Jack Silver
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13-12-2024, 01:30 AM
Comedor de la Prisión de Kilombo, Base G-23 de la Marina
Día 62, Verano del año 724
Día 62, Verano del año 724
El bullicio del comedor continuaba mientras Panda dramatizaba su historia, agitando trozos de bambú y capturando la atención de los piratas Veganos. Sus palabras llenaron el aire con la intensidad de su narración, un relato lleno de heroísmo y sacrificio. Por un momento, los Veganos se mantuvieron atentos, dejando escapar algunas sonrisas divertidas ante los gestos entusiastas del mink. Sin embargo, el ambiente cambió de forma abrupta cuando Panda bajó la voz y mostró la cicatriz en su pecho, el inconfundible símbolo de su pasado como esclavo de los dioses.
El líder de los Veganos, que hasta ese momento había mantenido una expresión relajada, se inclinó hacia delante, con la intensidad en su mirada aumentando de golpe.
—¿Eres un... esclavo...? —preguntó en un susurro urgente, mientras sus compañeros alrededor comenzaban a moverse inquietos.
Uno de los piratas, un joven de mirada nerviosa y tatuajes de ramas en el cuello, prácticamente se abalanzó hacia Panda, intentando cubrir su marca con la chaqueta que llevaba.
—¡Por todos los mares, cúbrete! —susurró con desesperación, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie más había visto la cicatriz—. Si algún guardia ve eso, estás acabado.
El corpulento pirata con el tatuaje de zanahoria también intervino, esta vez con un tono grave.
—Si los marines notan esa marca, no pasarás una noche más en estas celdas. Te mandarán directo a tus antiguos amos. Y no hay peor destino que volver a sus manos.
El líder, que había permanecido en silencio durante unos instantes, golpeó ligeramente la mesa con los nudillos, llamando la atención de todos.
—Esto no es un juego, amigo. Aquí no hay lugar para errores como ese. Si quieres sobrevivir aquí dentro, asegúrate de que esa marca no vuelva a verse. Lo siento, pero estás solo en esto. No podemos arriesgarnos con alguien que carga con ese símbolo.
El grupo guardó silencio por un momento, mientras Panda aún sentía el peso de las miradas cargadas de advertencia y preocupación. El líder se cruzó de brazos, mirando al mink con un gesto severo pero no completamente hostil.
—Eres valiente, lo concedo. Pero no confundas la valentía con la imprudencia. Ahora dinos, ¿qué buscas realmente aquí? Si necesitas ayuda, tendrás que demostrar que no eres un problema para nosotros.
Mientras tanto, los guardias no parecían haber notado el intercambio, pero su vigilancia constante servía como un recordatorio de lo frágil que era la situación. Desde la cocina, el joven cocinero seguía actuando de manera extraña, lanzando miradas furtivas hacia el comedor, como si estuviera esperando algo o a alguien.