Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
17-12-2024, 11:04 PM
El ambiente seguía tenso, como una cuerda estirada al límite, mientras los hombres intercambiaban miradas entre sí. No todos parecían igual de firmes que su líder, y había algo en el eco de las palabras de Asradi, un pequeño titubeo en los pasos y en los movimientos de algunos, que indicaba que la semilla de la incertidumbre había sido plantada. Pero, al final, la figura imponente del líder —con aquella actitud fría y calculadora— devolvió la calma a sus hombres con apenas un par de miradas duras y un gesto de la mano. — Lleváoslos —Ordenó con voz seca y firme, apuntando a los escondites donde los niños habían intentado pasar desapercibidos. Los hombres obedecieron, aunque con movimientos rápidos y algo torpes, todavía afectados por el impacto de la voz de Asradi minutos atrás. Los pequeños fueron recogidos uno a uno. Los más pequeños, aquellos cercanos al túnel lateral, no opusieron demasiada resistencia, quizás aún paralizados por el miedo o por el caos que los rodeaba. Los mayores sí que patalearon y gritaron, pero fueron reducidos sin que los hombres tuvieran que recurrir a la violencia física más allá de amarrarles las muñecas con sogas de aspecto tosco y gastado.
Las reacciones de los hombres armados no fueron homogéneas; algunos evitaban mirar a los pequeños directamente a los ojos mientras los guiaban hacia el pasillo. Otros, en cambio, parecían más indiferentes, como si aquello no fuera más que un día cualquiera en sus vidas. Entre ellos, los minks se movían con más eficiencia y agilidad, revelando su naturaleza en pequeños gestos: orejas que giraban ligeramente, hocicos que olisqueaban el aire viciado del túnel y miradas frías, pero curiosas, dirigidas a Asradi. Eran una presencia adicional que añadía peso a la situación; no eran simples matones, sino individuos bien entrenados y disciplinados.
El líder permaneció en su sitio, sin moverse, observando cómo sus hombres terminaban su trabajo. Parecía ajeno a la desesperación que empezaba a crecer en el ambiente, incluso cuando los llantos ahogados de algunos niños se perdían en el eco de los túneles. Era alguien acostumbrado a las negociaciones tensas, alguien que sabía cuándo usar la fuerza y cuándo emplear la persuasión. Cuando finalmente sus hombres terminaron de reunir a los pequeños y los condujeron hacia el pasillo central, el hombre cruzó los brazos y fijó su mirada en Asradi. — La mafia no quiere hacer daño a los niños —Afirmó con voz calmada pero firme, como si buscara despejar cualquier duda al respecto.— Si hubiera querido eso, ya habrían muerto. Esto no va de ellos, sino de ti, sirena. Y, si soy sincero, también de nosotros.— El tono del hombre era calculado, casi seductor en su frialdad, como si estuviera ofreciéndole un trato imposible de rechazar. Dio unos pasos lentos hacia adelante, cuidando cada movimiento, evitando parecer amenazante mientras continuaba hablando.
— Estás en un momento complicado, eso puedo verlo. Podría ordenarte que pelees hasta que no te queden fuerzas, pero no es mi estilo desperdiciar talentos. — Hizo una pausa, permitiendo que el silencio subrayara sus palabras.— Una sirena como tú encajaría perfectamente con nosotros.— Por primera vez, dejó entrever un atisbo de sonrisa, apenas perceptible bajo las sombras que cubrían parte de su rostro. — La mafia mink tiene recursos, instalaciones, poder. No te haré promesas vacías: puedo enseñarte nuestras operaciones, mostrarte lo que realmente somos capaces de hacer. El dinero no será un problema. Podrás tener un sueldo más que generoso. E incluso podrías tener cierta... autoridad si demuestras que estás a la altura. — El hombre hizo un gesto con la mano hacia el pasillo donde habían llevado a los niños, como si quisiera recalcar un punto. — No necesitamos enfrentarnos. Trabajar para nosotros sería mucho más beneficioso que pelear contra nosotros. Y, si decides unirte, puedo garantizarte que los niños volverán con sus familias sin un rasguño.
