Rose D. Hestia
Vesta
16-12-2024, 05:42 AM
La noche había caído sobre el barco, pero Rose D. Hestia no podía conciliar el sueño. Se encontraba en el camarote que una vez perteneció a Hanami, una mujer de la que solo se hablaban rumores y cuya desaparición aún pesaba en la tripulación. A pesar de la tranquilidad, Hestia no podía dejar de sentir esa presión interna, como si algo la estuviera asfixiando. No era por la soledad ni por las tinieblas del océano que se extendían más allá de las paredes del navío, sino por algo mucho más profundo, un miedo a su propia fragilidad.
El día anterior había sido una pesadilla en el mar. Hestia había tenido la oportunidad de enfrentarse a un miembro del Cipher Pol, alguien conocido como Goku, cuyo nombre aún le sonaba distante y extraño, pero su fez esquelética la aterraba. Durante el combate, no pudo ver sus movimientos, apenas logró reaccionar a tiempo. El hombre se desvaneció como un espectro, apareciendo y desapareciendo con tal destreza que, en un parpadeo, estuvo al borde de la muerte. El miedo la había invadido por completo, y no fue hasta mucho después de su escape que Hestia comprendió la cruda realidad, no era lo suficientemente fuerte como para sobrevivir por sí sola. Era una fugitiva, sí, pero también era una joven que aún no conocía las verdaderas dimensiones de su debilidad.
Se levantó de la cama, con los cabellos desordenados por el sueño intranquilo. Caminó hacia la puerta del camarote y la abrió, dejándose envolver por la brisa fría de la noche. La luz de la luna iluminaba la cubierta del barco, cuyo vaivén con las olas del mar generaba una sensación extraña, como si el tiempo se diluyera con cada movimiento. Todo estaba en silencio, salvo por el susurro del viento y el crujir de la madera bajo sus pies. Hestia respiró hondo y miró hacia el horizonte, donde las estrellas titilaban en lo alto, ajenas a sus inquietudes.
"Debo hacer algo para mejorar" Pensó para sí misma, el deseo de convertirse en algo más que una carga para la tripulación brotó en su pecho "No puedo seguir siendo débil" Sabía que el camino hacia la mejora no era fácil. Pero su mente, siempre inquieta y curiosa, tenía una solución. Siempre había sido una apasionada de los inventos y las creaciones, y se dio cuenta de que su entrenamiento también podría involucrar una de esas pasiones que tanto amaba. Decidió que, en lugar de lamentarse por su falta de habilidad, comenzaría a practicar hasta que sus fuerzas se agotaran. Después de todo, si quería sobrevivir, debía hacerlo con lo que tenía, sin esperar que los demás la salvaran.
Sin perder tiempo, Hestia se dirigió a una de las cuerdas del barco. Allí, comenzó a configurar un pequeño campo de entrenamiento. Colocó algunas dianas colgando del mástil del barco, asegurándose de que se movieran al ritmo del vaivén de la nave. Luego, comenzó a tensar la cuerda de Nessie, que siempre la acompañaba, y como era costumbre en su tribu, la serpiente serviría como su arco viviente. A medida que la criatura se tensaba volvíendose un arco de confianza, Hestia preparaba su posición, respirando profundamente para calmar su mente.
Con la práctica de tiro al blanco, esperaba desarrollar su reflejo y destreza. No era suficiente con simplemente disparar, necesitaba mejorar su puntería y su capacidad para adaptarse al movimiento impredecible del barco. Sabía que la habilidad para disparar un arco, era solo el primer paso. Si no podía aprovechar su entorno, no tendría oportunidad frente a un enemigo formidable. Cada diana que caía, cada pequeño avance que lograba, era un recordatorio de que, a pesar de su fragilidad, podía mejorar.
El viento acariciaba su rostro mientras disparaba una y otra vez, observando cómo las flechas surcaban el aire y se estrellaban contra las dianas móviles. Pero el esfuerzo físico comenzó a pasar factura en su cuerpo. El cansancio la invadió, y una sensación de pesadez llenó su mente. Hestia dejó de disparar y se sentó en el borde de la cubierta, respirando con dificultad. A pesar de que aún sentía que le quedaba mucho por hacer, su cuerpo no podía seguir el ritmo.
Miró al cielo y, con un suspiro, se dio cuenta de que no importaba cuán agotada estuviera. La sensación de hambre le invadió el estómago, esa necesidad insaciable que tanto la caracterizaba. Las dos personalidades que coexistían en su interior nunca lograban estar satisfechas, siempre ansiando algo más, algo diferente. Justo cuando se permitió relajarse y pensar en el descanso, un estornudo la sorprendió.
El cambio fue instantáneo. En un parpadeo, Hestia se transformó, y Vesta, su otra personalidad, tomó el control. La timidez y la inseguridad que antes dominaban su ser desaparecieron, dando paso a una agresividad audaz y una valentía desbordante. Vesta se levantó con rapidez y miró el campo de entrenamiento con una sonrisa arrogante "Esto es solo un juego, ¿verdad?", Pensó Vesta, riendo mientras observaba las dianas. Se sentía llena de energía y de hambre, como si la pasión por la lucha y la competencia la hubieran transformado en una fuerza imparable. Y prosiguió con el entrenamiento con más agresividad.
