una "piedra lunar infundida con energía restauradora".
— ¡Increíble! ¡Ya siento cómo la energía fluye en mí! —exclamó ella, mientras el anciano sonreía satisfecho.
La forma en que sus ojos brillaban al cerrar un trato me puso alerta. Había visto esa mirada antes, la mirada de un embaucador que calcula cada movimiento con los deseos avaros de alguien que solamente tiene el dinero y fama en su mente a costilla de la gente trabajadora y honesta. Pero algo más llamó mi atención. A pesar de su aire de fanfarronería y excesiva confianza había algo en su porte que hablaba de experiencia y peligro. Este no era un charlatán cualquiera.
Finalmente... decidí actuar. Mientras la multitud estaba tan emocionada y ensimismada en los supuestos milagros que vendía aquel anciano me coloqué en un lugar estratégico lo suficientemente cerca para observar sus productos y escuchar con atención, dándome un poco lo mismo a estas alturas si ya empezaban a verme, además mi atuendo azulado también destacaba entre la multitud delatándome como un Marine. Y si no era mi atuendo, era el gorro Marine que siempre colgaba a un costado de mi cintura atado al cinto.
Terminé poniéndome frente a él, cruzado de brazos y mirándole a los ojos aunque mi expresión era más bien calma, frotándome el mentón con una mano y ladeando la cabeza hacia un lado ligeramente.
— Dígame, caballero... ¿Cómo así aceite de serpiente de Amazon Lily? — pregunté, enarcando una ceja. — ¿No se supone que los hombres no están permitidos en tan dichosa isla? — empecé así mi "interrogatorio", aunque era más bien una forma de hacer pensar a la gente a mi alrededor, con tal de que se dieran cuenta que sus palabras podrían cargar consigo nada más que engaños y mentiras, tal igual que sus productos. Pero, quizás podía terminar sorprendido para bien.
En la plaza central, rodeado por una multitud de rostros atentos y cautivados un hombre anciano de aspecto bastante particular que rozaba lo estrafalario vociferaba a todo pulmón. Su atuendo... más propio de un espectáculo teatral que de un mercader, brillaba bajo el sol como si estuviera cubierto de estrellas. Las botellas que sostenía en alto resplandecían con colores llamativos, y sus palabras calculadas y persuasivas, se proyectaban a la multitud pareciendo causar un efecto hipnótico.
Me detuve por unos momentos, cruzado de brazos observando desde la distancia con cierto disimulo. Aunque su espectáculo parecía inofensivo a primera vista, no podía ignorar el hecho de que su presencia representaba un riesgo para la gente de Rostock. Muchos en el pueblo eran trabajadores honestos de ingresos modestos por no decir clase baja. Si este hombre estaba vendiendo ilusiones envueltas en promesas, el daño podría ser considerable.
Me acerqué lentamente mezclándome con la multitud aunque difícil era con mi colosal figura que llegaba casi a los tres metros de altura. Desde mi posición pude escuchar los murmullos de los curiosos y notar cómo algunos empezaban a vaciar sus bolsas de dinero en manos del mercader. Una mujer... notablemente emocionada, sostenía una piedra pequeña, brillante y lisa, que él le había vendido como una "piedra lunar infundida con energía restauradora".
— ¡Increíble! ¡Ya siento cómo la energía fluye en mí! —exclamó ella, mientras el anciano sonreía satisfecho.
La forma en que sus ojos brillaban al cerrar un trato me puso alerta. Había visto esa mirada antes, la mirada de un embaucador que calcula cada movimiento con los deseos avaros de alguien que solamente tiene el dinero y fama en su mente a costilla de la gente trabajadora y honesta. Pero algo más llamó mi atención. A pesar de su aire de fanfarronería y excesiva confianza había algo en su porte que hablaba de experiencia y peligro. Este no era un charlatán cualquiera.
Finalmente... decidí actuar. Mientras la multitud estaba tan emocionada y ensimismada en los supuestos milagros que vendía aquel anciano me coloqué en un lugar estratégico lo suficientemente cerca para observar sus productos y escuchar con atención, dándome un poco lo mismo a estas alturas si ya empezaban a verme, además mi atuendo azulado también destacaba entre la multitud delatándome como un Marine. Y si no era mi atuendo, era el gorro Marine que siempre colgaba a un costado de mi cintura atado al cinto.
Terminé poniéndome frente a él, cruzado de brazos y mirándole a los ojos aunque mi expresión era más bien calma, frotándome el mentón con una mano y ladeando la cabeza hacia un lado ligeramente.
— Dígame, caballero... ¿Cómo así aceite de serpiente de Amazon Lily? — pregunté, enarcando una ceja. — ¿No se supone que los hombres no están permitidos en tan dichosa isla? — empecé así mi "interrogatorio", aunque era más bien una forma de hacer pensar a la gente a mi alrededor, con tal de que se dieran cuenta que sus palabras podrían cargar consigo nada más que engaños y mentiras, tal igual que sus productos. Pero, quizás podía terminar sorprendido para bien.