Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
07-08-2024, 03:08 PM
Para su sorpresa, cuando ya se encontraba cerca de la entrada del G-31, pudo divisar junto a esta a uno de los marines que —supuso— formaban parte de su grupo de turistas. No era nada del otro mundo, a sus ojos un humano más, aunque debía concederle que destacaba notablemente entre los demás. Su cabello era de un blanco inmaculado, como si el tiempo hubiera hecho presa de él o el mismísimo invierno hubiera tomado forma sobre su cabeza. Los ojos azules potenciaban que transmitiera una fría reminiscencia a la estación que la vio nacer. No tardó en presentarse frente a él, observándole desde arriba con una no muy discreta curiosidad, tal vez tan poco como la que él había mostrado al verla. No se lo tomó a pecho: el resto de marines de la base estaban ya más o menos acostumbrados a su presencia, pero para él sería la primera vez que veía una oni.
Por sus rasgos no le costó mucho deducir que debía ser él quien se quedó fuera durante la pasada tormenta; no había muchos marines con esas características por la base. Lo que sí que le sorprendió fue la familiaridad y calma con las que se le presentó, no dudando en extender la mano hacia ella. El gesto le pilló de improviso y tardó unos segundos en reaccionar, mirándole perpleja mientras extendía la suya.
—Recluta Camille —se presentó tras chocársela—. Sé que ya lleváis unos días por aquí, pero bienvenido al G-31. —Su gesto se suavizó un poco después del saludo, aunque su ceño no tardaría en fruncirse.
Segundos después de esto aparecería otro individuo de aspecto exótico, un poco más bajito que Ray pero muchísimo más ruidoso. Ya solo las pintas que llevaba eran mucho menos sutiles que el cañonazo de un buque de guerra. Se preguntó si le habrían dado permiso para vestir así, lo cual suscitó quejas internas en ella. No porque le importase la ropa de ese tío, sino porque igual ella podría no estar pasando tantísimo calor de no ser por el puñetero uniforme. Igual era simplemente que les habían dado el día libre para poder acudir a su guía o algo por el estilo. A saber.
No solo su ropa llamaba la atención, también su pelo verde y las cosas que soltaba por la boca, aunque esto último no era necesariamente algo positivo. Podría haber sido mucho más amable en este primer encuentro, pero las palabras del muchacho le hicieron torcer el gesto. Todo había ido bien hasta que decidió tomarse unas confianzas con ella que aún no tenía y que, desde luego, se aseguraría de evitar que tuviera de aquí en adelante.
Clavó su mirada carmesí con dureza en él.
—Entonces supongo que no te llamaré de ninguna forma —soltó, dejando que las palabras cayeran por su propio peso como un jarrón de agua fría sobre Takahiro—. Yo soy Camille, vuestra guía por hoy.
«Y con suerte por nunca más», pensó malhumorada. Igual que Ray le había transmitido confianza y buen rollo desde el primer momento, el colgado ese tan solo había suscitado en ella un mosqueo creciente que, por suerte para él, dejó de aumentar en el momento en el que el sargento Shawn apareció con un muchacho colgando de una de sus enormes manos.
El chico, sensiblemente menor en estatura que Ray y Takahiro, parecía haber sido cazado en un intento de escaquearse y —por sus gestos— no debía ser la primera vez que lo hacían. Su mirada se cruzó con la de su superior por un breve instante en el que se limitó a asentir y hacer un saludo formal.
—Gracias por traerlo, señor.
La única respuesta que recibió fue un gruñido que interpretó como algo similar a un «de nada» en el dialecto de Shawn. El recién llegado era en cuanto apariencia el más normal de los tres, un humano rubio al uso ante sus ojos que portaba una curiosa cicatriz en el rostro. Supuso que en cualquier otro contexto sería bastante llamativo, pero Ray y Takahiro eran demasiado particulares como para no acaparar el foco.
Camille suspiró un poco una vez se marchó, echando un rápido vistazo al ya completo grupo. Con esa entrada ya se imaginaba quién era el procrastinador y, por descarte, dedujo que Takahiro sería el que se perdió quién sabe dónde en su última labor, cosa que encajaba en la mente de la mujer. Ahora que tenía a los tres delante, podía decir casi con certeza que el único que parecía medianamente normal —por ahora— era Ray, y que eso fuera una idea que pudiera pasársele por la mente al bicho más raro del G-31 debería ser considerado un delito automático. Tan solo esperaba que no le dieran muchos problemas y poder quitarse el recorrido cuanto antes.
Carraspeó un poco tras mentalizarse y empezó a hablar:
—Como le he dicho antes a Ray, mi nombre es Camille y yo seré vuestra guía hoy. Sé que lleváis aquí unos días, pero nuestros superiores —porque desde luego ella no— han considerado que os vendría bien una presentación de la base y de Loguetown, aunque llegue algo tarde. Si tenéis alguna duda sobre cómo funcionamos o de cualquier otra cosa en particular, podéis preguntarme en cualquier momento.
