Dan Kinro
[...]
10-12-2024, 03:22 PM
Dan Kinro no podía evitar que una sonrisa confiada se dibujara en su rostro al ver al barbudo dar un paso atrás, como si se estuviera planteando lo que acababa de decir.
Vio al barbudo levantarse, como un toro en medio de la arena, moviéndose con una confianza inquebrantable, como si su tamaño fuera suficiente para intimidar a cualquiera. Dan no paró ni un segundo en su avance, la mirada fría, la postura recta. Era la única que podía marcar el paso en ese lugar, y lo sabía. Los murmullos se apagaron por un instante. El aire se cargó de tensión, algo estaba a punto de estallar.
El hombre, creyendo que su tamaño era lo único que necesitaba para imponer respeto, soltó una burla que la Marine no dejó pasar.
— ¿Tú te crees que esto es una especie de concurso de machitos o qué? — dijo con voz llena de desprecio mientras avanzaba. Dan Kinro, sin apartar la mirada, rió con suficiencia.
— ¡Aye! No te ofendas, pero no tienes ni idea de lo que significa ser un verdadero hombre. Tienes los músculos de un cerdo, pero no sé si compensas en algo más.
Insinuó con una sonrisa desafiante. El hombre intentó mantener su presencia imponente, pero Dan simplemente no se movió ni un centímetro, su postura desafiante como un muro que no se iba a mover. La taberna entera estaba siendo testigo de lo que sucedería a continuación, con algunos de los presentes mirando nerviosos, pero otros, en el caso de que comprendiesen el poder o la presencia de un marine, podrían comenzar a sentir la presión de aquella circunstancia.
— Escúchame bien, yo soy una marine. ¿Y tú? ¿Quién coño eres? ¿Un borracho que intenta imitar a los grandes? ¡Nae! Me da igual lo que hagas con tus músculos, esto no es un circo. Si sigues insistiendo con tu mierda, voy a demostrarte lo que de verdad significa ser una marine. ¿Crees que en mi puesto no tengo que lidiar con imbéciles como tú todo el tiempo? ¡Aye! Soy Dan Kinro, y en un tiempo, voy a ser vicealmirante de la marina, así que si quieres seguir jugando a ser el rey del barrio, yo te voy a bajar los humos y tú te comerás unas semanas en el cuartel, "Small Dick Energy".
Los murmullos en la taberna se hicieron más bajos, mientras algunos seguían observando el choque de voluntades. Dan no iba a dejarse intimidar por nadie, mucho menos por un tipo que se creía que el tamaño de su cuerpo le daba poder.
La sangre de aquella marine bombeaba a mil por hora, le gustaba el conflicto, aunque se justificase en hacerlo por una buena causa, era feliz poniéndose a prueba y no podía evitar sentirse excitada ante la situación.
Sin esperar respuesta, le chocó con su hombro y siguió avanzando hasta el joven borracho, con más alcohol que sangre fluyendo en su interior. Negando con la cabeza y con la mano en el cinturón se acercó a él, como si fuese una sheriff dentro de una película de Western.
— Nae. Si sigues con esa bocaza, me temo que lo único que te va a quedar es un dolor de cabeza y un par de dientes menos. Nae, estás mejor sentado.
Dan, sin esperar respuesta, volvió la vista hacia los demás en la taberna, ella, como siempre, no tenía ni el más mínimo interés en seguirle el juego al borracho. En su mente ya había decidido lo que ocurriría si el imbécil no le decía lo que quería escuchar.
— Qué siga la música. Y tú, siéntate, si te portas bien solo hablaremos.
La chica se sentó en un taburete cerca de aquel joven borracho, con las piernas abiertas haciendo casi mansplaining y colocando la funda de su katana en medio.
Vio al barbudo levantarse, como un toro en medio de la arena, moviéndose con una confianza inquebrantable, como si su tamaño fuera suficiente para intimidar a cualquiera. Dan no paró ni un segundo en su avance, la mirada fría, la postura recta. Era la única que podía marcar el paso en ese lugar, y lo sabía. Los murmullos se apagaron por un instante. El aire se cargó de tensión, algo estaba a punto de estallar.
El hombre, creyendo que su tamaño era lo único que necesitaba para imponer respeto, soltó una burla que la Marine no dejó pasar.
— ¿Tú te crees que esto es una especie de concurso de machitos o qué? — dijo con voz llena de desprecio mientras avanzaba. Dan Kinro, sin apartar la mirada, rió con suficiencia.
— ¡Aye! No te ofendas, pero no tienes ni idea de lo que significa ser un verdadero hombre. Tienes los músculos de un cerdo, pero no sé si compensas en algo más.
Insinuó con una sonrisa desafiante. El hombre intentó mantener su presencia imponente, pero Dan simplemente no se movió ni un centímetro, su postura desafiante como un muro que no se iba a mover. La taberna entera estaba siendo testigo de lo que sucedería a continuación, con algunos de los presentes mirando nerviosos, pero otros, en el caso de que comprendiesen el poder o la presencia de un marine, podrían comenzar a sentir la presión de aquella circunstancia.
— Escúchame bien, yo soy una marine. ¿Y tú? ¿Quién coño eres? ¿Un borracho que intenta imitar a los grandes? ¡Nae! Me da igual lo que hagas con tus músculos, esto no es un circo. Si sigues insistiendo con tu mierda, voy a demostrarte lo que de verdad significa ser una marine. ¿Crees que en mi puesto no tengo que lidiar con imbéciles como tú todo el tiempo? ¡Aye! Soy Dan Kinro, y en un tiempo, voy a ser vicealmirante de la marina, así que si quieres seguir jugando a ser el rey del barrio, yo te voy a bajar los humos y tú te comerás unas semanas en el cuartel, "Small Dick Energy".
Los murmullos en la taberna se hicieron más bajos, mientras algunos seguían observando el choque de voluntades. Dan no iba a dejarse intimidar por nadie, mucho menos por un tipo que se creía que el tamaño de su cuerpo le daba poder.
La sangre de aquella marine bombeaba a mil por hora, le gustaba el conflicto, aunque se justificase en hacerlo por una buena causa, era feliz poniéndose a prueba y no podía evitar sentirse excitada ante la situación.
Sin esperar respuesta, le chocó con su hombro y siguió avanzando hasta el joven borracho, con más alcohol que sangre fluyendo en su interior. Negando con la cabeza y con la mano en el cinturón se acercó a él, como si fuese una sheriff dentro de una película de Western.
— Nae. Si sigues con esa bocaza, me temo que lo único que te va a quedar es un dolor de cabeza y un par de dientes menos. Nae, estás mejor sentado.
Dan, sin esperar respuesta, volvió la vista hacia los demás en la taberna, ella, como siempre, no tenía ni el más mínimo interés en seguirle el juego al borracho. En su mente ya había decidido lo que ocurriría si el imbécil no le decía lo que quería escuchar.
— Qué siga la música. Y tú, siéntate, si te portas bien solo hablaremos.
La chica se sentó en un taburete cerca de aquel joven borracho, con las piernas abiertas haciendo casi mansplaining y colocando la funda de su katana en medio.