
Octojin
El terror blanco
19-12-2024, 09:46 AM
El hombre detrás del mostrador levanta la mirada con lentitud al escuchar tus palabras. Su rostro, tan marcado por el paso del tiempo como por una aparente falta de entusiasmo, apenas muestra una reacción inicial. Frunce ligeramente el ceño, como si evaluara tus intenciones, pero no responde. Tal vez ya intuya que no has terminado de hablar y que pronto vendrá una segunda pregunta que lo forzará a interactuar.
Cuando finalmente preguntas por rumores o peticiones de ayuda, él suspira con resignación. Su mirada te recorre de arriba a abajo, deteniéndose un segundo más en tu espada y en los cuernos que adornan tu cabeza, antes de volver a clavar sus ojos en los tuyos. Su expresión parece debatirse entre el desinterés y la certeza de que inevitablemente tendrá que hablar.
—Vino un granjero hace un rato —dice al fin, con la voz grave y algo apagada—. Colgó unos carteles en el tablón.
Señala hacia un rincón de la taberna donde un tablón de anuncios, cubierto de papeles de distintos tamaños y estados, lo cierto es que destaca entre las paredes de madera desgastada.
—Parecía bastante afectado, diría que hasta preocupado. Hizo lo mismo en un par de sitios más, o eso mencionó —añade, encogiéndose de hombros, como si ese fuera todo el interés que le había prestado al asunto.
El hombre no parece inclinado a decir nada más. Su gesto indica claramente que, para él, ya ha cumplido con lo que podría considerarse su deber en la conversación. Sin embargo, sus palabras son suficientes para darte algo en lo que pensar. Un granjero preocupado, carteles repartidos por la isla… Parece que hay un hilo del que tirar si estás buscando algo que hacer.
El tablón de anuncios, aunque en su mayoría cubierto de notas viejas y descoloridas, podría esconder entre ellas el cartel que dejó el granjero. Tal vez ahí encuentres una pista sobre lo que lo ha llevado a buscar ayuda de esa manera. El día es joven, y las posibilidades están ahí para quien quiera explorarlas.
¿Qué te deparará esta búsqueda?
Cuando finalmente preguntas por rumores o peticiones de ayuda, él suspira con resignación. Su mirada te recorre de arriba a abajo, deteniéndose un segundo más en tu espada y en los cuernos que adornan tu cabeza, antes de volver a clavar sus ojos en los tuyos. Su expresión parece debatirse entre el desinterés y la certeza de que inevitablemente tendrá que hablar.
—Vino un granjero hace un rato —dice al fin, con la voz grave y algo apagada—. Colgó unos carteles en el tablón.
Señala hacia un rincón de la taberna donde un tablón de anuncios, cubierto de papeles de distintos tamaños y estados, lo cierto es que destaca entre las paredes de madera desgastada.
—Parecía bastante afectado, diría que hasta preocupado. Hizo lo mismo en un par de sitios más, o eso mencionó —añade, encogiéndose de hombros, como si ese fuera todo el interés que le había prestado al asunto.
El hombre no parece inclinado a decir nada más. Su gesto indica claramente que, para él, ya ha cumplido con lo que podría considerarse su deber en la conversación. Sin embargo, sus palabras son suficientes para darte algo en lo que pensar. Un granjero preocupado, carteles repartidos por la isla… Parece que hay un hilo del que tirar si estás buscando algo que hacer.
El tablón de anuncios, aunque en su mayoría cubierto de notas viejas y descoloridas, podría esconder entre ellas el cartel que dejó el granjero. Tal vez ahí encuentres una pista sobre lo que lo ha llevado a buscar ayuda de esa manera. El día es joven, y las posibilidades están ahí para quien quiera explorarlas.
¿Qué te deparará esta búsqueda?