El sonido de madera crujiendo es uno que el grupo delictivo en un inicio hace mayor caso, pues es un sonido relativamente común de escuchar en una zona tan boscosa como la que rodeaba el camino despejado; árboles podían caer uno tras otro por leñadores locales, por la vejez de la propia madera -pues no estaban tan industrializados como para arrasar con un bosque entero sin que uno u otro cayera por su edad y peso-, o incluso por la propia fauna que habitaba las zonas verdes, queriendo construirse un hogar, o utilizarlo para otra de sus tareas. Eran tantísimas cosas que costaba contarlas con los dedos de la mano.
Lo que ninguno de los cuatro presentes se esperó es que ese ruido no solo no se fuera al cabo de unos segundos, sino de que empezara a escucharse cada vez más fuerte. Peor todavía: Que sonara como si la superficie de madera estuviese en constante golpeteo con algo, rodando, resquebrajándose... ¡Que les habían arrojado unos troncos encima! Si tuvieras alguna capacidad visual por encima del promedio, no te habría costado discernir el careto de sorpresa que han puesto todos los presentes participantes del robo que se estaba efectuando, pues de todas las cosas que estaban esperando recibir, unos proyectiles del -literalmente- tamaño de árboles no estaba en la lista.
Era una idea creativa, aunque muy arriesgada. ¿Qué porqué? Porque, con mercancía presente en el sitio, la trampa que utilizaste en beneficio de tu ofensiva rápidamente podría ponerse en tu contra. Con barro de por medio, la fluidez de la sustancia fácilmente habría podido reducir la fricción en el lugar y arrastrar a los troncos mas lejos de lo que tenías planeado, presentando el peligroso accidente de llevarse la carreta por delante. Para sumar más al problema, siendo que los bandidos han salido de las arboledas que estaban directamente a cada lado del camino, esto significa que los sujetos están horizontalmente posicionados en la misma altura que la carreta; no hay manera de darle a uno con un objeto tan grande sin llevarse el otro de por medio.
Un chasquido de la lengua proveniente del cabecilla es audible solo para quienes están inmediatamente a su lado, claramente de molestia. No solo tiene una idea de la fuerza a la que se enfrenta tras presenciar esa muestra con los troncos, sino que además ha visto que está contra alguien que no se cortará en lo absoluto con sus acciones.
El hombre se posiciona entre los proyectiles y la caravana, dispuesto a darles cara no porque tenga el mas mínimo interés en defenderla sino porque será un coñazo sacar la mercancía si está debajo de escombros y astillas, por no mencionar que una buena parte seguramente se hundiría por su peso en el terreno que les rodeaba. Su idea era entrar y salir pronto de allí, pero en vista de los sucesos ocurridos, parece que no saldrá como querían. Gajes del oficio, como decían. Un día se ganaba, otros no tanto.
Reuniendo todas sus fuerzas y asumiendo una posición que -piensa- le mantendrá estable, el hombre propina un poderoso puñetazo recto que consigue parar en seco el primer tronco. Astillas vuelan por todos lados, y lodo salpica a algunos de los presentes en la colisión. Lo que no tiene en cuenta, no obstante, es que los bloqueos posteriores golpean al tronco por detrás y mandan toda esa energía cinética hasta él, provocando -en suma con el terreno inestable bajo sus pies- que se deslice hasta caer tan dramática como cómicamente sobre su propio culo, algo que hubiese provocado una buena carcajada en cualquier otro contexto.
En esta ocasión, este cómico resultado es lo único que impide que le biseccionen de lado a lado por el enorme espadón de la poderosa protagonista que ha bajado por la colina y apuntado directamente al cabecilla, llevándose por delante troncos y piedras como si fuesen mantequilla contra el acero de su imponente arma. Por este día nada más se ha salvado, pues de otra manera, habría sido una horrífica escena de sangre y entrañas volando por todos lados.
Pero, en un giro irónico de guion, nuestra protagonista sufre el mismo destino que el cabecilla sin capucha, siendo arrastrada por la fuerza residual de su poderoso ataque y el peso de su propio cuerpo -combinado al de la armadura- hacia una posición insalvablemente inestable, y cayendo sin piedad hacia el suelo. Por supuesto, con la resistencia que la chica lleva encima, aquello no sería más que un cosquilleo incómodo y el posterior lavado de su preciada armadura. Nuevamente, gajes del oficio.
