Si por mí fuera, me los cargaba, pensaba Shy. Somos tres personas que combaten cuerpo a cuerpo -aunque yo con algo de torpeza- contra dos pistoleros en una habitación pequeña. Igual son ellos los que tendrían que dejar de ir de gallitos. ¿Novatos? ¡Ja! Confunden juventud y falta de experiencia. Tengo bastante de lo último y cada vez menos de lo primero. Que se lo digan al vejestorio de Illyasbabel. Cuanto me gustaría verle cortarlos en rodajas. Por supuesto, siendo como era, la expresión calmada de Shy no traicionó sus conflictivos pensamientos. Llegó a pensar en la de problemas que tendría si no pensase antes de hablar. Seguramente no habría durado mucho. O Haki del Rey. Yoshiro, si alguna vez me has respetado, por favor, túmbalos, que me divertiría muchísimo.
Shy se calmó. Tanto pensamiento de esta índole acabaría por enturbiar su buen juicio. Quizás, con el tiempo, aprenderían a obedecer y tendrían que tragarse sus insolentes palabras. Demasiado orgullo. Piensa en que formarán parte de tu organización..., se decía Shy. Mandarás sobre ellos... Observó la fotografía. Les superaban en número. Eso nunca era una buena situación. Más les valía encontrar otra forma de lidiar con ellos, o se verían rodeados y acribillados. Y Shy no quería morir acribillado por alguien que tenía un mono de mascota. Le parecía ridículo, un macarrónico final para su historia. Y todavía tenía la intención de montar una mercería y retirarse en algún momento.
Illyasbabel y Shy se marcharon sin mucha ceremonia, dejando atrás a Yoshiro y a los que, con suerte, serían sus dos primeros subordinados. No era a lo que se refería cuando le había indicado a sus compañeros que necesitaban más personal, pero también estaba bien. Por el camino, garabateaba unas cuantas notas y se las enseñaba a Illyasbabel: le indicaba que, usando su Fruta del Diablo, debían intentar atraparlos uno a uno. Si había suerte, podían capturar a uno y torturarle hasta hacerle confesar la ubicación de sus compañeros, y entonces mandar a la Marina a la ubicación señalada por el delator. Aunque Shy no sabía hasta que punto era aceptable la tortura para los Smith, así que igual lo más parecido que podían hacer sería encadenar a uno de ellos y ponerle a escuchar los absurdos chascarrillos de Illyasbabel. Sí, vaya condena, una auténtica tortura psicológica.
Tuvieron suerte. Mientras cruzaban el puente, coincidieron con algunos transeúntes, y Shy, gracias a su vista de águila, pudo ver nítidamente a uno de los criminales a los que buscaban. Dio un sutil codazo a Illyasbabel para informarle de lo que estaba viendo.
-Ahí está -musitó-. Secuestrémosle.
Shy le había explicado la estrategia una vez antes a Illyasbabel. Consistía en buscar un escondrijo donde poder crear uno de sus portales, ingresar en la dimensión alternativa, buscar al objetivo -pues Shy podía ver todo lo que sucedía en el mundo real mientras estaba sumergido en la otra dimensión- abrir otra puerta a su espalda, arrastrarle dentro gracias a la extraordinaria fuerza de Illyasbabel, y darle de palos entre los dos sin que ninguno de sus aliados pudiera intervenir. En el papel sonaba muy bien; ahora bien, a veces sus compañeros iban por libre y Shy se quedaba atrás con cara de tonto esperando a que alguien siguiera su estrategia. De modo que, para evitarlo, buscó un sutil asentimiento de Illyasbabel. Una señal que le indicase que aceptaba formar parte del plan. Suspiró. Si había suerte, no les costaría tanto conseguir la pleitesía de los Smith.
Shy se calmó. Tanto pensamiento de esta índole acabaría por enturbiar su buen juicio. Quizás, con el tiempo, aprenderían a obedecer y tendrían que tragarse sus insolentes palabras. Demasiado orgullo. Piensa en que formarán parte de tu organización..., se decía Shy. Mandarás sobre ellos... Observó la fotografía. Les superaban en número. Eso nunca era una buena situación. Más les valía encontrar otra forma de lidiar con ellos, o se verían rodeados y acribillados. Y Shy no quería morir acribillado por alguien que tenía un mono de mascota. Le parecía ridículo, un macarrónico final para su historia. Y todavía tenía la intención de montar una mercería y retirarse en algún momento.
Illyasbabel y Shy se marcharon sin mucha ceremonia, dejando atrás a Yoshiro y a los que, con suerte, serían sus dos primeros subordinados. No era a lo que se refería cuando le había indicado a sus compañeros que necesitaban más personal, pero también estaba bien. Por el camino, garabateaba unas cuantas notas y se las enseñaba a Illyasbabel: le indicaba que, usando su Fruta del Diablo, debían intentar atraparlos uno a uno. Si había suerte, podían capturar a uno y torturarle hasta hacerle confesar la ubicación de sus compañeros, y entonces mandar a la Marina a la ubicación señalada por el delator. Aunque Shy no sabía hasta que punto era aceptable la tortura para los Smith, así que igual lo más parecido que podían hacer sería encadenar a uno de ellos y ponerle a escuchar los absurdos chascarrillos de Illyasbabel. Sí, vaya condena, una auténtica tortura psicológica.
Tuvieron suerte. Mientras cruzaban el puente, coincidieron con algunos transeúntes, y Shy, gracias a su vista de águila, pudo ver nítidamente a uno de los criminales a los que buscaban. Dio un sutil codazo a Illyasbabel para informarle de lo que estaba viendo.
-Ahí está -musitó-. Secuestrémosle.
Shy le había explicado la estrategia una vez antes a Illyasbabel. Consistía en buscar un escondrijo donde poder crear uno de sus portales, ingresar en la dimensión alternativa, buscar al objetivo -pues Shy podía ver todo lo que sucedía en el mundo real mientras estaba sumergido en la otra dimensión- abrir otra puerta a su espalda, arrastrarle dentro gracias a la extraordinaria fuerza de Illyasbabel, y darle de palos entre los dos sin que ninguno de sus aliados pudiera intervenir. En el papel sonaba muy bien; ahora bien, a veces sus compañeros iban por libre y Shy se quedaba atrás con cara de tonto esperando a que alguien siguiera su estrategia. De modo que, para evitarlo, buscó un sutil asentimiento de Illyasbabel. Una señal que le indicase que aceptaba formar parte del plan. Suspiró. Si había suerte, no les costaría tanto conseguir la pleitesía de los Smith.