Les concedió unos segundos de cortesía por si quisieran añadir u objetar algo, esperando que ni lo primero ni lo segundo. Tras ello dio un giro de ciento ochenta grados y se dispuso a empezar el recorrido. Como estaban junto a la entrada para poder responder rápidamente en caso de emergencia, empezaría por enseñarles los barracones. Suponía que ya los conocerían y que no les contaría nada nuevo con eso, aunque dado su historial nunca se sabe. De paso les explicaría cómo estaban repartidos los diferentes pelotones.
Por sus rasgos no le costó mucho deducir que debía ser él quien se quedó fuera durante la pasada tormenta; no había muchos marines con esas características por la base. Lo que sí que le sorprendió fue la familiaridad y calma con las que se le presentó, no dudando en extender la mano hacia ella. El gesto le pilló de improviso y tardó unos segundos en reaccionar, mirándole perpleja mientras extendía la suya.
—Recluta Camille —se presentó tras chocársela—. Sé que ya lleváis unos días por aquí, pero bienvenido al G-31. —Su gesto se suavizó un poco después del saludo, aunque su ceño no tardaría en fruncirse.
Segundos después de esto aparecería otro individuo de aspecto exótico, un poco más bajito que Ray pero muchísimo más ruidoso. Ya solo las pintas que llevaba eran mucho menos sutiles que el cañonazo de un buque de guerra. Se preguntó si le habrían dado permiso para vestir así, lo cual suscitó quejas internas en ella. No porque le importase la ropa de ese tío, sino porque igual ella podría no estar pasando tantísimo calor de no ser por el puñetero uniforme. Igual era simplemente que les habían dado el día libre para poder acudir a su guía o algo por el estilo. A saber.
No solo su ropa llamaba la atención, también su pelo verde y las cosas que soltaba por la boca, aunque esto último no era necesariamente algo positivo. Podría haber sido mucho más amable en este primer encuentro, pero las palabras del muchacho le hicieron torcer el gesto. Todo había ido bien hasta que decidió tomarse unas confianzas con ella que aún no tenía y que, desde luego, se aseguraría de evitar que tuviera de aquí en adelante.
Clavó su mirada carmesí con dureza en él.
—Entonces supongo que no te llamaré de ninguna forma —soltó, dejando que las palabras cayeran por su propio peso como un jarrón de agua fría sobre Takahiro—. Yo soy Camille, vuestra guía por hoy.
«Y con suerte por nunca más», pensó malhumorada. Igual que Ray le había transmitido confianza y buen rollo desde el primer momento, el colgado ese tan solo había suscitado en ella un mosqueo creciente que, por suerte para él, dejó de aumentar en el momento en el que el sargento Shawn apareció con un muchacho colgando de una de sus enormes manos.
El chico, sensiblemente menor en estatura que Ray y Takahiro, parecía haber sido cazado en un intento de escaquearse y —por sus gestos— no debía ser la primera vez que lo hacían. Su mirada se cruzó con la de su superior por un breve instante en el que se limitó a asentir y hacer un saludo formal.
—Gracias por traerlo, señor.
La única respuesta que recibió fue un gruñido que interpretó como algo similar a un «de nada» en el dialecto de Shawn. El recién llegado era en cuanto apariencia el más normal de los tres, un humano rubio al uso ante sus ojos que portaba una curiosa cicatriz en el rostro. Supuso que en cualquier otro contexto sería bastante llamativo, pero Ray y Takahiro eran demasiado particulares como para no acaparar el foco.
Camille suspiró un poco una vez se marchó, echando un rápido vistazo al ya completo grupo. Con esa entrada ya se imaginaba quién era el procrastinador y, por descarte, dedujo que Takahiro sería el que se perdió quién sabe dónde en su última labor, cosa que encajaba en la mente de la mujer. Ahora que tenía a los tres delante, podía decir casi con certeza que el único que parecía medianamente normal —por ahora— era Ray, y que eso fuera una idea que pudiera pasársele por la mente al bicho más raro del G-31 debería ser considerado un delito automático. Tan solo esperaba que no le dieran muchos problemas y poder quitarse el recorrido cuanto antes.
Carraspeó un poco tras mentalizarse y empezó a hablar:
—Como le he dicho antes a Ray, mi nombre es Camille y yo seré vuestra guía hoy. Sé que lleváis aquí unos días, pero nuestros superiores —porque desde luego ella no— han considerado que os vendría bien una presentación de la base y de Loguetown, aunque llegue algo tarde. Si tenéis alguna duda sobre cómo funcionamos o de cualquier otra cosa en particular, podéis preguntarme en cualquier momento.
Les concedió unos segundos de cortesía por si quisieran añadir u objetar algo, esperando que ni lo primero ni lo segundo. Tras ello dio un giro de ciento ochenta grados y se dispuso a empezar el recorrido. Como estaban junto a la entrada para poder responder rápidamente en caso de emergencia, empezaría por enseñarles los barracones. Suponía que ya los conocerían y que no les contaría nada nuevo con eso, aunque dado su historial nunca se sabe. De paso les explicaría cómo estaban repartidos los diferentes pelotones.