Tus palabras de amenaza no pasan desapercibidas para ninguno de los presentes, que solo se disponen a observarte nerviosos mientras te clavan dagas con las miradas. Quienes tienen armas de alto calibre -visualmente comparables a rifles- no dudan en apuntarte, un movimiento que pronto sigue la tercera figura encapuchada desenfundando un arma de corto alcance, una flintlock de múltiples recámaras -algo inusual- con acabados dorados. Quien quiera que sea, le gusta llevar lujos encima.
Para entonces, el líder apenas encuentra tiempo para ponerse de pie, intentando sacarse algo de la suciedad de encima -sin ninguna suerte de conseguirlo- y mirándote directamente a los ojos. Incluso después de tu caída, reconoce el peso que tienen tus palabras, incluso más que sus lacayos, y traga saliva ante la amenaza. En cualquier contexto sería un hombre muchísimo mas bocón, verbal hasta la médula y entregando su peso en agresión y burlas. Pero no esta vez. Dentro de sus circunstancias, es un líder mas apto de lo que aparenta.
Observas duda en su mirada, pero un momento después levanta su puño cerrado derecho hacia arriba, mirando al cielo, una seña que no te indica absolutamente nada hasta que ya es demasiado tarde; una granada de humo aparece repentinamente frente a ti -habiendo llegado desde un ángulo ciego en medio de la arboleda sin ruido alguno de por medio-, estallando con fuerza y cubriendo completamente el campo visual de la carroza con sus contenidos que imposibilitan ver mas allá de tu propia nariz. Asimismo, aunque no puedes verlo, escuchas otros tres Clicks que suenan idénticos a la primera granada; es seguro asumir que han reventado otras tres en alguna parte, así que es seguro asumir que la nube resultante cubrirá una distancia generosamente molesta.
Desprovista de visión y sin poder conocer el estado de la situación mas allá de deducciones probables, lo mejor sería pesar tus prioridades y abordarlas una a la vez; ni el más poderoso héroe podrá hacer todo a la vez, y aunque nadie te detiene de intentarlo, recuerda que intentar hacer de más puede causar que incumplas con el mínimo necesario.
Lo que ninguno de los cuatro presentes se esperó es que ese ruido no solo no se fuera al cabo de unos segundos, sino de que empezara a escucharse cada vez más fuerte. Peor todavía: Que sonara como si la superficie de madera estuviese en constante golpeteo con algo, rodando, resquebrajándose... ¡Que les habían arrojado unos troncos encima! Si tuvieras alguna capacidad visual por encima del promedio, no te habría costado discernir el careto de sorpresa que han puesto todos los presentes participantes del robo que se estaba efectuando, pues de todas las cosas que estaban esperando recibir, unos proyectiles del -literalmente- tamaño de árboles no estaba en la lista.
Era una idea creativa, aunque muy arriesgada. ¿Qué porqué? Porque, con mercancía presente en el sitio, la trampa que utilizaste en beneficio de tu ofensiva rápidamente podría ponerse en tu contra. Con barro de por medio, la fluidez de la sustancia fácilmente habría podido reducir la fricción en el lugar y arrastrar a los troncos mas lejos de lo que tenías planeado, presentando el peligroso accidente de llevarse la carreta por delante. Para sumar más al problema, siendo que los bandidos han salido de las arboledas que estaban directamente a cada lado del camino, esto significa que los sujetos están horizontalmente posicionados en la misma altura que la carreta; no hay manera de darle a uno con un objeto tan grande sin llevarse el otro de por medio.
Un chasquido de la lengua proveniente del cabecilla es audible solo para quienes están inmediatamente a su lado, claramente de molestia. No solo tiene una idea de la fuerza a la que se enfrenta tras presenciar esa muestra con los troncos, sino que además ha visto que está contra alguien que no se cortará en lo absoluto con sus acciones.
