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Ares Brotoloigos
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20-12-2024, 01:55 PM
Primer día de invierno. De invierno. Nunca creyó que podría hacer ese frío en una ciudad como Loguetown. Se lo esperaría de islas invernales, o incluso peor. Pero no le gustaba el frío como tal. Él estaba habituado al calor, a soportar unas determinadas altas temperaturas. Venía de Arabasta, de una zona desértica. Ese frío le erizaba las escamas y le ponía de peor humor. Si por él fuese, se quedaría todo el bendito día entrenando, calentando los músculos para espantar esa sensación de frío. Algunos otros reclutas parecían disfrutar con las festividades navideñas. Él no. O no del todo, al menos. En Arabasta no recordaba si eso se celebraba. Había sido niño, sí. Y un niño con ilusiones las cuales había perdido relativamente pronto debido a que su situación familiar nunca había sido la mejor. Había tenido que madurar demasiado pronto, por desgracia. Y no en las mejores condiciones.
En tales pensamientos estaba y, de hecho, rumbo al patio de entrenamiento justo cuando fue llamado por el Teniente Ford. Un suspiro desangelado brotó de entre las fauces de la criatura reptiliana, por lo que no le quedó más remedio que acudir presto a dicho lugar. Tras llamar un par de veces a la puerta del despacho, se adentró en el susodicho, cerrando detrás.
— Teniente. — Saludó de manera formal. Mantuvo las manos tras la espalda, en una postura marcial y atenta. Su cola en reposo pero la mirada carmesí atenta.
Hubo unos momentos en los que se mantuvo escudriñando a ese hombre, sobre todo en aquellos ojos grises tan llamativos. A pesar de haber sido invitado a sentarse, el diablos no lo hizo. Permaneció en pie y atento a lo que se le tuviese que decir. Se esperaba la búsqueda de alguien que hubiese incumplido las leyes, patrullar o cualquier cosa de esas, pero... ¿Un ladrón de adornos navideños?
La expresión del diablos fue demasiado obvia, enarcando una de sus cejas escamadas.
— ¿Adornos navideños? — Vale, él no consideraba eso grave. Seguramente era una chiquillada como, posteriormente, le confirmó el teniente. El lagarto suspiró de manera breve, relajando ligeramente la postura, mas no rompiéndola como tal. — Entiendo la situación, teniente. Aunque me parezca que son chiquilladas, es verdad que si se les sigue permitiendo hacer eses pequeños hurtos a sus anchas, la situación termine escalando a futuro.
Como, por ejemplo, el hecho de terminar siendo unos delincuentes más peligrosos o piratas, incluso. Por desgracia, el aumento de la piratería continuaba en auge. Si tan solo la Marina tuviese la mano más dura. Pero por algo había que empezar, al menos.
— Si han empezado con estas cosas de repente, es probable que haya alguien detrás. O, simplemente, estén descontentos con algo en particular. — Asintió, sopesando esas ideas. Aunque su expresión cambió casi radicalmente, a un fruncimiento breve de ceño cuando el teniente le entregó aquel papel con nombres escritos.
Claro, todo estaría bien si supiese leer. ¿De qué le iba a servir ahora esa cosa a él? Tendría que dedicarse a preguntar. O mejor aún, agarraría luego a un recluta para que le leyese los nombres y luego él los memorizaría. O ya lo haría con la gente de a pie también. En eses momentos, Jack le vendría de perlas para leerle el papelito en sí.
— Me encargaré de meter a eses chicos en vereda, teniente. Y averiguar qué es lo que está pasando. — Tras eso, Ares se retiró del despacho (no sin antes agarrar a un pobre recluta por banda y pedirle que le leyese todo aquello en el papel) y, con aquella notita en la mano, se puso rumbo en dirección al corazón de Loguetown: sus calles y sus gentes.
¿Y cuál era el mejor lugar, en Loguetown, para recabar información de primera mano y de manera rápida? La taberna y la plaza mercante.
Hasta allí se dirigió nuestro marine lagarto, papelito en el bolsillo. Había algunas luces navideñas colgadas, pero la mayoría de los sitios y las calles estaban desangeladas por, precisamente, esa falta de adornos que los adolescentes habían robado. Una vez llegó, contempló la zona del mercado con aire crítico. Se dirigió, entonces, hacia uno de los comerciantes que, recordaba, el recluta le había leído.
— Buenas, ¿cómo va la venta? — Se interesó solamente por empezar una conversación y para ver cómo reaccionaba el hombre. — Estoy investigando el tema de los hurtos navideños, ¿puedes decirme algo al respecto?
Directo al grano.