
Jack Silver
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17-12-2024, 02:12 AM
G-31 Base de la Marina, Loguetown
Día 51, Verano del año 724
Día 51, Verano del año 724
El sonido de la bota de Silver resonaba con un ritmo constante mientras cruzaba los pasillos del cuartel, acompañado por el joven recluta que le había llevado el mensaje. Aquel día se presentaba como cualquier otro, hasta que ese recado rompió la monotonía. Ahora, mientras se acercaba a la habitación de Octojin, no podía evitar sentir cierta intriga. No era muy común que un alférez se tomara el tiempo de citar directamente a un soldado raso, y menos para hablarle de una misión. Aunque no lo mostraba, la idea de que esta pudiera ser una prueba clave lo tenía en un estado de alerta contenida.
"¿Octojin?" pensó, recordando vagamente lo que había oído de él. Un gyojin impresionante, tanto por su físico como por su aparente habilidad para mantener a raya a los reclutas bajo su mando. Y ahora, era él quien requería su presencia. Algo interesante debía estar ocurriendo.
Cuando llegó, la puerta del "despacho" estaba abierta, revelando un interior caótico y peculiar. Los mapas y banderas daban al lugar un aire de importancia, pero los montones de papeles apilados de forma descuidada rompían con esa sensación, dando paso a una informalidad extraña. Jack cruzó el umbral con pasos seguros, monstrando una expresión en su rostro seria pero relajada, y saludó con un leve movimiento de cabeza.
El enorme gyojin estaba detrás del escritorio, revisando papeles con una concentración que contrastaba con su tamaño. Frente a él, los cuatro reclutas esperaban en silencio, aunque sus posturas y miradas decían bastante de cada uno. Silver los estudió de reojo, tratando de captar las primeras impresiones.
Octojin levantó la vista cuando Jack entró, el joven marine se fijó en sus ojos, pequeños pero penetrantes, examinándolo de pies a cabeza. Su voz, grave y firme, resonó en la habitación.
—Silver, encantado. Soy Octojin y tengo una misión para ti —comenzó, y sin rodeos pasó a describir el encargo.
Jack escuchó en silencio, con los brazos cruzados sobre el pecho. El asesinato en Villa Syrup, el contexto de La Casa del Placer Dulce, y la complejidad política de las Islas Gecko formaban un panorama interesante, pero lleno de riesgos. A medida que el alférez hablaba, sus palabras iban perfilando un desafío que iba mucho más allá de la simple resolución de un crimen. Esto era, sin lugar a dudas, una oportunidad para demostrar su valía, no solo ante Octojin, sino ante la Marina en general.
Cuando la explicación terminó, el tiburón señaló a los cuatro reclutas frente a él. Cada uno tenía algo que ofrecer, pero también limitaciones que Silver debía considerar cuidadosamente. Giró su atención hacia ellos, dejando que su mirada se detuviera en cada rostro mientras reflexionaba.
Marco, serio y calculador, parecía el tipo de persona que podía prever movimientos enemigos con facilidad, pero quizá careciera de la flexibilidad necesaria para adaptarse a los giros inesperados de una misión tan poco convencional. Jules, por otro lado, era ingenioso y tenía una habilidad impresionante con las armas, pero su actitud despreocupada podría ser un problema en un entorno donde la discreción era clave. Elliot, con su fuerza y lealtad, podría ser una buena opción si la misión tomaba un giro violento, pero el enfoque de esta parecía requerir más sutileza que fuerza bruta. Finalmente, Daria, tranquila y observadora, tenía la combinación perfecta de atención al detalle y autocontrol que una misión como esta demandaba.
Silver suspiró ligeramente, consciente de que los ojos de todos estaban puestos en él. Alzó la mirada hacia Octojin, quien esperaba en silencio su decisión, y luego volvió su atención hacia los reclutas.
—Daria, vienes conmigo. —La elección salió de su boca con una seguridad que ocultaba las dudas que habían cruzado su mente momentos antes. Se giró hacia la joven, asintiendo ligeramente—. Necesito alguien que pueda mantener la calma y ver lo que otros pasan por alto. Creo que esta misión es perfecta para ti. Cuento contigo —añadió Silver con una media sonrisa, antes de girarse hacia Octojin—. Estaremos listos para partir al amanecer.