El hombre se posiciona entre los proyectiles y la caravana, dispuesto a darles cara no porque tenga el mas mínimo interés en defenderla sino porque será un coñazo sacar la mercancía si está debajo de escombros y astillas, por no mencionar que una buena parte seguramente se hundiría por su peso en el terreno que les rodeaba. Su idea era entrar y salir pronto de allí, pero en vista de los sucesos ocurridos, parece que no saldrá como querían. Gajes del oficio, como decían. Un día se ganaba, otros no tanto.
Reuniendo todas sus fuerzas y asumiendo una posición que -piensa- le mantendrá estable, el hombre propina un poderoso puñetazo recto que consigue parar en seco el primer tronco. Astillas vuelan por todos lados, y lodo salpica a algunos de los presentes en la colisión. Lo que no tiene en cuenta, no obstante, es que los bloqueos posteriores golpean al tronco por detrás y mandan toda esa energía cinética hasta él, provocando -en suma con el terreno inestable bajo sus pies- que se deslice hasta caer tan dramática como cómicamente sobre su propio culo, algo que hubiese provocado una buena carcajada en cualquier otro contexto.
En esta ocasión, este cómico resultado es lo único que impide que le biseccionen de lado a lado por el enorme espadón de la poderosa protagonista que ha bajado por la colina y apuntado directamente al cabecilla, llevándose por delante troncos y piedras como si fuesen mantequilla contra el acero de su imponente arma. Por este día nada más se ha salvado, pues de otra manera, habría sido una horrífica escena de sangre y entrañas volando por todos lados.
Pero, en un giro irónico de guion, nuestra protagonista sufre el mismo destino que el cabecilla sin capucha, siendo arrastrada por la fuerza residual de su poderoso ataque y el peso de su propio cuerpo -combinado al de la armadura- hacia una posición insalvablemente inestable, y cayendo sin piedad hacia el suelo. Por supuesto, con la resistencia que la chica lleva encima, aquello no sería más que un cosquilleo incómodo y el posterior lavado de su preciada armadura. Nuevamente, gajes del oficio.
Tus palabras de amenaza no pasan desapercibidas para ninguno de los presentes, que solo se disponen a observarte nerviosos mientras te clavan dagas con las miradas. Quienes tienen armas de alto calibre -visualmente comparables a rifles- no dudan en apuntarte, un movimiento que pronto sigue la tercera figura encapuchada desenfundando un arma de corto alcance, una flintlock de múltiples recámaras -algo inusual- con acabados dorados. Quien quiera que sea, le gusta llevar lujos encima.
Para entonces, el líder apenas encuentra tiempo para ponerse de pie, intentando sacarse algo de la suciedad de encima -sin ninguna suerte de conseguirlo- y mirándote directamente a los ojos. Incluso después de tu caída, reconoce el peso que tienen tus palabras, incluso más que sus lacayos, y traga saliva ante la amenaza. En cualquier contexto sería un hombre muchísimo mas bocón, verbal hasta la médula y entregando su peso en agresión y burlas. Pero no esta vez. Dentro de sus circunstancias, es un líder mas apto de lo que aparenta.
Observas duda en su mirada, pero un momento después levanta su puño cerrado derecho hacia arriba, mirando al cielo, una seña que no te indica absolutamente nada hasta que ya es demasiado tarde; una granada de humo aparece repentinamente frente a ti -habiendo llegado desde un ángulo ciego en medio de la arboleda sin ruido alguno de por medio-, estallando con fuerza y cubriendo completamente el campo visual de la carroza con sus contenidos que imposibilitan ver mas allá de tu propia nariz. Asimismo, aunque no puedes verlo, escuchas otros tres Clicks que suenan idénticos a la primera granada; es seguro asumir que han reventado otras tres en alguna parte, así que es seguro asumir que la nube resultante cubrirá una distancia generosamente molesta.
Desprovista de visión y sin poder conocer el estado de la situación mas allá de deducciones probables, lo mejor sería pesar tus prioridades y abordarlas una a la vez; ni el más poderoso héroe podrá hacer todo a la vez, y aunque nadie te detiene de intentarlo, recuerda que intentar hacer de más puede causar que incumplas con el mínimo necesario.