Arthur Soriz
Gramps
13-12-2024, 03:20 AM
El callejón te envuelve como una mandíbula oscura y húmeda que te cubre por completo dejándote saber que lo que te rodeaba no era algo normal, casi que escapaba de este mundo o tu comprensión. Ese callejón en donde siquiera el sonido de los grillos que antes interrumpían con esmero tus pensamientos no parecían querer meterse ahí. El aroma a sangre mezclándose con el hedor agrio de orina y el moho de las paredes. Un charco a tus pies refleja las últimas luces anaranjadas del atardecer al caer la noche, creando destellos enfermizos que parecieran parpadear desde el suelo.
Tus ojos rojizos se adaptan rápido a la penumbra. De pronto, un sonido apenas audible corta el silencio. No es un gemido ni un grito, sino un murmullo inhumano que serpentea entre las paredes. Es imposible discernir su origen... parece rodearte, como si el callejón mismo estuviera susurrando a tus oídos. Tu instinto te advierte que no estás solo. Tus garras se tensan en un reflejo preparado para atacar. Y entonces, algo cambia en el suelo frente a ti... un tenue destello dorado. Por un momento, parece ser un reflejo errático pero al parpadear de nuevo reconoces la silueta de una mariposa. Su luz es delicada, efímera, pero lo suficiente para destacar en el tenebroso entorno.
Se posa en una pared cercana inmóvil como un presagio antes de desaparecer en las sombras. Apenas tienes tiempo para reaccionar cuando un siseo súbito quiebra el aire, y una bomba de humo dorado explota frente a ti.
La nube te envuelve en un instante, cargada de un aroma embriagante y empalagoso, un dulce tan intenso que ahoga el olor a sangre, sustituyéndolo por completo. El humo es denso... casi táctil, y se aferra a tus fosas nasales penetrando hasta tu garganta. Por un momento, la realidad parece tambalearse. Las sombras ya inquietantes comienzan a retorcerse en formas más definidas, mientras tus sentidos rugen con fuerza, sintiéndote atacado aunque no hay indicios de daño alguno en tu cuerpo.
Cuando finalmente el humo comienza a disiparse, lo que te recibe es un callejón extrañamente vacío. Las sombras que antes parecían moverse se han desvanecido. Lo único que queda es un charco de sangre rojo y oscuro donde las sombras se habían congregado antes.
Tu corazón late con fuerza, tus sentidos aún en máxima alerta. No están lejos. Lo sabes, lo sientes. Esos instintos que te han mantenido vivo tantas veces te empujan a buscar, y entonces lo notas... casi imperceptible en medio de la penumbra y el caos, un rastro de gotas de sangre.
Las pequeñas manchas trazan un camino que serpentea entre las callejuelas, alejándose de la plaza. Sus bordes frescos indican que son recientes, pero al mismo tiempo parecen ir en declive, como si la herida que las causó estuviera perdiendo fuerza.
Era tu chance de descubrir dónde se encontraba aquel grupo que parecía estar secuestrando gente a troche y moche. Si sigues el rastro, cada paso que dabas sobre el adoquinado se siente como un desafío silencioso hacia lo desconocido, un duelo contra el peligro que sabes que acecha al final de ese camino. Pasarían los minutos, tal vez unos quince a veinte cuando llegas a lo que parece ser una pared sólida. Pero el aroma de sangre sigue vigente, fresco. No te cuesta mucho tiempo darte cuenta que, sin lugar a dudas, esta era una pared falsa.
Estabas frente a la entrada de la 'guarida' de estas figuras sombrías. La decisión era tuya... continuar por tu cuenta, o informar al cuartel de tus hallazgos tal y como te habían ordenado en un principio.
Tus ojos rojizos se adaptan rápido a la penumbra. De pronto, un sonido apenas audible corta el silencio. No es un gemido ni un grito, sino un murmullo inhumano que serpentea entre las paredes. Es imposible discernir su origen... parece rodearte, como si el callejón mismo estuviera susurrando a tus oídos. Tu instinto te advierte que no estás solo. Tus garras se tensan en un reflejo preparado para atacar. Y entonces, algo cambia en el suelo frente a ti... un tenue destello dorado. Por un momento, parece ser un reflejo errático pero al parpadear de nuevo reconoces la silueta de una mariposa. Su luz es delicada, efímera, pero lo suficiente para destacar en el tenebroso entorno.
Se posa en una pared cercana inmóvil como un presagio antes de desaparecer en las sombras. Apenas tienes tiempo para reaccionar cuando un siseo súbito quiebra el aire, y una bomba de humo dorado explota frente a ti.
La nube te envuelve en un instante, cargada de un aroma embriagante y empalagoso, un dulce tan intenso que ahoga el olor a sangre, sustituyéndolo por completo. El humo es denso... casi táctil, y se aferra a tus fosas nasales penetrando hasta tu garganta. Por un momento, la realidad parece tambalearse. Las sombras ya inquietantes comienzan a retorcerse en formas más definidas, mientras tus sentidos rugen con fuerza, sintiéndote atacado aunque no hay indicios de daño alguno en tu cuerpo.
Cuando finalmente el humo comienza a disiparse, lo que te recibe es un callejón extrañamente vacío. Las sombras que antes parecían moverse se han desvanecido. Lo único que queda es un charco de sangre rojo y oscuro donde las sombras se habían congregado antes.
Tu corazón late con fuerza, tus sentidos aún en máxima alerta. No están lejos. Lo sabes, lo sientes. Esos instintos que te han mantenido vivo tantas veces te empujan a buscar, y entonces lo notas... casi imperceptible en medio de la penumbra y el caos, un rastro de gotas de sangre.
Las pequeñas manchas trazan un camino que serpentea entre las callejuelas, alejándose de la plaza. Sus bordes frescos indican que son recientes, pero al mismo tiempo parecen ir en declive, como si la herida que las causó estuviera perdiendo fuerza.
Era tu chance de descubrir dónde se encontraba aquel grupo que parecía estar secuestrando gente a troche y moche. Si sigues el rastro, cada paso que dabas sobre el adoquinado se siente como un desafío silencioso hacia lo desconocido, un duelo contra el peligro que sabes que acecha al final de ese camino. Pasarían los minutos, tal vez unos quince a veinte cuando llegas a lo que parece ser una pared sólida. Pero el aroma de sangre sigue vigente, fresco. No te cuesta mucho tiempo darte cuenta que, sin lugar a dudas, esta era una pared falsa.
Estabas frente a la entrada de la 'guarida' de estas figuras sombrías. La decisión era tuya... continuar por tu cuenta, o informar al cuartel de tus hallazgos tal y como te habían ordenado en un principio.