Jack D. Agnis
Golden Eyes
07-08-2024, 01:55 AM
La decisión fue difícil, pero al final Zev decidió por continuar su viaje, el cual no estaba por terminar aun y tenia un buena cantidad de horas antes de llegar al centro de aquel lugar en el que encontraría un refugio y su libertad.
Aun así el camino se hizo cada vez mas pesado. Si bien la maleza se fue haciendo cada vez mas verde, la tierra bajo sus pies aun seguía seca y no hacían mas que quemar sus pies, tal vez no por el calor en si, sino por el cansancio mismo.
Mientras avanzaba comenzó a notar que las piernas del cervatillo se hacían cada vez mas pesadas y dificultosas de llevar, pero por obvias razones no te ibas a deshacer de ellas.
Aun así, Zev decidió acomodar dichas patas de otra manera para que estas le pesaran menos y continuo avanzando como podía por aquel caluroso lugar, el cual lentamente se fue enfriando a medida que el astro diurno comenzaba a descender y comenzaba a perderse por el infinito mismo.
El calor dejó de sentirse, pero dio lugar al frio seco de la sabana. Afortunadamente la tierra aun estaba cálida, por lo que Zev tendría un par de horas antes de comenzar a sentir frio.
Al estar mas fresco la caminata se hizo mas amena, pero el dolor en sus pies y en tu cuerpo, aun estaba a flor de piel.
Mientras caminas podrás notar que los sonidos de insectos comenzaban a resonar por toda aquella zona, al igual de que podías escuchar como las bestias nocturnas comienzan a andar por la sabana, pero ninguna de estas repara de un coyote humanoide con pocas fuerzas, por lo que continuas caminando, esta vez un poco mas liviano que antes.
Poco a poco el frio comenzó a apoderarse de todo aquel lugar, pero gracias a tu pelo este no te afectaba en lo mas mínimo, pero produce un cierto alivio. El mismo que sentiste al sentir como tus pies pisaban algo de fango, aliviando un poco el estrés que tenían estos.
Al alzar la vista logras logras ver un grupo de arboles a lo lejos y reparas que has llegado al oasis. Seguramente la emoción se apodera de tu cuerpo, por lo que apresuras tus pasos al mismo tiempo en que te ajustas las patas del cervatillo que estas deseoso de comer. Pero ese mismo instante te das cuenta que ya no son dos, sino una. Al parecer una de las mismas se cayó en tu andanza y nunca te diste cuenta.
Miras hacia atrás con la esperanza de encontrarla, pero no puedes ver nada. Solo te queda decidir si vuelves a buscar la pata perdida o sigues caminando, contentándote con la única que tienes.
Aun así el camino se hizo cada vez mas pesado. Si bien la maleza se fue haciendo cada vez mas verde, la tierra bajo sus pies aun seguía seca y no hacían mas que quemar sus pies, tal vez no por el calor en si, sino por el cansancio mismo.
Mientras avanzaba comenzó a notar que las piernas del cervatillo se hacían cada vez mas pesadas y dificultosas de llevar, pero por obvias razones no te ibas a deshacer de ellas.
Aun así, Zev decidió acomodar dichas patas de otra manera para que estas le pesaran menos y continuo avanzando como podía por aquel caluroso lugar, el cual lentamente se fue enfriando a medida que el astro diurno comenzaba a descender y comenzaba a perderse por el infinito mismo.
El calor dejó de sentirse, pero dio lugar al frio seco de la sabana. Afortunadamente la tierra aun estaba cálida, por lo que Zev tendría un par de horas antes de comenzar a sentir frio.
Al estar mas fresco la caminata se hizo mas amena, pero el dolor en sus pies y en tu cuerpo, aun estaba a flor de piel.
Mientras caminas podrás notar que los sonidos de insectos comenzaban a resonar por toda aquella zona, al igual de que podías escuchar como las bestias nocturnas comienzan a andar por la sabana, pero ninguna de estas repara de un coyote humanoide con pocas fuerzas, por lo que continuas caminando, esta vez un poco mas liviano que antes.
Poco a poco el frio comenzó a apoderarse de todo aquel lugar, pero gracias a tu pelo este no te afectaba en lo mas mínimo, pero produce un cierto alivio. El mismo que sentiste al sentir como tus pies pisaban algo de fango, aliviando un poco el estrés que tenían estos.
Al alzar la vista logras logras ver un grupo de arboles a lo lejos y reparas que has llegado al oasis. Seguramente la emoción se apodera de tu cuerpo, por lo que apresuras tus pasos al mismo tiempo en que te ajustas las patas del cervatillo que estas deseoso de comer. Pero ese mismo instante te das cuenta que ya no son dos, sino una. Al parecer una de las mismas se cayó en tu andanza y nunca te diste cuenta.
Miras hacia atrás con la esperanza de encontrarla, pero no puedes ver nada. Solo te queda decidir si vuelves a buscar la pata perdida o sigues caminando, contentándote con la única que tienes.