Su mirada se endureció ligeramente, como si evaluara tu reacción. El hombre sabía lo que estaba haciendo: te había ofrecido una salida, una opción que no solo prometía proteger a los pequeños, sino también otorgarle una posición dentro de una organización poderosa. La mafia mink no era conocida por ser benevolente, pero tampoco desperdiciaban oportunidades cuando veían algo o alguien que pudiera serles útil. — Piénsalo bien, sirena —Concluyó el líder, dejando que su voz resonara en el túnel con un eco que parecía extenderse hasta los rincones más oscuros.— Si quieres ver lo que realmente podemos ofrecerte, bastará con que me lo digas.— El silencio volvió a caer en el espacio, roto únicamente por el murmullo lejano de los niños siendo conducidos más adentro y el retumbar sutil bajo los pies, como si algo en las profundidades de la tierra estuviera aguardando. El túnel lateral seguía ahí, oscuro y enigmático, pero cada segundo que pasaba parecía reducir las opciones de Asradi.
Las reacciones de los hombres armados no fueron homogéneas; algunos evitaban mirar a los pequeños directamente a los ojos mientras los guiaban hacia el pasillo. Otros, en cambio, parecían más indiferentes, como si aquello no fuera más que un día cualquiera en sus vidas. Entre ellos, los minks se movían con más eficiencia y agilidad, revelando su naturaleza en pequeños gestos: orejas que giraban ligeramente, hocicos que olisqueaban el aire viciado del túnel y miradas frías, pero curiosas, dirigidas a Asradi. Eran una presencia adicional que añadía peso a la situación; no eran simples matones, sino individuos bien entrenados y disciplinados.
El líder permaneció en su sitio, sin moverse, observando cómo sus hombres terminaban su trabajo. Parecía ajeno a la desesperación que empezaba a crecer en el ambiente, incluso cuando los llantos ahogados de algunos niños se perdían en el eco de los túneles. Era alguien acostumbrado a las negociaciones tensas, alguien que sabía cuándo usar la fuerza y cuándo emplear la persuasión. Cuando finalmente sus hombres terminaron de reunir a los pequeños y los condujeron hacia el pasillo central, el hombre cruzó los brazos y fijó su mirada en Asradi. — La mafia no quiere hacer daño a los niños —Afirmó con voz calmada pero firme, como si buscara despejar cualquier duda al respecto.— Si hubiera querido eso, ya habrían muerto. Esto no va de ellos, sino de ti, sirena. Y, si soy sincero, también de nosotros.— El tono del hombre era calculado, casi seductor en su frialdad, como si estuviera ofreciéndole un trato imposible de rechazar. Dio unos pasos lentos hacia adelante, cuidando cada movimiento, evitando parecer amenazante mientras continuaba hablando.
— Estás en un momento complicado, eso puedo verlo. Podría ordenarte que pelees hasta que no te queden fuerzas, pero no es mi estilo desperdiciar talentos. — Hizo una pausa, permitiendo que el silencio subrayara sus palabras.— Una sirena como tú encajaría perfectamente con nosotros.— Por primera vez, dejó entrever un atisbo de sonrisa, apenas perceptible bajo las sombras que cubrían parte de su rostro. — La mafia mink tiene recursos, instalaciones, poder. No te haré promesas vacías: puedo enseñarte nuestras operaciones, mostrarte lo que realmente somos capaces de hacer. El dinero no será un problema. Podrás tener un sueldo más que generoso. E incluso podrías tener cierta... autoridad si demuestras que estás a la altura. — El hombre hizo un gesto con la mano hacia el pasillo donde habían llevado a los niños, como si quisiera recalcar un punto. — No necesitamos enfrentarnos. Trabajar para nosotros sería mucho más beneficioso que pelear contra nosotros. Y, si decides unirte, puedo garantizarte que los niños volverán con sus familias sin un rasguño.
Su mirada se endureció ligeramente, como si evaluara tu reacción. El hombre sabía lo que estaba haciendo: te había ofrecido una salida, una opción que no solo prometía proteger a los pequeños, sino también otorgarle una posición dentro de una organización poderosa. La mafia mink no era conocida por ser benevolente, pero tampoco desperdiciaban oportunidades cuando veían algo o alguien que pudiera serles útil. — Piénsalo bien, sirena —Concluyó el líder, dejando que su voz resonara en el túnel con un eco que parecía extenderse hasta los rincones más oscuros.— Si quieres ver lo que realmente podemos ofrecerte, bastará con que me lo digas.— El silencio volvió a caer en el espacio, roto únicamente por el murmullo lejano de los niños siendo conducidos más adentro y el retumbar sutil bajo los pies, como si algo en las profundidades de la tierra estuviera aguardando. El túnel lateral seguía ahí, oscuro y enigmático, pero cada segundo que pasaba parecía reducir las opciones de Asradi.