Arthur Soriz
Gramps
12-12-2024, 12:43 AM
Te diriges hacia el comerciante de pescado, probablemente atraída por la naturaleza directa y práctica de su oferta. Es un hombre de mediana edad, con las manos callosas y un delantal manchado de escamas cuyo aroma a pescado recién fileteado era sin lugar a dudas un tanto nauseabundo, en especial por el hecho de que estaba tan fresco... por suerte no había nada podrido a su alrededor y se veía como alguien que mantenía su espacio laboral relativamente pulcro, dándole las sobras y triperío a las gaviotas.
Cuando llegas frente a su puesto, te observa con una mezcla de curiosidad y urgencia, como si evaluara si realmente podrías encargarte del trabajo en lo que te dedicaba una fugaz mirada de pies a cabeza; no te veías exactamente como alguien que hiciera este tipo de trabajos.
Nunca hay que juzgar a un libro por su portada.
— ¿Tú...? —dice alzando una ceja, pero su expresión cambia rápidamente al ver la firmeza en tu postura y la determinación en tus ojos. No tiene tiempo para cuestionarte, ni ganas. — Bien, necesito que lleves estas tres cajas al barrio costero, a los nombres que están escritos aquí, pregunta cuando llegues y te indicarán quiénes son. —dice mientras saca un papel con garabatos apenas legibles pero logras entenderlos luego de un momento. — Tendrás que moverte rápido. El pago será justo, pero no me hagas esperar.
Las cajas están cargadas en un pequeño carro, y por su peso parece que el trabajo será más físico de lo que podrías haber anticipado. Sin embargo la promesa de monedas de berries, que el hombre agita frente a ti como incentivo, te asegura que podría valer la pena. A simple vista se ve como suficiente como para un viaje a Loguetown.
Mientras revisas los nombres y direcciones, te das cuenta de algo curioso... uno de los destinos está cerca del Almacén Este, del que escuchaste rumores antes. Podrías usar esta oportunidad para observar el área mientras realizas el encargo, pero las palabras "sin hacer muchas preguntas" aún resuenan en tu mente... recordándote los posibles riesgos.
Otra dirección lleva a una posada en el mercado, la misma que mencionaron los músicos. Tal vez este trabajo sencillo sea también una puerta a nuevas posibilidades, o simplemente una oportunidad para observar con más detalle el entorno.
El comerciante le da un empujón amistoso al carro, interrumpiendo tus pensamientos.
— ¡Rápido, rápido! No tengo todo el día.
Grita, aunque a pesar de verse apurado no por ello era hostil... tan solo no quería romper el ciclo de puntualidad por el que le conocían.
Cuando llegas frente a su puesto, te observa con una mezcla de curiosidad y urgencia, como si evaluara si realmente podrías encargarte del trabajo en lo que te dedicaba una fugaz mirada de pies a cabeza; no te veías exactamente como alguien que hiciera este tipo de trabajos.
Nunca hay que juzgar a un libro por su portada.
— ¿Tú...? —dice alzando una ceja, pero su expresión cambia rápidamente al ver la firmeza en tu postura y la determinación en tus ojos. No tiene tiempo para cuestionarte, ni ganas. — Bien, necesito que lleves estas tres cajas al barrio costero, a los nombres que están escritos aquí, pregunta cuando llegues y te indicarán quiénes son. —dice mientras saca un papel con garabatos apenas legibles pero logras entenderlos luego de un momento. — Tendrás que moverte rápido. El pago será justo, pero no me hagas esperar.
Las cajas están cargadas en un pequeño carro, y por su peso parece que el trabajo será más físico de lo que podrías haber anticipado. Sin embargo la promesa de monedas de berries, que el hombre agita frente a ti como incentivo, te asegura que podría valer la pena. A simple vista se ve como suficiente como para un viaje a Loguetown.
Mientras revisas los nombres y direcciones, te das cuenta de algo curioso... uno de los destinos está cerca del Almacén Este, del que escuchaste rumores antes. Podrías usar esta oportunidad para observar el área mientras realizas el encargo, pero las palabras "sin hacer muchas preguntas" aún resuenan en tu mente... recordándote los posibles riesgos.
Otra dirección lleva a una posada en el mercado, la misma que mencionaron los músicos. Tal vez este trabajo sencillo sea también una puerta a nuevas posibilidades, o simplemente una oportunidad para observar con más detalle el entorno.
El comerciante le da un empujón amistoso al carro, interrumpiendo tus pensamientos.
— ¡Rápido, rápido! No tengo todo el día.
Grita, aunque a pesar de verse apurado no por ello era hostil... tan solo no quería romper el ciclo de puntualidad por el que le conocían.