Ares Brotoloigos
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10-12-2024, 08:05 PM
Efectivamente, en cuanto se aproximó al anciano, revisando una manzana de las muchas que tenía, empezó el pequeño teatrillo a ojos de las demás personas que recorrían el mercado sur, y que iban y venían. Mercaderes, piratas, maleantes, gente de a pie, civiles y personas que también se ganaban el pan de manera honrada día a día. Ares examinó, casi con ojo crítico, la manzana que había tomado como si se la fuese a comprar o algo parecido.
— La verdad es que sí lo parecen. — Contestó el diablos en cuanto a la frescura de las frutas en cuestión.
Por otro lado, el mismo Ares se había colocado de manera estratégica. Justo al frente del anciano con lo que su alto e intimidante cuerpo opacaba el del buen hombre que se dedicaba a ganarse la vida vendiendo frutas en el mercado sur. Y con el que, ahora, el de escamas albas también intercambiaba una mirada más intensa y compenetrada. Ese viejo tenía información, en mayor o menor medida, pero la tenia. Y siempre era bien ir un paso por delante. El siguiente comentario le hizo sonreír de medio lado, dejando ver parte de sus afilados dientes. El movimiento posterior del viejo le hizo ponerse en alerta. Más bien, logro captarle con el otro brazo cuando el hombre se dejó caer un poco hacia delante, como si se hubiese tropezado o sus viejos huesos le hubiesen jugado una mala pasada.
— No se preocupe, abuelo, la Marina está para eso. — Fue lo único que le susurró tras haber escuchado el murmullo del otro hombre. Los ojos de Ares se posaron, entonces y de reojo, en el susodicho, con una mezcla de intriga.
¿Qué más podría saber ese anciano aparte de lo que ya le acababa de decir? Quizás no era gran cosa, pero era un algo por donde empezar. La atención de Ares y, por ende, sus ojos rojizos, también se desviaron hacia dicha dirección, memorizando el callejón en concreto. Mas acto seguido, esa misma mirada se posó de reojo en el mismo hombre cuando notó como algo le era introducido en el bolsillo. Ares no metió la mano inmediatamente, consciente de que todavía había bastante gente en la zona. Aprovechó, eso sí, el momento en el que el anciano generó aquella disculpa disimulada, para encogerse de hombro. Fue el mismo Ares quien metió, ahora, la mano en el bolsillo, pero no la sacó de inmediato. Fue más bien un gesto de aparente reposo.
— Se agradece, pero tampoco tiene porqué regalarme nada. — Aunque sí terminó por aceptar la manzana que el hombre le entregaba. A cambio, el mismo Ares le regaló aquel par de monedas con las que había estado jugando antes.
El diablos había aprovechado también para perfilar y notar, con los dedos, lo que el otro le había metido en el bolsillo. Y se lo había resguardado en la palma de la mano, pudiendo contemplarlo disimuladamente.
Una mariposa dorada.
Ares la miró por unos segundos más, antes de volver a meter dicho objeto de nuevo en el bolsillo.
— Que tenga una buena venta. — Se despidió, finalmente, del anciano mercader y se alejó de la zona.
Ahora le embargaban dos dudas. Regresar a la base y presentarse ante el llamado de sus superiores o ignorar tal hecho y comenzar a investigar por su cuenta. En realidad, el diablos de alba piel escamada ni tan siquiera lo dudó. Era verdad que, seguramente, le cayese un buen sermón por no haberse presentado, ignorando una orden directa de un superior. Pero es que le iba a caer igual por llegar tarde.
Además, según el comunicado del cabo McAffee, tendría que informar sobre lo que averiguase. Así que mejor continuaba hacia la investigación directamente, y no daba más vueltas de lo necesario en un ir y venir que podía evitar. Primero seguiría el rastro que todavía estaba fresco, y ya luego informaría a la base. De todas maneras, Ares miró unos segundos al cielo. Todavía quedaban bastantes horas para que el atardecer y, por ende, las horas nocturnas cubriesen Loguetown. Pero no quería perder de vista aquel lugar.
El diablos frunció ligeramente el ceño. Así que hizo lo primero que se le ocurrió. Buscó a alguien más de la Marina que anduviese patrullando por la zona cercana y le daría el aviso para que comunicase lo que estaba haciendo a su superior. No era lo mismo, Ares lo sabía, pero era mejor que nada. Ya luego que le echasen la bronca de lo que fuera.
No estaba dispuesto a perder el rastro de una posible presa. En ese aspecto, era como un sabueso.