Sin embargo, a medida que disparaba, la energía de su cuerpo parecía estar en constante aumento, como si la necesidad de mejorar nunca se detuviera. Las flechas volaban con tal velocidad que parecían cortar el aire, destruyendo las dianas con precisión y fuerza. Pero como siempre ocurría con el cambio de personalidad, todo comenzó a desmoronarse cuando el cansancio la alcanzó de nuevo. Vesta también se dio cuenta de que necesitaba descansar, y de inmediato, así que se fue a la cama.
El día anterior había sido una pesadilla en el mar. Hestia había tenido la oportunidad de enfrentarse a un miembro del Cipher Pol, alguien conocido como Goku, cuyo nombre aún le sonaba distante y extraño, pero su fez esquelética la aterraba. Durante el combate, no pudo ver sus movimientos, apenas logró reaccionar a tiempo. El hombre se desvaneció como un espectro, apareciendo y desapareciendo con tal destreza que, en un parpadeo, estuvo al borde de la muerte. El miedo la había invadido por completo, y no fue hasta mucho después de su escape que Hestia comprendió la cruda realidad, no era lo suficientemente fuerte como para sobrevivir por sí sola. Era una fugitiva, sí, pero también era una joven que aún no conocía las verdaderas dimensiones de su debilidad.
Se levantó de la cama, con los cabellos desordenados por el sueño intranquilo. Caminó hacia la puerta del camarote y la abrió, dejándose envolver por la brisa fría de la noche. La luz de la luna iluminaba la cubierta del barco, cuyo vaivén con las olas del mar generaba una sensación extraña, como si el tiempo se diluyera con cada movimiento. Todo estaba en silencio, salvo por el susurro del viento y el crujir de la madera bajo sus pies. Hestia respiró hondo y miró hacia el horizonte, donde las estrellas titilaban en lo alto, ajenas a sus inquietudes.
"Debo hacer algo para mejorar" Pensó para sí misma, el deseo de convertirse en algo más que una carga para la tripulación brotó en su pecho "No puedo seguir siendo débil" Sabía que el camino hacia la mejora no era fácil. Pero su mente, siempre inquieta y curiosa, tenía una solución. Siempre había sido una apasionada de los inventos y las creaciones, y se dio cuenta de que su entrenamiento también podría involucrar una de esas pasiones que tanto amaba. Decidió que, en lugar de lamentarse por su falta de habilidad, comenzaría a practicar hasta que sus fuerzas se agotaran. Después de todo, si quería sobrevivir, debía hacerlo con lo que tenía, sin esperar que los demás la salvaran.
Sin perder tiempo, Hestia se dirigió a una de las cuerdas del barco. Allí, comenzó a configurar un pequeño campo de entrenamiento. Colocó algunas dianas colgando del mástil del barco, asegurándose de que se movieran al ritmo del vaivén de la nave. Luego, comenzó a tensar la cuerda de Nessie, que siempre la acompañaba, y como era costumbre en su tribu, la serpiente serviría como su arco viviente. A medida que la criatura se tensaba volvíendose un arco de confianza, Hestia preparaba su posición, respirando profundamente para calmar su mente.
Con la práctica de tiro al blanco, esperaba desarrollar su reflejo y destreza. No era suficiente con simplemente disparar, necesitaba mejorar su puntería y su capacidad para adaptarse al movimiento impredecible del barco. Sabía que la habilidad para disparar un arco, era solo el primer paso. Si no podía aprovechar su entorno, no tendría oportunidad frente a un enemigo formidable. Cada diana que caía, cada pequeño avance que lograba, era un recordatorio de que, a pesar de su fragilidad, podía mejorar.
El viento acariciaba su rostro mientras disparaba una y otra vez, observando cómo las flechas surcaban el aire y se estrellaban contra las dianas móviles. Pero el esfuerzo físico comenzó a pasar factura en su cuerpo. El cansancio la invadió, y una sensación de pesadez llenó su mente. Hestia dejó de disparar y se sentó en el borde de la cubierta, respirando con dificultad. A pesar de que aún sentía que le quedaba mucho por hacer, su cuerpo no podía seguir el ritmo.
Miró al cielo y, con un suspiro, se dio cuenta de que no importaba cuán agotada estuviera. La sensación de hambre le invadió el estómago, esa necesidad insaciable que tanto la caracterizaba. Las dos personalidades que coexistían en su interior nunca lograban estar satisfechas, siempre ansiando algo más, algo diferente. Justo cuando se permitió relajarse y pensar en el descanso, un estornudo la sorprendió.
El cambio fue instantáneo. En un parpadeo, Hestia se transformó, y Vesta, su otra personalidad, tomó el control. La timidez y la inseguridad que antes dominaban su ser desaparecieron, dando paso a una agresividad audaz y una valentía desbordante. Vesta se levantó con rapidez y miró el campo de entrenamiento con una sonrisa arrogante "Esto es solo un juego, ¿verdad?", Pensó Vesta, riendo mientras observaba las dianas. Se sentía llena de energía y de hambre, como si la pasión por la lucha y la competencia la hubieran transformado en una fuerza imparable. Y prosiguió con el entrenamiento con más agresividad.
Sin embargo, a medida que disparaba, la energía de su cuerpo parecía estar en constante aumento, como si la necesidad de mejorar nunca se detuviera. Las flechas volaban con tal velocidad que parecían cortar el aire, destruyendo las dianas con precisión y fuerza. Pero como siempre ocurría con el cambio de personalidad, todo comenzó a desmoronarse cuando el cansancio la alcanzó de nuevo. Vesta también se dio cuenta de que necesitaba descansar, y de inmediato, así que se fue a la cama.